Mi palabra

Dólares y huevos en boca de todo el mundo

¿Un dólar a cambio de la felicidad eterna?

Um... Soy más feliz con el dólar.

Mr. Burn personaje de la serie animada los Simpson

“Más vale en paz un huevo que en guerra un gallinero”

Proverbio argentino


En un mercadito al aire libre con el sol ardiente, como para freír huevos en una plancha de zinc, haciendo sudar a todos los compradores, el cual parecían más preocupados por los precios que, por el insoportable calor del día, cuando apenas eran las diez de la mañana; una señora, forrada en un vestido muy a la moda dejando muy poco a la imaginación–cosas de la moda– se le acercó a un vendedor de verduras para saludarlo con la voz en alto, abriendo rápidamente la conversación con dos temas presentes en la boca de todos los venezolanos: los huevos, y los dólares; llamando la atención de todo el que se acercaba a comprar, para finalmente expresar: “En mi casa parece que lo único, que existe son los dólares y los huevos, mis dos hijos no dejan de hablar de eso”. Una compradora, que acababa de llegar se le oyó decir en voz baja, casi entre dientes sin levantar la mirada “Deben ser, bien flojos”

Las dos mujeres se marcharon, cada una agarró por su lado, mientras el vendedor empezó a referirse a los compradores en un tono jodedor, sin dejar de reír: “Cada cliente trae un cuento diferente, especialmente las mujeres, y muchas de ellas están pensando en soluciones a la vuelta de la esquina. Hablan de los dólares, como si estuvieran en una peluquería, pero andan regateando los precios, y sacan las cuentas a su favor. La semana pasada llegó una, con un cuento para reír, y a la vez reflexionar; al lado de su casa están vendiendo el cartón de huevos a 75 mil bs, y al dividirlo entre 36, lo comparó con su salario: cada unidad vale 2 mil 83 bs, y ella no llega a mil 500 diarios, Su trabajo vale menos de un huevo al día”

La conversación se fue extendiendo, mientras el minorista no dejaba de atender y hablar. A los pocos minutos llegó un señor, muy serio, pero apenas escuchó hablar de los dólares, los ojos le brillaron, como encandilados por el imponente sol, para expresar su opinión sobre el tema: ¡Mientras el gobierno no suelte los dólares, seguimos atados a esa maldición! Una mujer, que se encontraba sentada, abanicándose con un cuaderno; la pareja sentimental del dueño del pequeño tarantín, se paró para intervenir: ¿Qué va a soltar el gobierno? ¡Cada rato llegan a esta ratonera con dólares en la mano a comprar, y la mayoría son limpios, como yo!

La tertulia la enriqueció una mujer muy joven, mientras escogía unos tomates: ¡Los dólares, y los huevos sirven para todo, menos para acabar con la avaricia de los comerciantes, ese es el gran negocio del momento, y por eso aumentan todos los días, y el pueblo que se joda! El vendedor, al oír parte de la expresión de la joven, se refiriera de manera muy ambigua a una de las mujeres, que se había marchado varios minutos atrás ¡Puede que sean unos flojos, pero pendejos no son, porque se venden y se consumen rápidamente los codiciados huevos y los malditos dólares!


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Narciso Torrealba


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