La fábula, por conocida, dispensa transcribirla. Sólo diremos que unos ratoncitos azotados por un gato pendenciero proponen una magnifica solución para el problema: ponerle un cascabel al gato, el asunto se complica al determinar quién se encarga de la tarea. Nos alecciona la fábula de la necesidad del heroísmo para resolver los problemas; no basta la inteligencia, la disposición, es necesario en última instancia el heroísmo, el desprendimiento, de otra manera todo se queda en la intención. Lo anterior es cierto en muchos campos de la vida, pero más en la política, donde siempre la audacia, la capacidad de riesgo es determinante.
Aquí en Venezuela padecemos un gobierno similar a un azote de barrio, a un guapetón de sindicato, a un gato pendenciero. Es una plaga, todo lo arrasa, todo lo destruye, nada le sale bien, sólo miente y sólo sabe excusarse, es experto en culpar a los demás de sus tortas. Todo el país concuerda con esta apreciación, nadie lo quiere, las manifestaciones de cariño son fingidas, presionadas por la conveniencia. No hay dudas de lo dañino que es el gobierno, hay que cambiarlo, pocos son los que disienten de esta necesidad, ni su círculo íntimo, que ya comienza a prepararse para después.
La solución toma muchas formas, todas implican riesgos, todas exigen heroísmo, las que no requieren esfuerzos, las elecciones, en realidad no son soluciones. Si pensamos por qué tenemos tanto tiempo padeciendo un gobierno que nadie quiere, debemos imputarlo al egoísmo profundo que se generalizó entre nosotros, se perdió el sentido de pertenencia a la sociedad, la guerra de todos contra todos llegó a niveles inconcebibles, no se confía en nadie, nadie quiere dar, sólo recibir, se espera que otro corra los riesgos, se espera que del cielo llueva café, que otro ponga el cascabel.
Nuestra sociedad está tan enferma que parece perdió la capacidad de homeostasis, de controlarse, de sanarse a sí misma. Vivimos días definitivos para la existencia de la Patria. Hoy se prueban las reservas morales, si la Patria de Bolívar se desvanecerá tal como se desvaneció la Gran Colombia, si será anexada como lo fue Puerto Rico, o pedazos de México, si de verdad Chávez aún vive entre nosotros o es sólo una retórica vacía, una imagen para cubrir el desastre. Hoy se demuestra si defenderemos esta Patria que nos legaron los libertadores, o la entregaremos entre rampladas de mentirita, jueguitos verbales, programas de variedades en la televisión, inventos inútiles, mentiras, mentiras… mientras la Patria se nos disuelve en las narices.
Todos tenemos el compromiso adquirido de salvar este suelo, este cielo, pero hay unos en los que este compromiso es un imperativo absoluto con la vida, con la Patria y con el Comandante Chávez. Ellos fueron sus colaboradores más cercanos, tienen una responsabilidad directa con el Comandante, con su recuerdo, el compromiso de ellos es mayor. Son los llamados a demostrar que son sus verdaderos hijos, a limpiar su nombre de la acción de los falsos hijos, los que traicionaron su nombre para alimentar sus egos y sus carteras. Son los llamados a llenar el vacío de dirección, a conducir la sociedad por caminos de superación de esta crisis, a impedir la disolución de la Patria. Ya es hora de que se reúnan, ellos deben dar al país una lección de desprendimiento, de altura política, derrotar la mezquindad y el oportunismo. Alguien debe convocarlos a concilio.
Quien no cumpla con su destino mañana no dormirá tranquilo, mañana no podrá ver a sus hijos, a sus nietos a los ojos, caminará con la cabeza gacha…