Hacia finales de la IV República, gran cantidad de músicos venezolanos se vieron obligados a abandonar su patria y a buscar nuevos horizontes en tierras lejanas, víctimas del deterioro moral y socio-económico al cual llegó nuestro país. Estos emigrantes fueron en su totalidad "músicos populares" y representaban una buena parte del contingente de actores de la música compuesta, cantada, bailada y disfrutada en las principales zonas urbanas de la nación. Nuestro músico popular, habiendo creído siempre poder recurrir en caso de emergencia a la emigración ("uno con su instrumento se puede parar en cualquier esquina del mundo y al menos algo le tirarán"), terminó efectivamente lanzándose al "vacío" extra-fronterizo, jugándose el todo por el todo.
Tuvo que optar esta humillante decisión de emigrar (a diferencia de los músicos "clásicos", quienes generalmente no emigran si no que "viajan" por razones de estudio, y son eventualmente becados). Nuestros músicos emigrantes no tenían el apoyo de un "sistema de orquestas" como el nacional -que protege y emplea exclusivamente a los cultores de la música clásica- y eran ante todo profesionales a la deriva, sin ningún status ni condición social reconocida.
La mayoría de ellos habían aprendido su arte de forma autodidacta en los barrios y hasta entonces se habían ganado la vida tocando en "bailes", integrando grupos y orquestas de salsa, merengue, jazz, bossa-nova, onda nueva, joropo, boleros, gaita, raspa, y ocasionalmente participando en una que otra grabación. Percibidos generalmente como "musiquitos" y "tirame-algos" dentro de una sociedad infectada de racismo y clasismo, nuestros músicos populares debieron además enfrentarse con la crisis social, moral, económica y política que culminó en el "27 de febrero".
En aquella época de nuestra moribunda Constitución, pues, una gran cantidad de estos músicos buscó refugio en el extranjero, principalmente en Europa y en Estados Unidos. De ellos no se habla nunca (salvo de algunos que lograron cierto éxito), y hasta el presente muchos no han podido volver y reintegrarse a su país, a pesar de haberse ya instaurado en el mismo una nueva política social y una nueva Constitución. Nuestros músicos emigrados, habiendo sido virtualmente expelidos de su patria, han llevado y continúan llevando una vida muy dura luego de aproximadamente dos décadas en el extranjero, ocupando las clases más inferiores y olvidadas de las sociedades industriales del llamado "primer mundo". Para ellos, nuestra moribunda Constitución sigue vigente, los ha perseguido hasta otras tierras.
(Lo cual no les ha impedido seguir representando y promocionando la cultura de su país en el mundo).
Así es, aquellos que lograron irse al extranjero, cuando la lucha por una sobre-vivencia física y cultural llegó a sus límites, debieron enfrentar todos los avatares posibles reservados al emigrante en tierras extrañas, frías y no menos ex-cluyentes. Muchos de los músicos populares que no buscaron salir, o no pudieron lanzarse hacia estos supuestos nuevos horizontes, cayeron en la droga, en el alcohol, o bien perdieron sus familias y calleron en la indigencia.
Aún luego de 8 años de haberse instituido la V República, nuestros músicos "populares" emigrados continúan esperando que alguien se acuerde de ellos. Especialmente aquellos -por cierto la inmensa mayoría- que apoyan el proceso y que hicieron lo imposible para votar el 3D, teniendo a veces que costearse largas distancias en tren hacia la única ciudad del país donde quedase su embajada. Los mismos que también, al haber logrado alguna vez -luego de titánicos esfuerzos- tomar un avión y visitar a sus familias en Venezuela, fueron recibidos por sus ingenuos compatriotas con la frialdad de quienes juran estar frente "los que 'gozan' viviendo en el extranjero y por ende tienen real".
Nada más doloroso de escuchar para quienes apenas se consideran unos desafortunados exiliados, víctimas de nuestro fracaso en políticas sociales y culturales y que han conocido y siguen conociendo la miseria de las grandes metrópolis del capitalismo. El músico popular es una especie única, sin estatuto definido en la sociedad, una suerte de buhonero de la cultura a pesar suyo y que el modelo capitalista, así como la inadvertencia y corrupción de nuestros organismos culturales, precipitan raudos hacia una total extinción. Es un ente que se pierde en el torbellino cadencioso, placentero de la fiesta y sobre el cual pocos, atareados en el goce de la misma, se interrogan.
Como sabemos, en Venezuela la cultura popular siempre fue objeto de una fuerte discriminación, o bien de un tratamiento hipócrita por parte de los organismos culturales del Estado, en los cuales la corrupción se instala, como en todas partes, y obliga sus funcionarios a desatender descaradamente sus obligaciones.
La cultura popular es la historia viva de nuestros valores patrios, habiendo sus exponentes dado siempre muestras fehacientes, obvias, de una fuerza ancestral. Sus manifestaciones tienen origen en la lucha, son el resultado espontáneo de una resistencia elaborada, continua. El pueblo entrega, en su expresión popular, el tono de sus reivindicaciones, de sus pasiones, de sus esperanzas. La labor de un ministerio de la cultura no es organizar, ordenar la cultura popular, sino darle los medios necesarios para que ésta pueda continuar expresándose de la mejor manera posible. Pero tiene que empezar por dárselos!
No es instruir, educar, alinear. ¿Quién puede instruir una expresión pura del pueblo? Es el pueblo quien dicta la pauta, es el pueblo quien sabe. ¡Basta de centros de poder que se han dado por misión, en vez de obligaciones, "misiones"!
El ordenamiento de la cultura popular desde arriba no sólo no funciona, sino que aspira a usurpar el libre itinerario de las naciones. La estructura de la música clásica sí puede soportar ese tipo de institucionalización piramidal pues, desde las técnicas instrumentales hasta las obras ejecutadas, todo está escrito y necesita dirección, jerarquías, niveles de poder. Es una inmensa máquina donde a veces se confunde la burocracia más frívola con el delirio febril de los más grandes compositores de la humanidad.
En nuestro país se ha dado tradicionalmente un trato académico a la música académica, con muy buenos resultados, pero no hemos sabido darle a la música popular un trato popular, es decir, no académico, no controlador. Así, al haber fracasado en nuestra "misión", hemos tenido la cómoda excusa de nunca haberles podido dar nada.
Porque es claro que detrás de la pretensión de proveer, de ayudar, sólo se esconde la voluntad de controlar los recursos, la voluntad de no dar. Pero los exponentes de la cultura popular siempre se han reunido solos y logrado su magia, su encanto sin necesidad de guía alguna por parte de funcionarios con diploma. ¡Démosle a los exponentes, a los "tenientes" de la cultura popular, los medios sin más!
Esa gente sabe lo que hace, y tiene una historia. La vida les ha dado algo, un talento, una mano, un oído, un cuerpo, una voz, y un cerebro...
Llamemos pues a estos músicos pobres -que no es lo mismo que "pobres músicos"- y expatriados -que no es lo mismo que "sin patria"- de regreso a nuestra tierra: son hombres y mujeres de aquí, de esta parte del mundo que les dio sus dones y que quiere oírlos, especialmente ahora, señores del gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, que nuestro pueblo vuelve a cantar...
Procedamos desde ya a "pensar" y poner en práctica una verdadera solución para la inclusión social de todos nuestros músicos populares, "no-clásicos", portadores no sólo de nuestra tradición autóctona sino además intérpretes de la actualidad musical planetaria, reflejo vivo de los pueblos del planeta en su diálogo libre de formas expresivas.
Paremos de subordinar la cultura musical de nuestro pueblo al paradigma de la música clásica. No insistamos en creer ahora -hipócritamente- en una supuesta "apertura" de este paradigma, al éste prestarse recientemente a interpretaciones sinfónicas de nuestro material popular: lo que ocurre no es tanto una evolución de lo popular (en una supuesta conquista del terreno sinfónico) como un ejemplo de falsa generosidad de lo clásico sobre lo popular. Beata permisión que lo mantiene en su posición dominante.
Paremos de seguir encubriendo nuestra tendencia euro-centrista en materia humanística, la cual es un residuo del colonialismo y que caracterizó los designios de la IV República, cuando los señores de la cultura oficial promulgaban la sumisión de nuestra expresión artística al legado del "viejo mundo" -so pretexto de devenir más universales.
Paremos de retardar, pues, la consagración de un tratamiento endógeno y soberano de nuestra cultura. Defendamos nuestros músicos populares, comenzando por los que han sufrido más a causa de su oficio, de su condición, de su país.
(para mayor información acerca de músicos populares venezolanos en el extranjero escribir a
Xavierpadilla@9online.fr)