El jefe del comando sur pregona que están listos para atacar a Venezuela, la declaración está de más, eso se supone es la función de un ejército de intervención. Sin dudas, la amenaza del comando sur forma parte de la guerra psicológica que bombardea al gobierno, y este es un dato interesante, decimos gobierno porque la masa social no está comprometida con la amenaza de invasión. Es así, la puja es entre el gobierno del madurismo y el gobierno de trump. El madurismo no ha querido (no puede) involucrar a la población en la amenaza de invasión y allí está implícita la derrota futura. Veamos.
El enfrentamiento con los gringos sólo puede evitarlo un gobierno muy débil o un gobierno muy fuerte. El primero se cae con las primeras amenazas, lloriquea con las primeras medidas; con el segundo, la intervención le saldría tan costosa a los gringos que buscarían otras vías para acabar con el gobierno que se salió del establo.
Está claro que, tal como están las cosas, los gringos pronto estarán en Miraflores estrechando las manos de una nueva marioneta. En otras palabras, este gobierno da muestra total de debilidad, los globos de ensayos lanzados por los gringos han suscitado respuestas adversas a una resistencia. El madurismo no supera unos simulacros de mentirillas con los colectivos incautos, unas movilizaciones esmirriadas y una actitud floja de la jefatura que, o sale corriendo a asilarse en la madriguera del enemigo o negocia en secreto con el adversario.
La situación hoy demuestra que no se puede retar al imperio desde una posición de debilidad, ignorando las leyes del enfrentamiento con los gringos, pensando que es una guerra convencional de material bélico contra material bélico, de aviones contra aviones, buques contra buques, tanques contra tanques. Se equivocan los ignaros, la guerra contra el imperio tiene otras leyes.
Primera ley, no es posible derrotar al imperio sin involucrar en la contienda al grueso de la población. Segunda ley, para involucrar a la población hay que darle razones sagradas por las cuales luchar. Tercera ley, las razones sagradas son espirituales, sostienen la batalla aun en las condiciones más duras de carencias materiales, de adversidad física. Cuarta ley, todo lo anterior debe estar resumido, encarnado, en una jefatura ejemplo de coraje, de consecuencia, una dirección coherente, que no mienta jamás, capaz de reconocer errores y derrotas, y también de festejar triunfos y reconocer el esfuerzo de otros; una jefatura, y esto es muy importante, que sea creíble y querible.
Una Revolución anticapitalista supone un enfrentamiento con los gringos, y supone, entonces, una jefatura viril y una sociedad resteada con esa jefatura. Y no hay que poner muchos ejemplos, dar muchas vueltas para entender que ésta no es una jefatura con tales características, que ahora sale con la canallada de que estaban negociando en secreto con el enemigo, y los cándidos ramplando. De aquí se desprende el gran dilema de los venezolanos.
Más allá del desastre del madurismo está el dilema, no sólo de este país, sino de todo el planeta. No debemos distraernos con la vista corta de pensar que el problema es salir del madurismo embustero, el problema real es el rumbo futuro. El dilema sigue siendo el que planteó Rosa Luxemburgo: Revolución o barbarie. Entendiendo barbarie como el capitalismo que pone en peligro, no sólo al país, sino al planeta. Revolución es construcción de un mundo viable, feliz, para todos con el esfuerzo de todos. Y para hacer Revolución necesitamos un gobierno vigoroso, una jefatura y una sociedad capaces de disuadir a los imperios, de derrotar a las oligarquías, de resolver con éxito las luchas internas.
Este gobierno es incapaz para la guerra y para la paz.