El gobierno de Maduro está hecho a imagen y semejanza del peor gobierno burgués del planeta, pero allí está, todavía.
Los venezolanos ya no exigen, ya no desean, ni reclaman en la práctica política, la restauración de la nación construida por Chávez; más bien, ya convirtieron en tradición bergante debatir en los medios progresistas, como aporrea, el rocamboleo político-ideológico de Maduro, dejando a un lado el problema fundamental de luchar prácticamente por restaurar el socialismo chavista.
Sumergidos en esas discusiones, resulta difícil darse cuenta que se está remedando las fanfarronerías de Maduro, con las cuales este señor, envuelve la destrucción del proyecto de Chávez.
Entretenidos en las querellas, desestimamos el alejamiento público de Samán y Marea Socialista, vemos sin cuestionarnos que el Partido Comunista Venezolano, no huele ni hiede, en la reivindicación del socialismo y solo advertimos que Rafael Ramírez, es un estadista que escribe desde lejos, pero no lo pensamos como perseguido político y franco continuador de Chávez. Si seguimos por ese camino de descuidos, vamos a terminar reflexionando sobre cuantos maduros caben parados en la punta de un alfiler.
Tenemos que salirnos de esas discusiones escolásticas y reflexionar con prudencia y frialdad sobre muchas otras cosas, que nos den distinto sentido, como: ¿Qué movimiento social revolucionario está proponiendo con seriedad la restauración del socialismo? ¿Hay en el pueblo, un verdadero interés en la revolución socialista? ¿Le importa al pueblo, o le es indiferente lo que haga maduro? ¿Qué le preocupa más al pueblo pobre: los salarios bajos o la amenaza imperialista? ¿Las ilegalidades de Guaidó, afiliarse al Psuv o llenar la canasta básica? ¿Le preocupa más al pueblo el ultraje a la soberanía, a la autodeterminación y al Estado de Derecho que, la solución a sus problemas de salud, alimentación, vestuario y tranquilidad social?
Podría, la reflexión a estas interrogantes llevarnos al encuentro con un mundo venezolano que se vive cotidianamente, donde Maduro opera, y los que escriben se atascan y complican su comprensión, porque quieren que siga otro rumbo y quizás, ese rumbo que ya no exista.
