En este artículo no voy a referirme al enfrentamiento de dos modelos de pasarela, el cual, en oportunidades, se presenta entre las chicas riñendo por el protagonismo de una u otra. Así mismo, desconozco los intríngulis de los desafíos y los chismes entre las beldades de Victoria´s Secret, por lo que tampoco comentaré los arañazos y pañuelazos entre ellas. Lo que me concierne en este paráfrasis es el eterno conflicto entre dos modelos políticos-económicos-sociales que se disputan la gobernabilidad de numerosos países del planeta.
La historia nos relata el combate de ejércitos cuando, en la antigüedad en la vieja Europa, perdieron la vida millones de seres humanos en calidad de soldados y millones de caballos, los cuales entregaron su existencia para que el ganador esclavizara a los vencidos. Además, robaban tesoros, confiscaban tierras y dictaban leyes para sojuzgar a los sometidos. En verdad, en tales conflagraciones no estaba en juego la aplicación de un modelo filosófico, doctrina o un concepto político para mejorar la vida de los miserables. En aquellas oportunidades se peleaba por el bienestar de la clase patricia presente en los dos bandos. Independientemente de quien ganara la beligerancia los siervos no abandonarían la condición de esclavos. Eran tiempos del feudalismo, cuando los dueños de las tierras aspiraban ampliar sus dominios, es decir sus principados, ducados, marquesados y condados, una manera de ascender en la escala de la aristocracia.
La cosa tampoco cambió en la Europa medieval cuando se produjeron las guerras religiosas entre católicos, protestantes y musulmanes. Estaba claro, los clérigos se negaban a perder los privilegios obtenidos antes del cisma del catolicismo, dado que en los territorios conquistados por los luteranos en Alemania, Inglaterra y el norte de Europa los curas perdieron millones de clientes, perdón la blasfemia, quise escribir, feligreses. Así mismo, se esfumaron muchas riquezas de la iglesia, sus tesoros y propiedades. Lo mismo ocurrió con las Cruzadas, su fin no era llevar la cristiandad a la Tierra Santa en manos de los hijos de Ala, su objetivo era netamente económico, como era de ampliar sus dominios y conquistar la tierra ubicada al otro lado del Mediterráneo. En tales conflagraciones los pobres, los siervos y los esclavos no los tomaban en cuenta, a menos que lo utilizaran como carne de cañón.
Así se destrozó la vieja Europa entre las guerras de todos contra todos, simplemente para afianzar los dominios de pocos de privilegiados en las zonas invadidas. Tales tormentos fueron llevados a otros continentes. La filmografía, las novelas y en general la literatura, narran las embestidas de los piratas o corsarios a las costas de América del norte, centro y sur. Estos viles episodios que trajeron saqueo, bandolerismo. La muerte de muchos naturales y criollos, fueron consecuencia de la lucha sempiterna mantenida por los imperios, entre estos el español, el francés y el holandés; simplemente para robarse las riquezas. Era el típico caso del ladrón que roba ladrón. Hay que tener presente que tales prácticas se realizaban con la aquiescencia de los reyes de aquellos imperios. Para tal fin le concedían a esos barbaros la llamada "patente de corso", un permiso otorgado por la autoridad superior para justificar el bandidaje marítimo.
Como podrá advertirlo el lector, las guerras o combates engendrados en la antigüedad, era por el reparto del botín entre la clase aristocrática o los nobles, quienes mantenían en el poder a un rey, que junto con la clase clerical sojuzgaban a los habitantes de sus señoríos. Fue a partir de la guerra de independencia de América cuando se conoció el enfrenamiento de dos modelos incompatibles, el monárquico y el republicano cuyo interés, de este último, fue liberar las tierras del Nuevo Mundo del oprobio de las monarquías inglesa, holandesa, francesa, española y portuguesa. Fue una lucha encarnizada entre europeos, criollos, negros y representantes de los pueblos originarios. Todos ellos unidos en la búsqueda de la independencia política de aquellos países que vivieron más de trecientos años bajo la égida del modelo monárquico. El mismo que explotó, esclavizó, aniquiló millones de naturales y erradicó culturas con grades desarrollos sociales, agrícolas y culturales.
En verdad, la guerra de independencia de América fue el enfrentamiento de dos modelos económicos-políticos-sociales: el autoritarismo monárquico y el republicano, basado en las enseñanzas de Rousseau, Montesquieu, Voltaire, entre otros, egregios representantes de la llamada época de la ilustración. La lucha fue encarnizada y fue tal el enfrenamiento, no entre España y América, sino entre dos modelos. Una vez conseguida la independencia, la monarquía española, coaligada con la Santa Alianza, una coalición militar compuesta por Rusia, Prusia y Austria, aspiraban restituir el dominio monárquico en las tierras recién liberadas.
Las guerras nunca pararon ni paran. En el siglo XX la historia registra la llamada Gran Guerra o Primera Guerra mundial. Otro ejemplo que nos demuestra que la lucha no fue para el beneficio de los excluidos de siempre, ni por los pobres, esta fue una conflagración netamente entre los gobiernos imperialistas inconformes con el repartimiento de África. Los cicateros imperios de la época, el Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Prusia, Bélgica, se pelearon por un botín llamado África. De esto resultaron más de 30 millones de muertos, entre civiles y militares, más de 20 millones de heridos, millones de caballos abatidos que no tenían nada que ver con la contienda. El resultado de tal barbarie fue numerosos países africanos trasformados en colonias o protectorados para ser vilmente explotados y avasallados durante muchos años. Los ricos se volvieron más ricos y los pobres, más pobres.
Así llegamos al siglo XXI. Por desgracia el covid 19 puso en manifiesto la pendencia que desde hace muchos años se mantiene entre los pueblos del mundo en la búsqueda de un modelo humanista, donde la iniquidad desaparezca y la calidad de vida de la gente esté por encima de la ambición de unos pocos. La pandemia y la cuarentena, por desgracia, desnudó aquellos que pretenden adueñarse del mundo. La forma de tratar la enfermedad los países neoliberales en América y Europa puso al descubierto su agotamiento y la necesidad de cambiar el modelo. Se debe escoger entre un modelo neoliberal agresivo, depredador, insensible ante la tragedia humana, mercantilista, deshumanizado, abyecto, agiotista y racista o el otro; es decir, un modelo humanista, un sistema político-económico-social centrado en el hombre, un gobierno cuyo problema fundamental sea acabar con los grandes problemas que azotan la humanidad y no las ganancias de un grupo empresarial, un sistema que le asegure a todos los habitantes del planeta (sin exclusión) educación, salud, vivienda y la paz necesaria para mantener las buenas relaciones entre ellos.
El mundo se sorprende al escuchar al energúmeno y rubicundo Donald Trump, el líder del neoliberalismo mundial. Es notorio su verbo alejado de una elocuencia veraz y conciliadora, de una retórica mendaz e inculta, de desagradable percepción estética, apartado del ingenio moderado, de erudición maléfica, un reiterado discurso belicoso y mordaz y una arenga identificada con la ignorancia. Quizás por el mensaje orientador de este patán es que los países europeos se roban entre sí las mascarillas y las medicinas para enfrentar la pandemia del covid 19. Así mismo, siguiendo las orientaciones de este engendro del mal algunos países de la vieja Europa no han seguido los protocolos recomendado por la OMS, con las consecuencias desastrosas que leemos y vemos en la prensa diaria. A los neoliberales capitalistas no les importa la vida, su único interés es ganar más dinero.
Por fortuna el gobierno de Venezuela, alejado del neoliberalismo, centra su acción en el mejoramiento de la calidad de vida del venezolano, es un gobierno de corte humanista y por esta razón la lucha contra el covid 19 ha sido ardua pero con excelentes logros. Estamos muy lejos de las cifras de infectados y difuntos de EEUU, Colombia, Ecuador, España, Alemania y Brasil, gobiernos que buscan solamente los beneficios de la clase poderosa y no los de las clases populares.
Los gobiernos neoliberales los caracteriza la avaricia y por eso nunca se sacian. Dante Alighieri, el escritor italiano, refirió sobre este tema: "La avaricia es de naturaleza malvada y perversa, que jamás sacia su voraz apetito, y después de comer tiene más hambre que antes". Por eso Juanito Alimaña no se ha saturado todavía, le falta más dinero robado para atiborrar su codicia: Lee que algo queda.