La economía mundial está sin duda al servicio de la banca internacional. Todo ha sido financiarisado, la economía productiva ha sido dejada de lado y el rentismo depredador se ha convertido en la principal forma de reproducción del capital. Con el dinero de los contribuyentes se salvan bancos y banqueros corruptos y se mantiene la industria armamentista, mientras se destruye el planeta y se condena a las masas a la precariedad y la miseria.
Hoy vivimos en una gigantesca burbuja económica que todo lo incluye: los bonos públicos y corporativos, las deudas públicas y privadas, los precios de los bienes inmobiliarios. Burbuja creada con instrumentos y procedimientos financieros basados en teorías monetaristas neoliberales. La ruptura intencional de esta burbuja causará una crisis general donde por supuesto ya sabemos quiénes van a salir bien jodidos y quienes, como siempre, se van a beneficiar.
Mark Carney, un mafioso proveniente de Goldman Sachs y director del banco de Inglaterra, en un discurso ante los banqueros centrales y las elites financieras internacionales el 23 de agosto habló sobre la necesidad de cambiar el juego y crear un sistema económico donde el dólar ya no sea la principal moneda de reserva, en sus palabras: “este tipo de transformaciones no son fáciles y para lograrlas siempre se han necesitado guerras y grandes crisis económicas”. Se refiere también en su discurso a la posibilidad de lanzar una “moneda sintética hegemónica” controlada por los bancos centrales… Mientras el banco de Inglaterra habla de abandonar el dólar y crear una moneda virtual internacional, en Venezuela andamos todos vueltos locos cambiando nuestro Bolívar soberano por estos papelitos verdes.
Lagarde, otra delincuente ex capo máximo del FMI y actual jefa del banco central europeo, también se refirió en uno de sus últimos discursos a los “nuevos vientos que soplan”, según ella el mundo se dirige hacia la digitalización, un mundo donde el dólar no mantendrá su hegemonía y en sus palabras: “llegará pronto el día donde nadie querrá intercambiar pedazos de papel”. Mientras las autoridades del FMI y los bancos centrales hablan de moneda electrónica, nosotros nos burlamos de nuestro “petro”.
Las elites globales tienen un plan y a pesar de sus eufemismos y la retórica retorcida a la que nos tienen acostumbrados, los intereses de las grandes mayorías no figuran en el para nada. Sin duda el despojo de los bienes públicos de nuestros países y la transferencia acelerada de los bienes de todos hacia las mafias financieras globales son parte integral de este macabro plan.
Desde que el imperialismo 2.0 de los gringos y sus amos en las corporaciones y las elites financieras eurocéntricas, suspendieron el standard oro y comenzaron con su impresión ilimitada de dólares sin respaldo, el colonialismo tomó un nuevo rostro donde la conquista y el establecimiento de colonias gobernadas directamente ya no les convenía. Imponiendo al dólar como moneda de intercambio global y reserva, las elites fueron obligando a los países (muchos creados por ellos mismos) a convertirse en estados clientes que solo le sirven a los intereses de las grandes corporaciones eurocéntricas y a las oligarquías locales siempre arrodilladas ante sus amos del norte. Estos “estados clientes” dominados por medio de la deuda permanente y dependientes cultural, tecnológica, económica y militarmente son obligados a mantener sus reservas internacionales en dólares y a invertir sus excedentes en bonos del tesoro gringos, de esa manera se conforma un círculo vicioso que les permite a las mafias que gobiernan a los estados unidos elevar su déficit continuamente y así aumentar su poderío militar imponiendo y manteniendo todo este fraudulento sistema por medio de una red global de bases militares permanentes. Al parecer este sistema ya les está resultando incómodo a una parte de las elites globales.
El rentismo depredador en esta etapa superior del capitalismo imperialista está representado por las elites financieras y sus corporaciones que hoy se han convertido en súper estados con gigantescos presupuestos. Estas grandes transnacionales sin patria dictan políticas, eligen y derrocan presidentes e incluso tienen el poder de desmembrar a las naciones que traten de oponerse a su perverso sistema de apropiación por despojo. En su desquiciada búsqueda de acumulación infinita de capital y desarrollo salvaje, la tiranía de las corporaciones se ha convertido en el principal enemigo de los bienes comunes de la humanidad. Selvas, reservas forestales, acuíferos, humedales, los océanos y hasta el espacio exterior están siendo devastados por la avaricia corporativa.
La Organización de las Naciones Unidas, organización que aunque nunca tuvo garra ni musculo para verdaderamente solucionar problemas y mantener la paz global al menos ayudó a mantener un semblante de preocupación por la situación del mundo, está siendo sustituida por una organización de ejércitos unidos, la guerrerista “OTAN” encargada de bombardear sin piedad e invadir violentamente a los clientes “desobedientes”. El fascismo y el sionismo avanzan ya descaradamente arrasando con todo a su paso y sus verdaderos planes solo ellos los conocen, aunque muchos sospechemos de qué se tratan.
El gobierno revolucionario bolivariano bajo ataque constante y despiadado desde afuera y desde adentro, se ha visto obligado a pactar con las elites importadoras y financieras para que no le desaparezcan los productos y el efectivo. La gran mayoría de los comerciantes se han dedicado a la especulación desatada sin que exista ningún tipo de control y sin tomar en cuenta el daño que se le está haciendo al pueblo trabajador, pueblo que a pesar de todo sigue resistiendo. Pero resistir no es suficiente. Hay que actuar e involucrarse más. De otra forma solo seguiremos perpetuando la injusticia y la desigualdad impuestas por siglos de dominación capitalista.
Debemos crear organizaciones civiles que legalmente obliguen al gobierno y a los empresarios a respetar las leyes y cumplir con las normas; leyes y normas que en ausencia de una asamblea legislativa decente y nacionalista deben ser impuestas a corto plazo por los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente con la aprobación del pueblo organizado. Tengamos en cuenta que la gran mayoría de los venezolanos hacemos vida en las grandes ciudades y hemos sido convertidos en consumidores compulsivos. Tenemos que aprender a consumir (y si es posible a producir) lo que verdaderamente necesitemos para vivir sano y bien.
Las empresas (incluyendo la banca pública y privada y las empresas familiares y de producción social), las organizaciones, cooperativas y los mal llamados “emprendedores” deben empezar a trabajar y producir no para “maximizar” sus beneficios sino para satisfacer las necesidades de sus trabajadores y de la comunidad. Los ciudadanos debemos organizarnos en asociaciones de consumidores para supervisar que eso sea posible y que se produzcan y se importen (cuando haya que importar) productos y servicios de calidad y a precios asequibles. Estas asociaciones de ciudadanos deben también velar por hacer cumplir las leyes y regulaciones ambientales y luchar para que las empresas mantengan sus compromisos ambientales y sociales y la calidad del trabajo. En pocas palabras lograr un nuevo pacto social que ponga al ser humano y a la madre naturaleza delante del supuestamente todopoderoso gran capital. Esa fue siempre la intención del chavismo de calle, no podemos seguir esperando y confiando en que todo será resuelto por los que están en el gobierno, sobre todo cuando algunos de los que allí están hace rato perdieron su ímpetu revolucionario, si es que alguna vez lo tuvieron. Las revoluciones no se hacen verticalmente, revolución debe ser el pueblo creando, proponiendo y trabajando y el gobierno escuchando y en lo posible, obedeciendo y ayudando al pueblo a organizarse para “cambiar todo lo que tenga que ser cambiado”.