Un momento, ¡respirar profundo!

Lo que no logran hacer los enfermos de covid-19, respirar profundo. Los que tampoco pueden hacer personas que son asfixiadas con un pie presionando su yugular, como ocurrió esta semana con el abogado Javier Ordoñez en Bogotá, imitando las repudiadas actuaciones de la policía en Estados Unidos.

Respirar profundo. Lo que ya no podrá hacer esa joven de 23 años, embarazada de cinco meses, asesinada en Colombia. O todos aquellos luchadores sociales, que forman parte de la macabra estadística de los logros de Duque y Uribe, en lo que va este año. Y todos estos jóvenes, casi niños, asesinados en serie. Apenas hace uno o dos días, un grupo masacrado con venezolanos incluidos.

Tampoco podrán ya respirar profundo todas esas jóvenes venezolanas que emigraron y son víctimas de femicidio. Ocurre todos los días, nuestras muchachas frágiles y vulnerables, sufriendo en otras tierras lejanas a la Patria.

Y, permítanme pasar a otro continente, tampoco podrá hacerlo Willy Monteiro Duarte, el joven de piel morena, nacido en Roma, de padres africanos, asesinado hace muy poco, brutalmente a golpes por un grupo de violentos fascistas italianos.

Y la lista actual de este tipo y de otros crímenes, sería mucho más larga, sólo coloco ejemplos recientes, notorios, dolorosos todos.

Así que pienso, queridos lectores, que es el momento de tomar una pausa en nuestro quehacer diario, también muy atormentado vista la condición de país vulnerable, como nos precisa hoy Luis Fuenmayor, y la repetitiva escasez de gasolina para movilizarnos, para funcionar el país.

Por no hablar de las continuas y crecientes amenazas de Donald Trump, además ¿candidato a Premio Nobel de la Paz? ¿Al igual que el Nobel que le otorgaron a Juan Manuel Santos?

O sea. Creo que la maldad en el mundo, nuestro mundo, está destapada, incontrolable, y ataca sin misericordia.

Y cuando era yo pequeña creía en Superman, el héroe que luchaba contra los malos. ¿A quién tenemos hoy día? Por ahora, la violencia, la oscuridad está ganando y, tristemente, creciendo.

Sigo leyendo a Ernesto Mayz Vallenilla, que, más que leerlo, debo estudiarlo. Y él escribe sobre la conciencia genérica y la nostredad (esfera o ámbito de un yo conviviente y coexistente con otros), la cual interpreta como "una atmósfera común, que matiza y norma mis proyectos, conforma mis modos de comportamiento, regula y diseña el sentido de nuestros actos… es una morada anónima y común, donde la co-presencia de los otros me acompaña consciente o inconscientemente, voluntaria o involuntariamente, tácita o expresamente, a lo largo de mi cotidiano quehacer".

Y sigue: "La conciencia genérica del hombre mediante la cual el otro es para él un semejante (no un extraño) tiene su asiento y su raíz en aquella común nostredad…desde ella y por ella el hombre se experimenta y nota como miembro de una comunidad, en la cual coexiste con los otros en cuanto semejantes".

Disculpen mi osadía en querer interpretar conceptos filosóficos de gran altura, será que me siento contagiada por nuestro filósofo Pérez Pirela, de quien escucho clases de filosofía todos los viernes.

Pero ¿no es la conciencia genérica, nuestra semejanza entre todos los seres humanos, la que nos lleva a amarnos, cuidarnos, respetarnos?

Pues yo les digo, que además del calentamiento global que deshace nuestros hielos (por cierto, también provocado por el hombre), existe una gran amenaza sobre la vida en el planeta, por la pérdida de la conciencia genérica en sus dirigentes políticos, aquellos falsos, autoritarios y autosuficientes, que ya no nos consideran sus semejantes, esos que tienen poder de decisión que afecta nuestras vidas, asesinan, destruyen, asfixian, estrangulan, alteran las conciencias de las personas, hacen que la pérdida violenta de la vida humana se torne un hecho rutinario, común, aceptable, y, además premiado por la academia de Oslo.

Por eso les pido a ustedes, un momento de reflexión, de serena y atenta constatación de los que nos está ocurriendo, que yo percibo cada día, cada mes, cada año, peor.

Amigos, respiremos hondo, profundo, por todos aquellos que no pueden, por aquellos que no nos quieren dejar vivir, y abracémonos con amor, como semejantes, miembros de la misma especie, del mismo género. Convivamos con alegría y compartamos las tristezas, para luchar contra ellos.

También… ¡Cuídense!



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Flavia Riggione

Profesora e investigadora (J) Titular de la UCV.

 flaviariggione@hotmail.com

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