La muerte del escritor McKey, las redes sociales y el regreso a la Inquisición

Un humano, venezolano, de oficio escritor, luego de ser acusado de abuso sexual en las redes sociales, se suicidó lanzándose de la altura de un edificio. Lamentable hecho que debe llamarnos a reflexión. Las redes sociales han cambiado las relaciones humanas, es un fenómeno nuevo que aún no se despliega completo, está siendo objeto de estudios en los mejores centros del pensamiento del mundo, es materia para los especialistas; sociólogos, psicólogos, filósofos tienen mucho que indagar en ese campo. Nosotros opinaremos sólo sobre la relación de las redes sociales y el Estado madurista. Esta relación alarma.

La fiscalía, hace poco, nos asombró dictando auto de detención a un motorizado que llevaba una guacamaya en la cesta de su moto. Las redes, irresponsablemente, lo acusaron de maltrato animal, y la fiscalía dio por buena la acusación y sin más miramientos detuvo al ciudadano: se sumó a la opinión de las redes, lo detuvo por maltrato animal. Al final, resultó que el motorizado ayudaba a la guacamaya, la llevaba a un centro de atención.

El hecho ilustra el peligro de la sumisión del Estado a las redes sociales. En este caso las redes actuaron como tribunal de justicia y la fiscalía ejecutó la sentencia, expuso al motorizado al escarnio público, lo condenó. No es el primer caso en la historia en el que rumores, acusaciones masivas, fanatismos cuando encuentran recepción en el Estado, cuando dirigen su conducta, producen cacerías que causan horribles crímenes, inducen conductas perversas. Recordamos el famoso caso de las brujas de Salem, los tribunales de la inquisición presionados por una opinión pública fanatizada sentenciaron a muerte, sin ninguna prueba, o con pruebas insólitas a los acusados de brujería.

Hoy en Venezuela parece que regresamos a los años 1400, 1600, a la época de la inquisición, del fanatismo de la Alemania nazi, a la cacería de brujas: las redes, con sus acusaciones irresponsables han causado mucho daño a personas, las enferman, las acosan, inducen al suicidio, al desquiciamiento. Cuando esa conducta malsana se une a una conducta pantallera de la fiscalía, el coctel es explosivo. No conocemos al escritor, no sabemos si su conducta era o no delictiva, es inocente hasta que un tribunal lo condene. Aun cuando mckey reconoce su culpabilidad, eso no excusa un juicio; condenarlo a la ligera, asumirse las redes y la fiscalía como tribunales es un peligroso precedente. La fiscalía, el Estado, con todo su poder lo expuso a la injuria pública, lo condenó. De esta manera le conferimos a las redes y a la fiscalía una potestad que retrocede a la justicia siglos: condenar sin juicio, basado en los criterios de la red difusa y la voluntad de un Torquemada con ínfulas de fiscal.

Esta muerte, de un humano sometido a terrible presión, no debe pasar por debajo de la mesa, es necesario tomar medidas desde ahora. Una debía ser regular el pantallerismo de la fiscalía, del gobierno en general, el uso de las redes, su aparición en la televisión, controlar los irresponsables programas de televisión del madurismo, verdaderos tribunales del aire; sus acusaciones y sentencias sin fundamentos y sin ningún control, hacen más daño que bien. Claro que esto no sucederá, el madurismo, que se sostiene en las excusas absurdas, en las mentiras más descaradas, en la cacería vil de sus adversarios le es imprescindible el fanatismo que acepta sin pensar cualquier acusación, cualquier mentira y las horribles consecuencias que de ellas se desprenden. Estos casos como el del escritor van instalando el fanatismo, son los síntomas del fascismo.

¡DETENER EL FASCISMO, CUANDO AÚN HAY TIEMPO!



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Toby Valderrama Antonio Aponte

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