Ahora cuando el continente se incendia en protestas populares, el capitalismo empuña sus mejores armas. Es verdad que reprime, sin embargo, saben que la batalla principal contra cualquier incendio la dan los bomberos, en este caso los bomberos ideológicos. Es allí, en la ideología, donde ocurre la batalla principal. Veamos.
El capitalismo tiene como su principal enemigo a una vanguardia revolucionaria dotada de una ideología revolucionaria, sólo de ese binomio puede salir una práctica revolucionaria que ponga en peligro su hegemonía. Entonces, su objetivo central es impedir la formación de ese binomio, todos sus esfuerzos van dirigidos contra él, descubrieron que la fuerza de una vanguardia la determina la fuerza de su ideología y la calidad de su líder.
La clave es dirigir la energía social, cuando periódicamente desborda el control de los gobiernos capitalistas, hacia metas no peligrosas: cambio de presidentes, elecciones "limpias", cne imparciales, constituyentes y, en los más disimulados, lucha contra el imperialismo, contra el neoliberalismo. Nunca hablar de capitalismo, eso es tabú. La directriz es: "todo es permitido, menos hablar contra el capitalismo".
En Venezuela el fenómeno se presenta con más claridad: aquí hubo un brote ¡anticapitalista!, Socialista. Las alarmas se encendieron y la batalla comenzó en todos los niveles, desde el personal hasta el planetario. Las pugnas internacionales se sumaron a las tensiones nacionales. Los imperios vinieron a este escenario, los rusos y los chinos metieron la cuchara, los gringos construyeron sus opciones. Al final, optaron por la solución de eliminar el centro del problema, asesinar a Chávez. Habían diagnosticado la flojedad ideológica de su entorno; después del asesinato, cualquier vía que tomara el país siempre sería fácilmente capturable. Y tuvieron razón. Luego del magnicidio vino una elección entre dos capriles, los dos candidatos no eran peligro para el capitalismo. Había tenido éxito la operación, el resto era carpintería, lo principal estaba resuelto.
Lo que hoy vemos son los estertores, la agonía, de unos gobernantes que actúan como verdugos del Socialismo, de su renacer. El madurismo, para ocultar su traición al ideario socialista, al pensamiento de Chávez, se refugia en el antiimperialismo, en el antineoliberalismo, en las luchas indígenas.
El antiimperialismo sin anticapitalismo es, en definitiva y fuera de máscaras, una pirueta del imperialismo, siempre termina en los garras de un imperialismo. Es el caso del madurismo, que se declara antigringo pero se entrega a los rusos y chinos, a las trasnacionales de cualquier bandera. Los teóricos con un poco más de pudor nos hablan de neoliberalismo, como si fuera algo ajeno al capitalismo, un fenómeno, una anomalía que se puede combatir sin atacar al capitalismo, venden la patraña de la posibilidad de un capitalismo bien comportado, que no sea maluco, que no exagere. Allí en su guarida se sienten cómodos, siente que no parecen desleales, consiguieron una hoja de parra para cubrir su traición.
El Chavismo no puede aceptar la engañifa del madurismo: que se oculten tras un evento antiimperialista, unos discursos de mentiritas y después saquen la cara para decirnos, con desfachatez, que se necesita al burgués para elevar las fuerzas productivas, o que son la mayor garantía para la empresa capitalista.
http://www.noticierodigital.com/2019/09/maduro-la-revolucion-la-mejor-aliada-la-empresa-privada/
Los chavistas tienen la responsabilidad con el Comandante, con el país, con el mundo de denunciar, desenmascarar, al madurismo, no dejar que el ideario chavista sea convertido en un sarcasmo de la esperanza que una vez fue.