Buscaba en mi memoria, algún referente para comprender este profundo proceso de descomposición de la política en Venezuela, que parece acelerarse ahora. No tuve a la mano, uno que me sirviera en los términos que aspiraba. Seguro que debe haberlo. Un pueblo con sentido histórico no improvisa un deterioro así tan abruptamente y en tan poco tiempo.
Se va entendiendo mejor el caracazo, como una reacción inmediata que cabalgó sobre el hambre y la rabia. Estamos reencontrándonos hoy con la bovera. La pobreza no es solo material, que es la pobreza más tolerante aunque más injusta. La pobreza espiritual acaba y es la que nos está consumiendo totalmente.
El referente más próximo para entender este proceso de descomposición política, tal vez sea el mensaje sin destino que nos dejara Mario Briceño Iragorry en su libro. Una gran ironía sin lugar a duda. Un pueblo que descalzo y sin camisa libertó naciones, reproduce hoy su falta de sentido histórico y ve como espectador irresponsable de su deterioro.
Las élites actúan simplemente para preservar sus parcelas e intereses. Se odian a muerte por esos intereses y cuadran acuerdos para preservarse sin ninguna visión nacional que lo sostenga. Buscan preservar sus parcelas políticas torciendo principios y valores.
No hay nada visible que permita entender esta descomposición. La tela de araña va tejiéndose día a día sin ningún fundamento y propuesta política a futuro. El asunto es sobrevivir como actores políticos a costa de la profunda pobreza material y espiritual que va envolviendo a la sociedad venezolana.
Hoy amanecimos con más de una Asamblea Nacional, que satisface los caprichos de las élites políticas. No hay más nada en eso. El propósito es preservarse ellos y el pueblo como espectador irresponsable consumiéndose en su pobreza.