La nefasta actuación de Bolsonaro y su equipo de gobierno para enfrentar la crisis generada por la pandemia del Covid-19, mantiene a ese país encabezando todas las tenebrosas cifras a nivel planetario. Se han contagiado más de 9.500.000 brasileños (tercer puesto a nivel mundial, solo superado por Estados Unidos y la India) y con una alarmante cifra de fallecidos que superan los 230.000 muertos (segundo a nivel mundial), con Sao Paulo, Minas Gerais y Bahía a la cabeza de los contagios.
Bolsonaro es tan indolente e insensible que durante toda la pandemia se ha manifestado en contra de la aplicación de medidas preventivas obligatorias como el distanciamiento social o el uso del tapabocas. Por el contrario, recomendó de manera irresponsable y falaz el uso de la cloroquina para el tratamiento del Covid-19, determinándose rotundamente que su impacto sobre la enfermedad es "cero", desperdiciando tiempo y dinero que eran necesarios para apoyar las áreas prioritarias del sistema de salud.
Bolsonaro ha desdeñado a tal punto de la pandemia que ha negado los recursos necesarios para enfrentarla, en su libreto (por la boca muere el pez) solo se escucha decir que la enfermedad ha sido "sobredimensionada" por la prensa, afirmando que "Existe ese virus potencializado por esos medios de comunicación que tenemos, por esos medios de comunicación sin carácter que tenemos". Falaz acusación que pone de manifiesto su perpetua animadversión en contra de los medios críticos a su nefasta gestión.
Bolsonaro achaca sus responsabilidades a otros, como por ejemplo decir que "Brasil está quebrado. Yo no consigo hacer nada", lavándose olímpicamente las manos, de manera indolente, escurriendo el bulto sobre los cadáveres de miles de brasileños y condenando a la muerte segura a millones de pacientes que no logran acceder a servicios de salud adecuados para tratar los efectos de la enfermedad. Ni hablar del fiasco en las negociaciones para la compra de las vacunas que se encuentran en niveles exiguos con respecto a otros países de la región, por la falta de cumplimiento de los proveedores contratados por el gobierno (principalmente AstraZeneca).
Bolsonaro prefiere estar de brazos cruzados frente a la angustia y padecimiento del pueblo que además se ha enfrentado a otras infortunadas consecuencias como el incremento sostenido de las tasas de desempleo (superando el 14%) y una contracción económica cercana al 4,5% al cierre del 2.020.
En su modo negación suelta el mantra que explica la tragedia que sufre el pueblo brasileño: "Todo ahora es pandemia, hay que acabar con eso. Lamento los muertos, lamento. Todos nos vamos a morir un día, aquí todos van a morir. No sirve de nada huir de eso, huir de la realidad. Tienen que dejar de ser un país de maricas". Esto es todo un tratado de xenofobia, racismo y discriminación proveniente del verbo encendido de un presidente que ha ratificado su talante ultraconservador y reaccionario.
El caso de Manaos es emblemático. Está totalmente abandonada por el gobierno central. La región amazónica brasileña enfrenta su segundo rebrote del virus y la elevada cantidad de enfermos graves han "desbordado sus servicios de emergencia", principalmente las áreas de terapia intensiva y hospitalización que requieren el suministro permanente de oxígeno para garantizar el soporte vital de los pacientes. Frente a esta tragedia, con total solidaridad y el compromiso que nos caracteriza, el Gobierno Bolivariano desplegó sendos operativos logísticos para trasladar camiones cargados de oxígeno desde el Estado Bolívar hasta las vecinas Roraima y Amazonas. Un país bloqueado y asediado por sus vecinos, que devuelve la afrenta con un abrazo de esperanza y amistad.
La negación de Bolsonaro frente a la pandemia ha permitido que Brasil presente estos lamentables resultados. Por su indolencia en la implementación de adecuadas y oportunas acciones para enfrentar la crisis, el Fiscal General de ese país, Augusto Aras, "abrió una investigación preliminar sobre el presidente, Jair Bolsonaro, y el ministro de Salud, Eduardo Pazuello, por posible negligencia en respuesta a un brote de Covid-19 en la ciudad de Manaos". Frente a la justicia Bolsonaro se tropezará con la cruda realidad que ha pretendido negar.
Por supuesto que la popularidad de Bolsonaro está enterrada en el más profundo subsuelo. Solo "Un 31% de brasileños considera que el mandatario ultraderechista hace un buen o muy buen trabajo", dejando así un abrumador y lapidario 69% de rechazo a su negligente gestión al frente del gobierno. De cara a las próximas elecciones presidenciales del año 2.022 parece difícil que este nefasto personaje pueda aspirar a la reelección.
Bolsonaro tendrá el mismo fracasado destino que su alocado líder, el maléfico y mal perdedor Donald Trump. Como alma en pena se paseará por el altar del olvido, la perfidia y el fracaso junto a destacados criminales de la ultraderecha latinoamericana encabezados por Mauricio Macri, Jeanine Áñez y Lenín Moreno.