El imperio de las mentiras

Este artículo lo escribiré con el temor de que resulte una mentira, dado que a lo seres humanos nos acostumbramos tanto a la ficción que, la verdad como que nos resulta extraña, hasta podría ser algo incómoda. Juzgo que desde que vinimos a este planeta nos rodea un mundo inventado por otros para que podamos digerirlo. De tal manera que logremos adaptarnos y consigamos vivir, aceptando como cierto todo lo que nos esclaviza. De seguida voy a revisar algunos elementos con los cuales nos encontramos a lo largo de nuestra existencia, los analizaré para que cada quien se forme su criterio. Pueda que yo tenga o no razón, o quizás, todo lo que escribo sean puras mentiras, en tal caso, seguiré en la misma frecuencia de los mentirosos, los mismos que construyeron el mundo.

Desde el momento que vimos la luz por primera vez, llegando al orbe al cual no fuimos invitados, formamos parte de una familia "la célula fundamental de la sociedad". La primera mentira. Para los estudiados de historia es archiconocido que la familia ha sido y es el núcleo donde se han suscitado los más crueles asesinatos, con el afán de conseguir el poder, a costa de la muerte de algún pariente. Si se revisan las crónicas del Imperio Romano advertiremos que muy pocos fueron los emperadores que sucumbieron de muerte natural. Por lo general, las intrigas familiares derivaban en la muerte del monarca para que un miembro de la parentela, por lo general, el asesino o la asesina, ocupara el poder. Pero tales prácticas sucedieron no solo durante el Imperio Romano, también fueron frecuentes en las monarquías europeas. En estos casos la sucesión se resolvía mediante el veneno o el sicario, quien recibía su paga para acabar con la vida del rey del turno. Modernamente, en el mundo globalizado, en las empresas o compañías anónimas, donde la presidencia ejecutiva se determina mediante la herencia o sucesión familiar, se conocen casos de traiciones, hasta de homicidios para decidir la jefatura de la sociedad mercantil. En el mundo del perraje, donde el dinero no es el fundamento de la pendencia, tampoco sorprende las traiciones y las envidias entre los miembros de la familia, a tal grado, que es normal que los miembros riñan, se alejen, se dispersen en la geografía del país y nunca se vuelvan a encontrar.

Eso de que la familia es la célula fundamental de la sociedad no es una verdad verdadera, en este aspecto la religión no se queda atrás. Cuando el feto ve por primera vez la luz de inmediato los padres, sin pedirle opinión al recién nacido, le impone la religión que ellos profesan. El niño judío está condenado a la circuncisión sin que el pobre opine, si quiere o no que le desgarren su pipí; el niño católico tendrá que soportar en la pila bautismal el baño de agua fría en la frente y sufrir la mala cara del cura que lo bautizará; el infante protestante tendrá que calarse que lo sumerjan en río contaminado, a semejanza como lo hicieron con Jesús cuando era un adulto. De allí hacia adelante a los pobres neonatos tendrán que tolerar el imperio de las mentiras.

Todas las religiones o sectas refieren que su doctrina es la verdadera fe, que su dios es el único, el que reina sobre todo el planeta. Si todas las doctrinas son únicas y su dios es el verdadero se deduce, por lo tanto, que todas son mentiras, que ninguna es auténtica y ese dios es una farsa. Todas las religiones son un negocio y todos los dioses son creaciones humanas para alimentar y engordar la empresa.

A manera de ejemplo, utilicemos el catolicismo y revisemos parte de sus cánones instituidos en un libro de ficción, La Biblia, escrito cientos años después de la muerte de Jesús, otro personaje inventado por los clérigos. El libro sagrado de los cristianos parte de una mentira, que ni el más tonto la cree: el mundo se hizo en siete días, después continúan las falacias. El hombre se creó con un amasijo de barro y a la mujer de una costilla extraída del macho, que por un hecho extraño el barro endurecido se transformó en hueso. De esta primera página hasta la última La Biblia es una obra de ciencia ficción, de terror y sobre todo de mentiras. Nos relata sobre una dama que pare a Jesús siendo virgen y continua con su castidad después de dar a luz a otros muchachos. Cuenta la obra sobre el niño dios, pero que a pesar de su omnipotencia, el abandonado por Dios no logra salvarse de la crucifixión, sin embargo consigue resucitar al tercer día después de fallecido. También describe la hegemonía de un dios sobre todo los reyes y lo llaman rey de reyes, solo valedero en mundo donde la monarquía era el único modelo político del planeta. Así mismo, narra sobre la navidad o natividad, una historia que todo el mundo conoce su origen: las fiestas saturnales romanas, que nada tienen que ver con el nacimiento de Jesús, quien tampoco nació en diciembre. Y qué decir de la orgía consumista de la navidad. Una mentira convertida en negocio para que los creyentes gasten el dinero que no tienen, consumiendo productos nocivos para la salud, comprando objetos que no necesitan y al final, quedar endeudado. Una mentira provechosa para los comerciantes. También la obra sagrada nos cuenta de un Salvador que no salvó a nadie, ni siquiera él mismo se salvaguardó, dado que la vida en nuestro planeta durante toda las épocas, hasta el siglo XXI es una porquería, porque para vivir se necesita dinero y si no se tiene, se está jodido.

La religión es un negocio muy lucrativo. De este han vivido y viven las jerarquías de las religiones católicas, judías, protestantes, budistas, santería, sintoísmo, islamismo, hinduismo, taoísmo, brahmanismo, zoroastrismo, entre tantas de la que existen y además, de las sectas que también reciben sus beneficios de feligreses incautos. Aquellos quienes creen encontrar en la fe el instrumento para que su alma, una vez fallecido, disfruten de los beneficios de la vida eterna en un paraíso celestial. Siempre al lado o muy cerca de su deidad; bien sea Dios, Yahvé, Alá, Krisna, Ahura Mazda, Amaterasu Omikami, Elegua, Lao-Tse, entre los innumerables dioses que han contribuido y contribuyen a engordar las cuentas bancarias y patrimonios de los jerarcas eclesiásticos.

También es importante resaltar la mentira de la educación, como la herramienta para formar hombres dignos. Se tiene que, en nuestro caso, los jóvenes estudian once años y al terminar la secundaria no han aprendido nada útil, no saben desempeñar un oficio, no tienen destreza manual y no hablan otro idioma. Y de los hombres dignos, esto lo pongo en duda. Es altamente trillado que la mayoría de los siniestros presidentes neoliberales estudiaron en prestigiosas universidades norteamericanas y europeas, así mismo, las grandes estafas financieras y de otras índoles fueron y son causadas por "honorables" egresados universitarios.

Pero lo que son un primor en las mentiras son los políticos. Los anales de la historia lo demuestran. Los primeros mentirosos fueron los monárquicos, estos afirmaban que el rey era la encarnación de dios en la Tierra. Para esto contaban con la alcahuetería del papa de turno, quien llevaba a cabo la coronación del monarca, como prueba de la intervención de Dios en la ceremonia. A partir de este acto solemne los siervos debían prosternase ante el monarca, reverenciando a un representante del Dios en la Tierra. De allí en adelante todo era explotación, esclavitud y servidumbre en nombre de la fe católica.

Los capitalistas, tomando el modelo de los monárquicos, hicieron de la mentira una manera de perpetuarse en poder mediante la farsa de la democracia. Utilizan todos los medios de comunicación, fieles al modelo liberal, y las redes sociales pregonando las bondades del capitalismo. A pesar de que en los países donde el neoliberalismo gobierna sus habitantes no han superado la pobreza, no poseen amparo social, no hay sindicatos, existe desempleo, carecen de viviendas, no tienen acceso a la educación ni a los servicios de salud. Sin embargo los electores votan por los candidatos de la derecha, a pesar de las mentiras en las que una mayoría de las personas creen.

El capitalismo depredador es bueno para convertir mentiras en verdades. Culpa al comunismo de todos los males, incluso induce a las personas para que crean que Vladimir Putin por ser ruso es comunista, a pesar que el partido comunista ruso es opositor a su gobierno. Combate al gobierno del presidente MM por ser comunista, a pesar de que el gobierno que él preside entrega dinero para la remodelación de las iglesias católicas. De la misma manera, lo acusa de dictador, sin embargo los opositores caminan por las calles de Caracas y del país sin problema, los entrevistan en los programas de radios y televisión y conspiran abiertamente sin ser encarcelados. Fueron los capitalistas los que derrocaron al gobierno de Evo Morales y hasta ahora no han encontrado un argumento sólido que justifique el golpe de estado contra un gobierno democrático. Los capitalistas globalizadores, en boca del energúmeno de Donald Trump afirman que el comunismo fracasó, sin embargo, la deuda pública estadounidense (más de mil millones de dólares) está en manos de la China, un país comunista. Además el gobierno de Vietnam, un gobierno comunista, logró sacar de la miseria este país, a pesar de la guerra depredadora, agresiva y destructora de EEUU contra los herederos de Ho Chi Minh. Tuvo razón Paul Valéry, filósofo y escritor francés (1871-1945) cuando afirmó: "Lo que ha sido creído por todos siempre y en todas partes, tiene todas las posibilidades de ser falso". Lee que algo queda.

A mis lectores les deseo un celebrado feliz año viejo y un venturoso 2020.



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Enoc Sánchez


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