“La justicia, aunque anda cojeando,
rara vez deja de alcanzar al criminal en su carrera”.
Horacio (65 AC-8 AC), poeta latino
El gobierno estadounidense, como un verdadero tramposo, juega con las cartas marcadas; sin embargo, siempre sale perdiendo antes la opinión pública, al no poder esconder sus malas intenciones, cuando asoma cualquiera iniciativa o argumento supuestamente en defensa de sus intereses. El mismo Barack Obama, terminó tan enredado, cuando presento un adefesio contra Venezuela, por medio de un decreto al considerarla: ¡UNA AMENAZA INUSUAL Y EXTRAORDINARIA! cuando la verdad verdadera, es que siempre ha estado amenazada por cuanto gobierno se instala en la Casa Blanca.
A los pocos días de abandonar el cargo, Barack Obama, desempolvo el dispositivo al no tener otro argumento para despertar la curiosidad, y el odio anti bolivariano entre los venezolanos, como queriendo decir: “Me voy, pero ahí les dejo eso”. Se marchó, y ciertamente dejó la hoguera encendida para nuevos ataques en contra del proceso venezolano, por parte de Donald Trump. El más agresivo y peligroso representante del gran capital en los últimos años.
En cada inicio de gobierno en los Estados Unidos, lo primero que hacen es atizar los cañones de la guerra, a cuanto país no se amolde a sus caprichos para incrementar su poderío a través de la fuerza; caso contrario, rápidamente es colocado en las páginas rojas, con la ayuda de cualquier arrastrado –único requisito: un cargo de representación popular–como el que ostenta el autoproclamado en estos momentos: presidente de la asamblea nacional, organismo convertido en un laboratorio para ensayar cualquier ataque contra el gobierno, desde el mismo momento de obtener mayoría la oposición en unas elecciones libres, y democráticas, como ha venido sucediendo en nuestros país, desde el inicio del proceso liderizado por el comandante Hugo Chávez.
Después de hacer una pasantía en las guarimbas a calzón quitado, el INTERINO quedó en el más completo anonimato, para luego levantarse en busca de protagonismo, como un auténtico aventurero al autoproclamarse en la calle–caso nunca visto en ninguna parte del mundo– para ponerse al servicio de los más oscuros intereses del gobierno estadounidense. Nunca ha significado un peligro para la estabilidad del gobierno, pero el titiritero mayor–Donald Trump–empezó a mover los hilos al ver al fantoche envalentonado, al creer todos los halagos utilizados por el laboratorio mediático del imperialismo para presentarlo, como el rival del Presidente Nicolás Maduro, aprovechando la actual coyuntura política y económica del país.
En estos momentos, por mucho apoyo pregonado por Trump, y sus voceros, lo cierto es que lo han dejado a su libre albedrío; saben perfectamente que no hay manera de revivir un cadáver político, cuando la única cualidad destacada: es arrastrarse, superando a cualquier traidor, y en los traidores nadie cree, ni el mismo ser que lo engendró. Los últimos pasos del insidioso, demuestran el peligro de una fiera acorralado; se está pasando de la raya, y no precisamente la línea divisoria entre los dos países; anda buscando el apoyo de personas (los rastrojos) con un historial muy negro, a quienes poco les importa la vida humana con tal de ver los “verdolagas” en sus cuentas bancarias, y todos sabemos que el señor de los sueños frustrados, carga las alforjas a reventar.
¿Qué ha hecho el autoproclamado en los últimos días? Arriesgar el pellejo, porque no le queda otra, tratar de revivir a como dé lugar. Se encuentra en una verdadera encrucijada, viendo para todas partes, totalmente chorreado. Empiezan a cerrarle todas las puertas, menos la del gobierno colombiano, y la opción de los (rastrojos) mientras tenga dólares. El último aviso se lo acaba de dar el presidente de la ONU António Guterres, al reconocer, como único Presidente a Nicolás Maduro. ¿Cómo queda el interino?
Todas las noticias de los últimos días, relacionadas con el autoproclamado, lejos de revivirlo, lo terminan de hundir a pesar del reiterado señalamiento de su nombre y apellido. Se presentó el diálogo de los que abogan por la paz, y rechazan la política intervencionista de los Estados Unidos, y él sigue echándole fuego a la candela. Se le acabaron los viajes en confortables jets, como un embajador o diplomático de carrera. Ahora le queda patear las trochas para darse la mano con lo más sanguinario del narcoparamilitarismo colombiano; se encuentra atado, y busca zafarse de cualquier manera, pero lo que ha hecho no es cualquier cosa: tratar de entregarle el país a los gringos; y eso más temprano que tarde, la justicia venezolana debe castigar con todo el peso de la ley.