Aceptémoslo, todo el que tiene que levantarse todos los días a trabajar, todo aquel que no vive de la renta está más cerca de los de abajo que de los de arriba.
Ud. puede pensar que vivir en un buen apartamento en una buena zona y tener un vehículo nuevo así sea todo a crédito o hipotecado lo convierte ya en candidato a pertenecer al fabuloso club de los mil millonarios. Con esfuerzo y trabajo se llega lejos es verdad. Pero ese elitesco club créame ya está lleno y una tragedia cualquiera, dios no lo quiera, una enfermedad catastrófica, cada día más comunes, un terremoto u otro desastre natural o una guerra armada también muy de moda en los últimos años, puede acabar rápidamente con sus sueños de grandeza.
Que Incluso algunos apellidotes venidos a menos a pesar de su decadencia moral y económica sigan mirando a los de abajo con cierto desprecio o aires de superioridad es entendible pero que aquellos en las nuevas "clases medias" aquellos que han elevado su "posición social" y aumentado inmensamente sus cuentas bancarias en estos 20 años de revolución bolivariana lo hagan es indignante. No me malinterpreten, creo que todos tenemos el derecho a crecer y a superarnos en la vida, que nuestro trabajo trabajo sea bien remunerado y a vivir digna y cómodamente pero no a costillas de los demás o aprovechándose de los más débiles para incrementar las ganancias. En algunas islas del caribe lo llaman la mentalidad del cangrejo en el barril. En temporada de caza del cangrejo azul acostumbran los isleños a meterlos en barriles, allí los cangrejos tratan desesperadamente de escapar empujando y aplastando a los demás para siempre terminar cayendo otra vez al fondo del barril.
Muchos de estos "emprendedores", contratistas o dueños de negocios posiblemente crean que los cantos de sirena son verdad y que están un paso de lograr el sueño que les venden por los medios hegemónicos de comunicación donde las grandes riquezas y los muchos bienes materiales que según ellos no hacen la felicidad pero la imitan igualito están al alcance de la mano. Encandilados se sienten lejos de la "gente común" y más cerca de las elites que todo lo poseen y controlan sin comprender que solo a unos pocos se les permite verdaderamente triunfar. Cuando los tanques pensantes lo creen necesario eligen a algún afortunado, un artista, un político corrupto o un narcotraficante, los sacan de la oscuridad, los vuelven estrellas, casi siempre fugaces, pues cuando ya no son necesitados, se ponen demasiado rebeldes o su imagen se vuelve demasiado comprometedora son descartados sin piedad alguna. Incluso los nuevos milmillonarios y poderosos mega corruptos del sur son vistos como los europeos de orilla, los recién llegados, los jala bolas por las elites financieras globales imperialistas.
En esta era de crisis la "clase media" se siente amenazada, los pueblos se levantan y todo se vuelve un caos, la economía mundial se encuentra otra vez al borde del colapso y el planeta ya no soporta tanta explotación. El escenario perfecto para hacer surgir nuevamente el discurso xenófobo, racista y autoritario del fascismo. Muchos en esa supuesta clase media, sobre todo los jóvenes que no conocen la historia y muchos en la clase obrera que debido al régimen capitalista no tienen una educación que les permita pensar críticamente, están prestos a seguir como burros las órdenes del hegemón y sus corporaciones. Los verdaderos valores espirituales, las cosas que nos hacen verdaderamente humanos se van perdiendo. Ya no existe la solidaridad. Solo importa el obtener ganancias lo más rápidamente. Pero no nos dejemos engañar detrás de todo hay un plan.
En Venezuela la guerra económica y la propaganda atacan puntual y ferozmente a los principales pilares de toda revolución sincera, la solidaridad y la ética revolucionarias. Vemos entonces que surgen miles de pequeños abastos donde se vende de todo pero a precios exorbitantes. Igual pasa en los grandes mercados ya no hay acaparamiento pero si una especulación cruel y descarada.
A pesar del bloqueo los tramposos de siempre, los que se han llevado los dólares traen de todo. Automóviles y motos último modelo, teléfonos y televisores inteligentes, cualquier cantidad de prendas de vestir y diferentes accesorios y todo tipo de alimentos se consiguen en centros comerciales y tiendas grandes y pequeñas y hasta en las calles pero sus precios solo son altos y van siempre hacia arriba. Sobre todo si el presidente sube el sueldo como lo manda la constitución.
Imaginamos que detrás de esto además del plan de las elites para destruir la revolución debe haber un plan del gobierno para reactivar la economía y normalizar la situación del país. Tal vez todo este rollo ayude a desmontar la mentira de la crisis humanitaria que tratan de vender en el mundo las fuerzas del fascismo. Pero algunos nos preguntamos donde está el socialismo en todo esto.
Sabemos bien que el socialismo hay que inventarlo, y que en una Venezuela totalmente asediada por las fuerzas imperiales no hay un "manual socialista" para construir la patria que queremos. Pero tal vez sea hora de que el gobierno y el estado, me refiero tanto al ejecutivo como a los gobernadores, alcaldes y concejales empiecen a explicarnos cuanto se recauda de impuestos cuánto aportan (si es que en verdad aportan) todos los negocios recién montados, las importadoras, vejas y nuevas, algunas misteriosas "fundaciones" y todos los contratistas que trabajan con el estado al fisco nacional y como se reparte esa riqueza equitativamente entre todos los venezolanos.
Sigo pensando que los venezolanos merecemos que se nos hable claro y con la verdad además cuanto más transparente sea la gestión revolucionaria más fácil será desmontar las mentiras y las campañas de la derecha nacional e internacional. Bien dice el refrán "cuentas claras conservan amistades".
Personalmente seguiré apoyando al gobierno revolucionario del compañero Maduro y a todos los gobiernos progresistas y movimientos sociales que luchan por un mundo mejor, trabajando y levantando mi voz para detener el avance del fascismo internacional. Ya no me cabe la menor duda de que el comandante Chávez no se equivocó cuando le encomendó decididamente a Nicolás: "comuna o nada". Para allá vamos. Pero no se puede construir comuna sin un pueblo consiente y no puede haber revolución sin ética, moral y honestidad revolucionaria. Los cambios necesarios deben comenzar en cada uno de nuestros corazones.