En España hay gran revuelo por la partida de Messi del Barcelona y la posible renuncia del Presidente del Club. Más allá de lo deportivo, el suceso tiene una gran enseñanza política. Veamos.
La fanaticada del Barcelona se moviliza por la permanencia de Messi en el club, lo apoya porque el jugador cumple con su papel: hace goles, pone a ganar al equipo. Trasladado esto a la política, se apoyaría a un presidente que cumpla con su papel y ponga al país, a su pueblo, en buen sitio; de lo contrario, hay que pedir su renuncia. Sencillo. Lo mismo podría aplicarse a un pitcher que no ponche a nadie, que no tenga velocidad en la recta.
Es así: un jugador, un mecánico, un dentista, un médico se evalúan por cómo cumplen su papel, si fallan pierden clientes, salen de los equipos, se van a jugar banco.
Pero la política es extraña, es como si Messi no marcara goles y saliera diciendo que fue porque los gringos lanzaron un rayo electromagnético (el mismo que paralizó al Guri) o que Iniesta dejó los vestuarios sucios cuando se retiró. Eso nadie lo entendería, pero un presidente puede decir que los nuevos gerentes de pdvsa no marcan goles, perdón, que no produce petróleo por culpa de Ramírez, que su equipo económico no marca goles, que el bolívar no vale nada por culpa del dolartoday que les hace faltas; que delcy perdió el partido contra el virus por 8 goles a cero por culpa de unos casos importados que se infiltraron en las tribunas.
Los fanáticos del Barcelona están bien claros, más que las masas de este país narcotizado. Ellos piden la renuncia del presidente del equipo y la permanencia del número 10, aquí debíamos pedir con fuerza la renuncia del presidente y su equipo. El futbol le gana a la política.
Es que el futbol tiene una medida de la verdad, de la realidad en el campo de juego, allí no hay trucos, ni excusas, ni retórica: ¡goles!, ¡resultados!. En la política, la verdad se separa de su criterio de verificación, la práctica; no hay campo de juego, se abre espacio para la torcedura, la verdad muere aplastada por una salva de mentiras y excusas. Se puede a punta de facundia convertir un disparate como el petro en un gran logro, un fracaso como la desaparición de la moneda; o la falta de agua, de empleo se pueden cubrir con mentiras, con excusas.
Una de las funciones de la política grande, de la Revolución, es devolverle al pueblo el criterio de verificación de la verdad, que la gestión de los gobernantes esté bajo el examen de la gente, que los éxitos se confirmen en la realidad y sean aplaudidos; y los fracasos, los errores, expuestos a la crítica para posibilitar su corrección.
Desgraciadamente Messi no puede ser Presidente de Venezuela, pero es mucho lo que puede enseñar sobre la manera de hacer política, de dirigir un país, del comportamiento de las masas.