De loros y guacamayas

Los loros tienen fama por su hablar, o mejor, por su imitación de sonidos y su inteligencia; las guacamayas son conocidas por su belleza y su graznido.

Los dos alegran selvas y campos, y en algunas ciudades se encuentran en las zonas verdes. En Venezuela y algunos otros países del continente se califican "loros" a las personas que hablan sin conocimiento de causa, que sólo repiten lo que oyen, y "guacamayas" a los que graznan sin ningún contenido.

La conducta de esta fauna se encuentra muy difundida entre los políticos, allí los silbidos, las palabras de los jefes, encuentran eco en los subalternos. De esta manera es posible, precisando algunas palabras, ubicar a un político, cada parcialidad tiene un grupo de palabras que lo determinan. En eso no hay nada extraordinario, se puede determinar el origen de una persona por un grupo determinado de palabras y hasta por una sola. Hasta aquí no hay problemas, son asuntos del folklor. Todo se agrava cuando el lorismo, el guacamayismo, toma cuenta de la dirección del gobierno, cuando los gobernantes son simples repetidores de frases huecas, de silbidos, de graznidos. Y esta, es lamentable decirlo, es la situación de la Venezuela del madurismo. Veamos dos ejemplos.

El presidente dice ser un presidente obrero, y la afirmación es, cual loro, repetida por los niveles subalternos. Cuando a lo sumo se podría sostener que tiene alguna pasantía en el trabajo de chofer, sin embargo, su práctica es completamente antiobrera. Raro este presidente obrero que estimula al capitalismo, así lo declara con desfachatez, hace alianzas con el verdugo de los obreros. Es conocido desde hace mucho que el capitalista obtiene sus ganancias de la explotación de los obreros, les paga una miseria y se apropia del grueso del producto del trabajo. No hay capitalista que no sea verdugo de los obreros, no hay capitalismo bueno, no existe presidente obrero partidario del capitalismo, en realidad es un capitalista avergonzado. Quien repita la especie está actuando como un loro, no sabe lo que dice, sólo graznidos.

Uno de sus ministros más conspicuos, tareck el aissami, declara a voz en cuello que toda su vida ha sido antiimperialista, que lo hace feliz las medidas de los gringos en su contra. Y, simultáneamente, nos habla de la prosperidad que vendrá de la manos de los capitalistas. Es un connotado estimulador del capitalismo, propiciador de un engendro que llamaron en su oportunidad el "El Shandong de Aragua", un símil de la barbaridad que hizo el capitalismo en esa zona de China. Habrá que perdonarlo porque no sabe lo que dice, o condenarlo por tramposo, o quizá la historia lo absolverá por ser simplemente una víctima del lorismo. Veamos.

El imperialismo, ya lo dicen los clásicos, es la fase superior del capitalismo, es una forma evolucionada del capitalismo. De allí que atacar al imperialismo sin hacerlo con el capitalismo, hacerlo desde posiciones capitalistas no define como revolucionario. Antiimperialista de este tipo fue hitler, por ejemplo. Podemos ir más profundo y decir que todo imperio es en esencia antiimperialista, participa de la guerra interimperialista: el imperio chino, pelea con el imperio gringo, el imperio ruso pelea con los gringos. En resumen, el antiimperialismo no define una posición revolucionaria, es una parte, pero falta algo más, es necesario ser ¡anticapitalista! ¡Socialista! De otra manera decirse antiimperialista desde el capitalismo es ser un loro o un fraude.

 



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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