El gobierno de Maduro va cerrando su ciclo luctuoso, el agotamiento es total, se encuentra arrinconado por las circunstancias que él mismo creo. No es tarea fácil pronosticar cómo será su final, es un gobierno al garete, un saltaperico, un electrón suelto dando tumbos en el espacio político. Cualquier cosa puede pasar cuando no hay timonel, sin embargo, debemos atrevernos a denunciar el rumbo más pernicioso. Veamos.
Hagamos un ejercicio de historia comparada sin más pretensión que acercarnos a una posibilidad, darle un poco de sustento a los argumentos. En el año 1982, gobernaba en Argentina una dictadura feroz, una junta militar presidida por el general Leopoldo Fortunato Galtieri. El gobierno estaba en desastrosa situación política, el malestar social aumentaba, la crisis económica era grave. La junta no encontró una mejor manera de justificar su permanencia, de insuflar un poco de ánimo en la población, de distraerla del desastre que inventar una “guerra patria” contra Inglaterra. Y así fue, la junta en nombre de Argentina fue a la guerra… el final es conocido, la guerra terminó y la junto es un mal recuerdo de una represión brutal.
Aquí tenemos un gobierno igualmente acorralado, sin apoyo real, cada hora que pasa la situación económica empeora, el aislamiento en el mundo es casi unánime, el gobierno es un solitario rodeados de buitres con los ojos puestos en el petróleo y el oro. Todos los inventos le han fracasado, todos los planes se caen: no pudo ni acabar con el billete de cien, el petro es un fantasma, el lingotico es símbolo de la ausencia y el olvido. Tiene pocos caminos, si sube el sueldo la inflación galopa; si no hace nada el costo de la vida sigue insoportable, es un juego trancado. El terreno es propicio para inventar una guerra, esa es la salida de las dictaduras acorraladas… y los genios militares inventaron unas Malvinas, o como le gusta a la Reina, unas Falklands. Veamos.
Las señales del deslizamiento hacia una guerra con Colombia son claras: los incendiarios del gobierno han ido a la televisión y con mapa en mano han descrito las estrategias de guerra, la televisión estatal nos brinda el bochornoso espectáculo de estos ex militares rampando algunos metros, la milicia hace otro tanto. El ministro de la defensa vocifera que están listos para una guerra, movilizan tropas a la frontera y, mientras tanto, en el Zulia no hay electricidad.
El cuadro se agudiza cuando las FARC se alzan nuevamente en armas (sus razones tendrán) y los bandos más reaccionarios de lado y lado de la frontera se enardecen y comienza ya la batalla guerra. Julio Borges, los milicos retirados, Guaidó, la reacción fascista acusa al gobierno de apoyar a las FARC, y da la justificación a un ataque. El canciller colombiano denuncia los campamentos guerrilleros en territorio venezolano, otro tonto dice que los jefes de las FARC están aquí en Venezuela, una periodista irresponsable afirma que el video de las FARC anunciando su regreso beligerante fue filmado aquí, otros hablan de rusos en la frontera. Se refuerza militarmente a la frontera, las unidades militares están en alerta. El clima no aguanta un desliz de algunos de los dos bandos, o uno de los falsos positivos a que nos tiene acostumbrado Jorge Rodríguez.
Comparar las dos situaciones, las Malvinas y Colombia, tiene asidero, se parecen los gobernantes y se parecen las dificultades. Todo indica que Nicolás escogió el camino de Leopoldo Fortunato. O quizá deberíamos decir, las circunstancias llevaron a los dos a preferir una guerra que la renuncia, por la ilusión de mantenerse prefirieron la mortandad de una guerra… Quizá es verdad que el poder es en realidad una patología mental.