Hay que decir lo que algunos no quieren que se diga

En el caso de los seres humanos –como bien afirmaron longevos y referenciales personajes–, vivir muchos años no es ningún mérito, sino un privilegio; pero, cuando se habla de una organización política, social o cultural, seguramente sí podría asumirse como mérito.

Por eso, tiene sobrada justificación que los revolucionarios celebremos con entusiasmo el reciente 90º aniversario de la fundación orgánica del Partido Comunista de Venezuela (PCV), reconocido como el decano de los partidos políticos modernos en el país.

Muchos recuerdan –y algunos incluso con tintes de inmutabilidad catequística– la frase de Manuel Taborda, veterano dirigente obrero comunista, en la sesión de instalación del 4º Congreso del PCV (1971): «¡Este Partido no lo destruye nadie!»[1], tras las traumáticas experiencias fraccionalistas del guerrerismo, a finales de la década de los sesenta, y del reformismo antisoviético a principios de los años setenta.

Sin embargo, no deben tomarse a la ligera las palabras aleccionadoras de un muy reflexivo Fidel, cuando se acercaban a los 47 años del triunfo de la Revolución Cubana: «Se habla de crítica y autocrítica, sí, pero nuestras críticas suelen ser casi de un grupito, nunca acudimos a la crítica más amplia, nunca acudimos a la crítica en un teatro. […] Crítica y autocrítica, es muy correcto […]; pero si vamos a dar la batalla hay que usar proyectiles de más calibre, hay que ir a la crítica y autocrítica en el aula, en el núcleo y después fuera del núcleo, después en el municipio y después en el país.»[2]

De ahí que, sin parquedades timoratas, expresó: «Son terribles las consecuencias de un error de los que más autoridad tienen, y eso ha pasado más de una vez en los procesos revolucionarios. […] Este país puede autodestruirse por sí mismo; esta Revolución puede destruirse, los que no pueden destruirla hoy son ellos; nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra.»[3]

Alimentados con esos insumos y con un número importante de episodios nacionales e internacionales, en un documento de vibrante actualidad, se resaltó: «Sabemos –y a lo largo de la historia se ha corroborado muchas veces– que gloriosos méritos colectivos y rico acervo histórico no son por sí solos garantía de un rumbo sostenido de avance revolucionario. […] No hay irreversibilidad de los procesos, sino que las mejores armas frente a retrocesos y desviaciones son la fortaleza ideológica y la claridad del proyecto político, que se expresan en la consecuencia y la vigilancia revolucionaria, diariamente, en la lucha, los objetivos, las normas, los métodos y los principios.»[4]

Es decir, que la inconsecuencia y la falta de vigilancia revolucionaria en la lucha, los objetivos, las normas, los métodos y los principios, son producto de la debilidad ideológica y la ausencia de claridad acerca del proyecto político, lo cual conduce casi inexorablemente a retrocesos y desviaciones.

E incluso, este documento –que algunos quisieran engavetar o desaparecer–, descarnadamente señala que: «Cuando nuestros Estatutos, en su artículo 1, establecen que el PCV "es el Partido Político de la clase obrera y de los trabajadores y trabajadoras en general, su vanguardia, su forma superior de organización", no podemos asumirlo mecánicamente como si fuera un decreto divino o nuestro destino», sino que «la misión histórica del Partido podrá o no cumplirse en dependencia de que conquistemos el papel de vanguardia ante las masas, y eso no ocurrirá si el Partido y sus miembros se limitaran con enunciar la "teoría de vanguardia"», ya que de lo que se trata es de que «la teoría de vanguardia debe impregnar cada aspecto de la vida partidaria y que todo lo que el Partido y sus miembros hagan […] debe ser a través del tamiz de las concepciones político-ideológicas y organizativas del marxismo-leninismo.»

RATIFICANDO PRINCIPIOS

A estas alturas ya habrá saltado de su silla más de un atornillado carrerista –esos buenos exponentes del jalamecatismo, que escalan irguiéndose como supuestos sacrosantos defensores de «la pureza del Partido»–, para preparar el lanzamiento de ataques espurios desde sus conciliábulos.

Quizá, para algunos, haya que recordarles que hace más de cuatro décadas se estableció congresualmente la máxima de que «todo cuanto hacemos está sujeto a la crítica del Partido y del pueblo trabajador que nos rodea.»[5]; además, como se resaltó en un artículo anterior, «sería indigno hacer lo mismo que el gobierno nacional ha hecho por más de dos décadas, es decir, pretender que las críticas y los problemas desaparecerán o no crecerán sólo porque se decida no hablar de ellos.»[6]

De todas maneras, no estaría de más ratificar principios esquematizados hace menos de un año por quien suscribe:

«La gran mayoría de quienes continuamos militando en el PCV –e incluso una parte importante de quienes en la última década lamentablemente decidieron dejar de militar–, estamos convencidos de la vigencia y necesidad de los fundamentos del marxismo-leninismo:

La concepción sobre el papel de la clase obrera como el sujeto histórico que debe encabezar la liberación del resto de la sociedad explotada;

La concepción sobre la necesidad de un Partido marxista-leninista que, como organización de vanguardia del proletariado, oriente y dirija las luchas económicas, ideológicas y políticas;

El carácter del Estado lo determina la clase que ejerce el poder hegemónico en la sociedad, no las personas que estén en el gobierno; por lo que es peligroso y tiende a confundir si se adjetiviza el Estado al margen de la caracterización clasista;

La lucha de clases es la expresión de las contradicciones antagónicas entre las clases y de la lucha entre éstas, según corresponda, por mantener o tomar el poder;

El derrocamiento de la burguesía y la toma del poder político no se logran mediante elecciones, sino a través de la revolución proletaria y popular, la genuina revolución socialista;

Tras la toma del poder, para iniciar el tránsito hacia el comunismo (cuya primera fase será el socialismo), se debe instaurar la dictadura del proletariado, el poder obrero y popular, la socialización de los medios fundamentales de producción, y la planificación centralizada de la economía.»[7]

Más adelante, debajo de esas líneas, se afirma sin lugar a dudas que: «por su tradición, historia, principios fundacionales y objetivos enunciados, el PCV sigue siendo en Venezuela la organización que tiene las mejores condiciones para llegar a convertirse en el Partido revolucionario de vanguardia, imprescindible para alcanzar los objetivos planteados»; no dejando de asentar al mismo tiempo, cual exhorto: «Indistintamente de las incomprensiones y los ataques que coyunturalmente se generarían en una parte del pueblo trabajador, la profunda autocrítica y el razonado deslinde frente a las influencias perniciosas de las concepciones y figuras que caracterizan el "reformismo chavista", al final terminará fortaleciéndonos.»

QUITANDO CARETAS

Para este momento, seguramente, algunas de las personas descritas anteriormente ya no aguantarán la urticaria, sobre todo «quienes –sin ser formalmente militantes del PSUV, aunque cumplen con todos los requisitos– exclaman indignados: "no podemos ser mezquinos con Chávez y su legado [o su obra]"»[8].

Pero es que de entrada son impresentables quienes exaltan un apócrifo «liderazgo consecuente» y pretendidos «esfuerzos» de su «Comandante» por transformar la base económica venezolana, convenientemente ideando un quimérico sabotaje de su equipo ministerial y de la alta dirección política, para explicar la continuidad y acentuación de los graves problemas de dependencia y atraso agrícola e industrial que ha padecido el país en los pasados 22 años.

No en balde, hace un tiempo se recalcó que: «En, al menos, estas últimas décadas de la historia venezolana, no hay personaje más excusado que Hugo Chávez, a quien no le faltaban excusadores cuando estaba vivo y le siguen sobrando después de muerto», los cuales «sencillamente obvian o, peor aún, han pretendido justificar situaciones ocurridas durante la gestión de Chávez y actuaciones de él mismo, que entonces eran lamentablemente comunes y que lo siguen siendo; la única diferencia es la afinidad que se tiene con el "jerarca" de turno.»[9]

Pero, caen aún más bajo quienes –encubierto en una fraseología pseudorevolucionaria– reivindican y llaman a «recuperar el curso nacional liberador del proyecto histórico venezolano. […] ese proyecto estratégico y programático que Chávez encabezó, que nosotros acompañamos y que nos identificamos con él.»; y, por si fuera poco, «clarifican» que las «fracturas en las fuerzas patrióticas y revolucionarias» las producen «quienes se alejan cada vez de manera más rauda del proyecto político estratégico que levantó Hugo Chávez», como si ese fuese el factor común e inalienable de las fuerzas patrióticas y revolucionarias venezolanas.

No, no le rindo homenaje ni puedo exclamar: «¡Honor y Gloria a la memoria del Comandante Hugo Chávez Frías!»; y nadie debería hacer una alharaca por eso. Claro, esta posición le alarma a algunos que centran sus esperanzas en «reagrupar» a las corrientes de base chavista; pero no es para nada descabellado si se entiende que los comunistas, con los objetivos trazados en nuestro vigente Programa, debemos generar alianzas con quienes identifican al enemigo en «el imperialismo y la burguesía monopólica, asociada en condiciones de dependencia al capital extranjero»[10], indistintamente de si rinden homenaje y honores a la memoria de Marx, Engels, Lenin o Gustavo Machado, o si piensan que la Unión Soviética fue una experiencia fracasada y que el marxismo-leninismo es una doctrina «pasada de moda». No ponemos esas condiciones, por ende, no deberíamos caer en chantajes infantiles.

Por eso, sin aspavientos, unos cuantos hemos dicho que: «Tanto en el PSUV como en sus organizaciones aliadas y dentro del heterogéneo pueblo que se opone al Gobierno nacional, hay muchos hombres y mujeres dignos, honestos y trabajadores, que defienden nuestra autodeterminación y aspiran a una patria con desarrollo soberano, liberándonos de la explotación del sistema capitalista», y que «el análisis crítico y desapasionado de este periodo también permitirá extraer otras importantes lecciones.»[11]

A MODO DE CONCLUSIÓN

Especialmente después del artículo del pasado 12 de diciembre (Insumos para el debate, la autocrítica y los correctivos), hay quienes, con uno u otro propósito, están muy interesados en «la evaluación y análisis» de «las actuaciones y opiniones políticas» que «viene haciendo públicas» mi persona «a través de las redes sociales y portales de información digital»; algunos –calculo que los menos– para precaver previsibles polvaredas, y otros en la búsqueda de genuinas salidas al laberinto desorientador en el que se encuentra la amplia izquierda venezolana desde hace más de dos décadas.

En cualquier caso, los interesados podrán encontrar ampliadas referencias de ciertas «opiniones políticas» en el presente texto; pero debo dejar sentada la misma advertencia que hizo Pedro Ortega Díaz, miembro del Buró Político del PCV, en una entrevista que le realizaron para ser publicada en un libro, de que «no estoy comprometiendo la opinión del partido, te estoy hablando a partir de mis reflexiones personales»[12], y manifestar que todas las que rubrico se guían por dos principios medulares: «La defensa de los fundamentos del marxismo-leninismo es una batalla que bien vale la pena seguir librando»[13], y que «Especialmente en política –sobre todo si somos revolucionarios, y más aún si nos definimos como comunistas–, la coherencia y la honestidad son unas cualidades invalorables y no debemos traicionarlas, indistintamente del precio que haya que pagar.»[14]

Finalmente, en consonancia con estas aclaratorias, reafirmo en todas sus partes lo señalado en el mencionado artículo –que tanto escozor le produjo a algunos–, sobre todo en el sentido de que reacciones surgidas a raíz del resultado en las parlamentarias del 6D pretenden «justificar y esconder una deficiente votación electoral y rehuyendo el análisis autocrítico», dando luces para el análisis acerca de –evidente para muchos– lo tardío y superficial «del deslinde asumido», además de lo flemático del cambio de posición que se tenía de los «cambios en el sistema electoral venezolano».

Asimismo, sobre «un aspecto medular»: «la insistencia de autolimitarnos dentro de la polarización «chavismo-antichavismo», […] facilitando que siga creciendo la concepción de que el PCV debe ser "el Partido del chavismo consecuente"», patentizada con la jerarquización de «las bases populares chavistas» en «la población electoral objetivo», ese «"chavismo de base, antimadurista y revolucionario" [que] –además de carecer de un nítido perfil clasista– es tan solo una fracción del chavismo»; todo lo cual está en contravía del Programa y de la Línea Política del PCV.

Y que, como resultante natural, esto «es un muy necesario y postergado debate, que amerita hacerse de manera descarnada, sin privilegiar la imagen pública de ficticias unanimidades monolíticas», entendiendo que «La magnitud de esta discusión y el alcance de los correctivos exceden por mucho las atribuciones de una Conferencia Nacional del PCV», y valorando que «"El Congreso debe convocarse cada 4 años", que se cumplen en junio de 2021, por lo que la necesidad político-ideológica y organizativa coincide con los lapsos estatutarios, y únicamente se podría "prorrogar su realización por un año más con una votación de 2/3 partes de sus Miembros principales"[15]».

Queda dicho, al menos una parte de lo que algunos no quieren que se diga.


[1] «Discurso de Manuel Taborda», en PCV, cuarto congreso. Documentos y resoluciones, 4º Congreso del PCV, 23 al 27 de enero de 1971.

[2] Fidel Castro, Discurso en el acto por el 60º aniversario de su ingreso a la universidad, 17 de noviembre de 2005.

[3] Ibidem.

[4] «La organización marxista-leninista», 13ª Conferencia Nacional del PCV, 8 al 10 de agosto de 2014.

[5] «Informe del Comité Central», 6º Congreso del PCV, 8 al 11 de agosto de 1980.

[6] «Aún no es tarde para corregir», 11 de mayo de 2020.

[7] Ibidem.

[8] «Para ir zanjando lo de "el legado"», 1 de junio de 2020.

[9] «Acerca del excusado y los excusadores», 9 de junio de 2020.

[10] «Programa del PCV», 6º Congreso del PCV, 8 al 11 de agosto de 1980.

[11] «Vindicación de Jerónimo, desmitificando supuestos paradigmas», 30 de abril de 2020.

[12] Agustín Blanco Muñoz, La lucha armada: Hablan 5 jefes, UCV-FACES, 1980.

[13] «Contra la "catequización" del marxismo», 13 de julio de 2020.

[14] «Para construir la necesaria alternativa popular revolucionaria», 25 de agosto de 2020.

[15] «Estatutos del PCV», Capítulo VIII «Del Congreso Nacional del PCV», artículo 54, 15º Congreso del PCV, 22 al 25 de junio de 2017.



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Carlos Aquino G.

Dirigente del Partido Comunista de Venezuela PCV. Analista político. Periodista de investigación.

 caquino1959@gmail.com

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