-¡Esa invasión es un invento!
Así esputa mi amigo, el incrédulo. Como un religioso, tiene por dogma una convicción incontrovertible: nada de lo que diga el gobierno es cierto. Y no le faltan razones, claro.
Éste es un régimen político construido sobre numerosas mentiras que sería largo enumerar: Colón y la conquista, Bolívar y la traición de Páez, la IV república, la revolución cubana, la oligarquía apátrida, la "revolución" dizque bolivariana, la democracia participativa, el 27F, el 4F, el capitalismo y el socialismo, todo ha sido interferido por una visión, por un discurso político que se construye sobre la base en el mejor de los casos de medias verdades.
Este gobierno y los anteriores, ¿qué duda cabe?, elevaron el cinismo a categoría de política de Estado, como dijo un viejo amigo. Sus voceros pueden blandir la Constitución como un arma arrojadiza, mientras la violan todos los días. Pueden hablar de democracia participativa mientras concentran cada vez más el poder en la cúpula del partido/Estado. Pueden condenar a los corruptos después de haber abolido todos los controles, lo que propició el mayor saqueo del erario público de toda nuestra historia. Pueden llenarse la boca hablando del pueblo mientras el hambre y las enfermedades se expanden por doquier. Pueden hablar de soberanía mientras la nación, devastada económicamente y endeuda hasta los tuétanos, es cada vez más dependiente y débil para presentarle cara a las potencias del mundo, EEUU o la Unión Europea, Rusia o China.
Curado en salud, vayamos al grano. ¿Quiere decir esto que todo, absolutamente todo lo que diga el gobierno es mentira? Mi amigo, el incrédulo, así lo cree. Yo trato de convencerlo de que no siempre es así y de que la oposición por su parte, al menos esa fracción extremista que se ha adueñado del G4, también miente, y miente mucho. Que estamos en una guerra donde, como suele decirse, la primera víctima es la verdad. Hacerse una idea aproximada de lo que es cierto o no, pasa por desconfiar de lo que dicen ambos bandos, coger con pinzas sus aseveraciones, deducir con base en hechos la veracidad de los eventos.
Para mi amigo, todo es simple: ¿Éxito del gobierno contra el COVID? Mentira: en San Fernando de Apure, y en Ureña, y en Margarita, y en decenas de hospitales públicos por toda la geografía nacional, los contagiados mueren a granel y el gobierno oculta los números, como en China. ¿Millones de viviendas? ¡Mentira! No llegan a 100.000 y en pésimas condiciones. ¿Que ganó Chávez el revocatorio de 2004? ¡Mentira! Un cable submarino desde la oficina de Tibisay hasta el despacho de Fidel habría inoculado no menos de 2 millones de votos falsos. ¿Es que no ves?, me pregunta. Si hasta apareció un elector que dice llamarse Supermán: ¡eso no es posible!, ni porque sea maracucho, asegura mi amigo, el incrédulo. ¿Que el CLAP lo reciben 17 millones de venezolanos? ¡Mentira! Ese plan populista es sólo para los carnetizados del PSUV que no pasan de 500.000. Le refiero que yo mismo y muchos otros opositores gozamos de ese beneficio. ¡Eso es porque ustedes son unos colaboracionistas!, riposta mi amigo, el incrédulo.
Contraparte de esta visión refleja, es la ciega confianza con sus líderes oposicionistas. Guaidó nunca dijo "sí o sí" sino algo como "tal vez quién sabe cuándo". La oposición no asesinó a ningún chavista ni durante las guarimbas de 2014, ni echándole candela a Orlando José Figuera, ni durante las de 2017. No fue un oposicionista quien destruyó con una molotov a uno de los camiones de Cúcuta aunque así se observe claramente en el video en cuestión, sino el rrrrégimen narcoterrorista. Las sanciones gringas no afectan al pueblo sino sólo a la dirigencia del chavismo. Ah, lo olvidaba: Maduro no es presidente, aunque se siente en la silla, sino el señor ése que se dice pero que no es, especie de entelequia, modo de existencia de un ser que tiene en sí mismo el principio de su acción y su fin... pero que no manda ni a un soldado.
Esta madrugada, conferencié con mi amigo vía What's App:
-No, me escribe, eso que se dice no es cierto: ¿invasión de unos mercenarios a nuestro territorio? ¡Mentira!
Yo le replico que veamos los hechos:
- Clíver Alcalá habló hace dos semanas desde Colombia con voz alta y clara de planes semejantes, se le incautaron unas armas de guerra y terminó siendo trasladado a EEUU por los gobiernos de Duque y Trump;
- La Associated Press publica, 24 horas antes de estos hechos, un extenso reportaje que da cuenta de la participación de Jordan Goudreau, veterano de Irak, es decir, mercenario gringo, en la operación de Alcalá y de su reunión en Washington con los enviados de Guaidó, entre ellos el inefable Léster Toledo;
- Clíver Alcalá había ya echado el cuento de un contrato para compra de armas rubricado por Guaidó, del cual asegura tener copia;
- Guaidó pidió hace un año a los militares dar un paso al frente... ¡como el general Hugo Carvajal!, proclamo, nada más y nada menos;
- Son los enviados de Guaidó quienes presentan a ambos, a Alcalá y Goudreau;
- Guaidó ha dicho (yo lo escuché) que, según su irresponsable criterio, los venezolanos no tememos a una guerra civil (sic);
- Guaidó y sus adláteres promueven por el mundo sanciones e invasiones;
- La oposición extremista, esa pléyade que incluye a Borges, López, Machado y otros tantos de segundo orden, sostiene que este rrrrrégimen narcoterrorista no sale con votos sino a la fuerza: "con balas", dicen con claridad algunos de su integrantes más infames;
- Varios cuerpos sin vida flotan en las aguas del mar Caribe.
- Y hay varios detenidos y numeroso parque incautado.
¿Y no vamos a creer que estén involucrados en esta ignominia?
-Todo es un montaje, un teatro de baja ralea, escribe por respuesta mi amigo, el incrédulo, indiferente a este cúmulo de indicios.
Le digo que Patricia Poleo va a publicar unos videos del mercenario gringo mostrando documentos rubricados por Guaidó.
-Eso puede ser una falsificación, responde impertérrito.
Según su criterio, una torpeza como ésta no puede ser obra de ningún opositor. ¿Cómo se puede explicar que esas lanchas hubiesen logrado burlar la tupida red de guardacostas de nuestra Marina?
-¡Porque los dejaron llegar para poder pescarlos!, le contesto, y hago mención de la estrategia de Zamora en la batalla de Santa Inés, convertida por Chávez en verdadera escuela política: atraer al adversario hasta el territorio más propicio para poder cazarlo, como hizo el 11A y durante el paro.
Pero mi amigo se niega a creer que una mamarrachada como ésta pueda haberla planeado la oposición. Yo le pregunto si es que el 30A, el golpe del distribuidor de Altamira, fue una operación muy meticulosa y bien pensada, guacales de plátanos incluidos, porque allí estaban de cuerpo presentes los próceres López y Guaidó y aquella bufonada (con perdón de los bufones) fue transmitida en vivo y en directo.
-Puede ser que no, pero los gringos no cometerían un error como éste, me argumenta, inflexible y testarudo.
Yo apelo a la memoria de Bahía de Cochinos: ¿no organizó nada más y nada menos que la CIA, y bajo el mando de Kennedy, aquella refriega mal planeada?
-Los gringos también se equivocan, le digo.
Esta vez mi amigo guarda silencio, como ensimismado.
No que ésta sea una "invasión" gringa, como tienden a decir los voceros oficiales, acostumbrados a convertir en grandes epopeyas patrióticas lo que no son sino patéticas escaramuzas (como la tal ¡Batalla de los Puentes!, así llamada). Tampoco un "golpe de Estado", según califica el gobierno toda acción militar en su contra. Pero es evidente que este contingente no llegó a nuestro territorio para unos juegos florales. La oposición del G4, y pienso particularmente en los partidos AD y UNT y en Capriles, harían bien en tomar distancia, no con ese ambiguo comunicado que se dio a conocer el mismo domingo, sino con una posición clara que condene terminantemente este tipo de acciones. De lo contrario, pecarán por omisión y complicidad pasiva.
Ya está bueno de tanta upiratería, señores de la oposición. Tornen de una vez a la ruta democrática. Los venezolanos no queremos ni guerras civiles ni sanciones ni invasiones, sino un cambio democrático en paz y soberanía. Va siendo hora de que lo reconozcan.