Cuando la muerte y el tiempo pasan, y el dolor y la nostalgia duran

Para Ana E. Suárez Lahens, mi homenaje en su cumpleaños

hoy que se recuerda todo

Después de escribir tanto de realidades y ficciones, de historias antiguas y recientes; de asuntos humanos, sociales y políticos, que acompañan la existencia de los individuos y las sociedades; de la filosofía y de las interrogantes de lo humano y lo divino; de la vida y la muerte con sus antagonismos y, a la vez, con su unidad dialéctica; después de pensar en el tiempo y el espacio y sus infinitas disquisiciones científicas y significaciones para todos los fenómenos naturales; de imaginar en reflejarlo y tallarlo para que todo quede sempiterno como si el tiempo pasado y la muerte no hubieran existido nunca ni jamás volverán a aparecer en los horizontes del mundo material y espiritual. En fin, en este simple instante en que recuerdo todo, permítanme este desahogo íntimo que brota de los hondones del alma, que es a la vez una confesión del amor, del dolor y de la nostalgia. ¡Qué más podría añadir, sino algunos versos que rescaten algunos pasajes de la memoria!

Recordar ahora, por ejemplo, que el ayer del poema de fecha 3 de marzo de 1963, con apenas cuatro meses de casados, pudiera ser sustituido por el hoy, con apenas ocho meses de tu partida. Quedó sin título, pero decía:

Ayer, te esperaba inquieto / Como cuando éramos novios. / Esperaba que vinieras / Como cuando éramos novios. / El crepúsculo pasaba / Acompañando paseantes, / Y yo te esperaba inquieto / Como cuando éramos novios. / Quería verte surgir / En la distancia, mirarte / La figura avanzando. / Quería verte venir, / Poner fin a la inquietud / De esperarte como un novio.

Unos años después, en la época de estudiante universitario, en el poema En este enero de las bellas cosas, y con la dedicatoria "Para Ana, su poesía", te expresaba:

"En este enero de las bellas cosas / Seguramente las dalias habrán brotado / En el jardín que tú y yo conocemos. / Y por eso el asombro se nos crece / Con los años que vuelan como pájaros./ Pasa el tiempo y al cabo se nos llenan / Estas manos con el fuego de la tierra / Y comienza el reparto entre nosotros, / Este acto sublime de endulzarnos / Con sencillez la vida.

En este enero se recuerda todo: / Desde la tarde de la piedra arremetida / Para así dar respuesta a una ofensa / E iniciar otros actos clandestinos, / Hasta el sol que se perdía en las lomas / Para alzarse también y ser un símbolo / Del derrumbe tremendo de la noche.

Tú y yo conversamos de estos temas / Mientras cae la tarde y el escarlata / Del horizonte se torna en llamarada. / Y noto que mi habla se transforma, / Que la música acompaña a las palabras. / Comprendo entonces al caer la tarde / Que en este enero de las bellas cosas / Todo es posible como en primavera.

Ahora, Ana, ¿qué te diré cuando ya no estás, pero estás, porque hay cosas que duran más allá de lo posible? Si Horacio expresó su rebeldía individual de este modo: "No moriré del todo", un ilustre y sabio coetáneo como Eusebio Leal, fue capaz de expresar el consuelo de una manera singular como ésta: "Mis únicas palabras hoy, imposible de poder escribir como desearía, es de profundo pesar por la noticia del fallecimiento de tu esposa. Lamento que nuestra vida sea por lo general tan breve pero coincido con Martí que, en su agonía espiritual, afirmaba: tiene que haber un mundo al que vayan los muertos. Cuánto daría por borrar del idioma una palabra tan terrible como muerte, sobre todo cuando se ha sentido de cerca su rostro!

Ya tampoco el amigo está entre nosotros, y ojalá siempre podamos vivir y morir con el sentido y el consuelo que expresaran tanto Horacio como Eusebio.

"No morir. / He ahí una inscripción solemne / que puede esculpirse en la fachada / de una catedral antigua, / en una escultura digna de sobrevivir generaciones, / en un monumento erigido a la vida / en una de las grandes avenidas del mundo. / No morir: / El deseo de perpetuarse gritado rabiosamente, / sentido dentro de los huesos, / aprisionado salvajemente entre las manos / que temen perder la única posibilidad de posesión. / No morir:/ La nada rechazada con una repugnancia atroz, / para desterrarla para siempre. / No puede ser de otra manera./ No puede el ser humano escoger otro camino./ Tiene que andar hacia la tumba / mientras maquina su rebeldía y dice:/ "No moriré del todo".

Un día pensando en la muerte, incluía estas breves reflexiones en el poema Una muerte:

"Ay, quién revive a los muertos

Cuando les quitan el mundo

Cuando la tierra los cubre

Cuando se convierten polvo".

Y en otro poema titulado El triunfo de la luz, quise proclamar el triunfo de la luz o de la vida, en una especie de resurrección rebelde.

"Bastaría una brecha y tú saldrías / escapada de la muerte, / renacida, con tus verdes, azules y amarillos, / y todos los ropajes que te visten.

Bastaría el asombro de tu hechizo. / No te olvides que tu vívida presencia / puede ser un conjuro, una magia / que destruya maleficios, / rompa claustros, / y anuncie la libertad en todas las cavernas. / Bastaría una brecha, y el sol vendría / a anunciar tu presencia tal si fuera / el triunfo de la luz que nunca muere. / Quiero esparcir por todo el mundo mi clamor / sin cansarme de andar o desandar, / que poco importa, / ya que marchas y contramarchas andan juntas / en un desafío eterno a la muerte.

Finalmente y siempre, podría decirte, Ana, tantas cosas de recuerdos, nostalgias y compañía, que basta que te exprese que la nostalgia trajo la música que yacía olvidada en mi interior. Brotó un surtidor de los recuerdos y el olvido se quebró como un espejo de agua ante el golpe de una roca. La nostalgia se ha dormido conmigo en esta noche.

Y es que busco la compañía que le falta a mi soledad de viejo solitario, sin ilusión asible. Mi mirada busca las visiones de mundos cercanos y lejanos que quizás han escapado para siempre. Cuando llega el instante de lucidez se abre una puerta alucinada que te trae milagrosamente con el germen de la miel, la luz y el beso para hacernos feliz.

No sé si la eternidad existe en un paraje del infinito. No sé si allí quedará intacta la presencia tangible del amor. Tal vez algo parecido a una flor con pétalos de luz. No sé qué significará lo eterno más allá de la existencia invicta, de la rebelión suprema frente a la muerte.

A modo de despedida después de estas largas confesiones, te diré que mientras yo recuerde o sueñe tu sonrisa, pícara o ingenua, todavía estarás viva. Sí. ¡Aún vives, vida mía! Así que brindemos por los días vividos. Pero ya sé. Todo se irá. También nosotros. Pero tal vez queden tu sonrisa y tu mirada y las mías en una foto vieja si alguien la conservara en los lejanos tiempos futuros. ¿Cómo pedir más en esta vida?



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Wilkie Delgado Correa


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