Una sociedad anónima (por sus siglas S.A) es una forma de organización de tipo capitalista muy utilizadas en las grandes compañías. Todo el capital se encuentra dividido en acciones, que representan la participación de cada socio en el capital de la compañía. Entre los derechos económicos de los socios es el derecho a participar en el repartimiento de las ganancias y el derecho económico al patrimonio resultante de la liquidación.
Tal como presento el epígrafe de este artículo pareciera que le estoy haciendo publicidad a una oficina mercantil o a una empresa de seguro. Lamentablemente no es así, por fortuna, no tengo nada que ver con una empresa de publicidad, ni tampoco con una sociedad financiera. La razón de este escrito tiene que ver con la forma de ciertos políticos de entender la política.
La situación que viven algunos países suramericanos, como Venezuela, Ecuador, Nicaragua, Cuba, Bolivia, Argentina, entre otros, nos evidencia que los presidentes como Donald Trump, Duque, Bolsonario, Macri, Piñera, otros gobernantes y primeros ministros europeos, además, personajes tan nefastos como Luis Almagro, secretario general del Ministerios de las Colonias de EEUU (OEA), no se comportan como políticos sino como socios de una gran sociedad anónima, cuyo único interés es acrecentar el capital de la empresa. Pareciera que los últimos señalados están resueltos a participar en el repartimiento de las ganancias de una gran empresa mercantil llamada La Política, radicada en Centro y Suramérica.
Modernamente los presidentes de algunos países no cumplen el rol para lo cual fueron elegidos, como es el trabajar para los electores que votaron por él y para que los residentes del país mejoren la calidad de vida y sean beneficiados con óptimos servicios. Para cumplir con tales objetivos cuentan con las riquezas del país cuya explotación de las riquezas debe favorecer, primero a los más necesitados, de manera que tengan acceso a la alimentación, vivienda, salud, trabajo y educación. Así mismo, propiciar la creación de empresas para el beneficio de todos, tanto de los empleados como a los patrones.
Modernamente, es el neoliberalismo el que dicta los lineamientos de La Política y los socios presidentes, gestores de este modelo cuyo único interés es acrecentar los capitales, encontraron en la alimentación, vivienda, salud y educación un lomito para hacer buenos negocios. De manera que al privatizar tales servicios el usufructo consentiría obtener enormes dividendos, sin importar las desgracias que esto acarreara a los asalariados del país, la nación donde fue elegido para que dirigiera su destino. Del mismo modo, desnacionalizar las industrias básicas nacionales para entregarlas al capital extranjero, en detrimento del progreso del estado.
La Política se comporta como cualquier sociedad comercial: contrata empresas publicitarias para vender un producto (un presidente), enumera las ventajas del uso del producto (plan de gobierno), mienten descaradamente a través de la publicidad (incumplimiento del plan de gobierno), inventa mecanismo para crear una dependencia del producto publicitado (forma fanáticos), contratan diversas empresas publicitarias para posicionar una marca (utiliza la prensa escrita, televisión, radio y redes sociales, para imponer las ventajas del neoliberalismo). En fin actualmente La Política es una forma de los socios para hacer dinero, administrando las riquezas del país para el beneficio de los miembros de la sociedad mercantil.
Lo que ocurre en el mundo nos señala que el presidente ocasional en ejercicio de esa sociedad mercantil, el rubicundo Donald Trump, representa a las grandes corporaciones financieras, mercantiles, agrarias, tecnológicas, energéticas, industriales, fabricantes de armas, narcotráfico, entre tantas que hacen vida en el planeta. Estas son los que dictan las directrices a los demás socios minoritarios para obtener grandes beneficios económicos. Cuando algún miembro del espectro político del planeta no obedece tales preceptos se verán sometidos a sanciones financieras, económicas y militar.
Venezuela, lamentablemente desde hace veinte años está sometida a las acciones de La Política, dirigida por Donald Trump y sus secuaces. Este nefasto personaje, extraído de la peor cloaca empresarial, es quien dicta las normas que deben seguir los demás socios de la empresa. El único delito cometido, en un principio Chávez y ahora el presidente MM, es repartir la riqueza de país con equidad, de manera que los pobres tengan acceso a la vivienda, la educación, la salud y a la recreación. Esto no lo perdona los capitalistas del mundo, quienes todo lo ven en términos de negocio. Deben ser solo las empresas privadas las encargados de administrar las riquezas provenientes de la tierra, tanto de sus entrañas, como de todo lo que está en la parte externa, así mismo los beneficios obtenidos del agua, de los ríos, de los lagos y los mares.
La Política tal como los concibe Donald Trump y sus socios no admiten que alguien rompa las reglas, en caso de que esto ocurra todo un aparato financiero, publicitario, mercantil y militar se activan para sancionar el "alzado" o los "alzaos".
No les importa si se las sanciones son individualidades, también arremete contra pueblos enteros como Cuba, Siria, Corea del Norte, Irak, Libia, Yemen, China, Rusia, Venezuela o cualquiera que se le interponga en sus aspiraciones. Al monstruo sanguinario de Trump no le importa si el país es amigo o enemigo. Sanciona por igual a la UE con aranceles, a la India porque esta le compra aviones a Rusia, sus garras son tan grandes que abarcan grandes extensiones, con la certeza que cada vez que retira esas zarpas salen ensangrentada con la hemoglobina de pueblo.
Recién miles de ecuatorianos, en su mayoría indígenas y campesinos con una tradición de lucha, abandonaron sus hogares para protestar por las condiciones impuestas por el FMI que perjudican a millones de personas. La respuesta del traidor Lenin Moreno fue reprimir a mansalva y de manera asesina la pertinencia de los pueblos a reclamar lo contemplado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Estos "alzaos", estos "zánganos" provenientes de las zonas más lejanas de Quito lo que están reclamando el derecho a vivir decentemente, con salarios dignos y evitar que la riqueza de Ecuador le sea entregada a los socios de La Política.
Pero La Política no perdona. A raíz de las manifestaciones del Ecuador y la forma criminal como lo está reprimiendo la policía y los militares del traidor Lenin Moreno, emergen de sus guaridas los roedores, no para condenar al represor, si no para reprobar las acciones de un pueblo que está defendiendo sus derechos. Aparecen, tal como en la publicidad de un producto, las agencias publicitarias con sus fake news (mentiras) para desprestigiar la lucha de un pueblo oprimido. Acusan de culpables a políticos que viven fuera del Ecuador, a Correa y a Maduro. A este último, pareciera que se ha convertido en una especie de Napoleón, capaz de intervenir en todos los alzamientos, en Ecuador, Argentina, Colombia, Perú, El Salvador, entre tantos. Juzgo que MM es un gran estratega, capaz de desestabilizar los pueblos más apartados de la geografía. Y pensar que los opositores afirman que nuestro presidente es "un burro", entonces, si fuera inteligente se apoderaría de los cinco continentes con solo mover el bigote. No se puede ser más imbécil. Los culpables de lo que ocurre en Ecuador, Argentina, Paraguay y otros países centro y suramericanos se encuentran en sus propios países y en los dictados del FMI.
La Política encontró en nuestro país el cancerbero ideal, el perro con tres cabezas de la mitología que custodia el infierno, el tonto útil de Juanito Alimaña, el traidor de Borges y el apátrida Carlos Vecchio los encargados de entregar, en el supuesto negado de formar gobierno, nuestras riquezas. En verdad estos degenerados no son socios de este enjambre empresarial llamado La Política, son unos siervos que arrastran ante el amo para obtener beneficios a cambio de la entrega de nuestros activos colocado fuera del país.
Los imbéciles son fáciles de convencer, los hay a montones en todas partes del mundo por ser la idiotez una enfermedad epidémica. Razón tiene Woody Allen cuando expresó: "La ventaja de ser inteligente es que puede fingir ser imbécil, mientras que al revés es imposible". Espero que esto lo entienda Juan Guaidó. Lee que algo queda.