Mi palabra

Juana y su hijo

"Tiene más grandeza educar a un niño,
en el verdadero y amplio sentido de la palabra,
que gobernar un estado."

William Ellery Channing

El miércoles por la mañana, como de costumbre Juana (nombre ficticio) llegó con su saludo cariñoso al trabajo; respondió a la respuesta recibida, con unas palabras de lo más profundo de su ser: “Bien, gracias a Dios”; parecía estar más alegre de lo normal; ni siquiera se cambió, para enseñarnos dos fotografías de su único hijo, un morenito de ojos relampagueantes y mirada cariñosa; las mostraba con gran satisfacción; en una el niño está con el grupo de un equipo de beisbol de la escuela, y en la otra con el bate en el hombro, posando para el fotógrafo con la chispa infantil encendida; una graciosa sonrisa adornándole el rostro para complacer la mirada celosa de su progenitora, quien lo lleva a las prácticas, con la esperanza de verlo por el camino correcto, y así apartarlo de tantos vicios, que destruyen nuestra juventud.

Juana vive en Espinital, un pequeño caserío del municipio Páez, a escaso 15 minutos de Acarigua, sus habitantes se encuentran rodeados de los males propios de las grandes ciudades: la inseguridad y la droga, estos terribles flagelos están presente en las zonas rurales con tanto daño, que muchas veces los comentarios mañaneros están relacionados con alguna muerte o tragedia, ocasionados por estos problemas de nuestro país, haciéndose comunes, sin causar alarma, creando resignación, en medio del diario trajinar de sus laboriosos moradores.

Esta humilde muchacha, está consciente de las preocupaciones del gobierno de turno, le facilitó la ayuda necesaria para solucionar un problema básico: la vivienda. Carga en la mente la responsabilidad de una madre de verdad, ser la principal orientadora en la formación de su hijo; no puede dejar esa tarea tan importante en manos de otras personas, más, cuando a cada instante escucha algún comentario o ve muy cerca la muerte de jóvenes, que apenas están abriendo los ojos en un mundo convulsionado y alienado, alimentado por una televisión, donde se inculca la vanidad del ser humano, como un modelo de vida.

Este caso de Juana, sirve como ejemplo para todas las madres venezolanas, muchas de ellas cumplen con esa noble misión: madre, “padre”, orientadora y guía en todas las actividades de sus hijos, enseñándoles y abriéndoles el camino, a veces sin la preparación adecuada, y con muchas limitaciones económicas. Esto puede servir para prevenir muchos casos de violencia escolar, el primer paso para la desorientación del individuo. Es importante el estímulo en actividades deportivas, y recreativas, como un complemento en la vida estudiantil, por lo general da buenos resultados: destacados deportistas, excelentes profesionales en diferentes actividades y la mayoría de las veces ciudadanos ejemplares.

Estamos conscientes de las dificultades para hacerle frente a los graves problemas de nuestra sociedad, pero cruzarnos de brazos, resignados ante una calamidad de la juventud sin buscar soluciones, es hacer el papel del avestruz; esconder la cabeza sin importarnos el problema. Parece muy fácil y sencillo de echarle la culpa a los gobiernos de lo que está pasando, dejando a un lado el daño del capitalismo con las raíces enterradas en la podredumbre.

Si, usted no es un desmemoriado, debe acordarse, cuando en época no muy lejana, la noticia alarmante era los muertos por un par de zapatos de “marca”; no existían los teléfonos “inteligentes”; Hugo Chávez, estaba todavía en los llanos de Elorza como Comandante, y Nicolás Maduro, manejaba un autobús en las avenidas de Caracas. Eran los tiempos de AD y COPEI, solamente existía el reparto del poder quinquenal con las barraganas mandando más que un jefe de tropa. Las mujeres humildes y sencillas, como Juana, estaban resignadas a vivir en los ranchos inhóspitos de cartón y láminas con la publicidad de algún producto comercial propio del capitalismo; los problemas se estaban incubando ante la mirada indiferente de los gobernantes de turno, para desbordarse en estos momentos, y de esta manera hacer más difícil la atención a nuestra juventud-

Piénselo bien, cuando quiera “quitarse” el hijo, para colocarlo como un autómata frente al televisor; recuerde que muchos problemas de nuestra sociedad los engendra la pantalla de ese extraordinario invento, pero a la vez el medio para imponer las reglas del consumismo. Haga como Juana, este pendiente del niño y la escuela; aparte tiempo para llevarlo a practicar algún deporte, para que disfrute viéndolo correr en un campo deportivo, con la mente tranquila, dándole rienda suelta a sus emociones infantiles.


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Narciso Torrealba


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