Esta es tierra de guerreros, desde la independencia siempre que la historia lo solicitó no han faltado combates y combatientes que acudieran al llamado. José Leonardo, Bolívar, Zamora ocupan las primeras páginas del libro que guarda las gestas militares de este pueblo. En la historia nuestra no ha faltado la gloria militar.
Hemos aprendido que la guerra es una actividad que conmociona a toda la sociedad, y debe tomarse con la mayor responsabilidad. Toda la sociedad, desde la política hasta la más pequeña actividad económica, está entrelazada en la empresa bélica, todo se influye, todo se depende. La guerra es una actividad, como pocas, que pone a prueba la textura de una sociedad, se demuestra en ella de qué barro están hechos sus hombres, sus líderes.
La calidad de la jefatura de los bandos en pugna, vale decir las jefaturas políticas, recordando aquello de que “la guerra es la política por otros medios”, determina la calidad de la contienda. Su accionar, su seriedad tiñe a toda la actividad bélica. Entonces no debe extrañarnos que los tumbos, el rumbo errático de nuestro país en la política, en la economía, en la gestión de gobierno se manifiesten también en el rumbo errático en lo militar, más sensible a la improvisación, al pragmatismo, a la falta de estrategia.
Un buen ejemplo es la situación militar en Apure, los bombardeos, los combates, las circunstancias difusas de los muchachos prisioneros: allí no se cumple una de las condiciones principales en un enfrentamiento, el perfil del enemigo. No se sabe a ciencia cierta contra quién lucha la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. Se dice que es contra los gringos y Colombia, que usan como instrumentos a unas presuntas disidencias de la FARC, pero simultáneamente se habla de unas reuniones secretas y acuerdos, unas mesas con sus gobiernos, el paralelo de guaidó y el de biden.
Donde el problema se nubla completamente es con los prisioneros, allí hay muchas dudas: primera, si los combates y su captura fueron en suelo venezolano, como se deduce, porque lo contrario sería una invasión a Colombia, nos preguntamos: ¿los “enemigos” y los prisioneros aún están aquí adentro? ¿O están en Colombia? ¿Se consiguió replegarlos a Colombia o permanecen en territorio nacional? No se sabe nada. Parece que la fuerza desconocida no fue desmantelada, no andan de retirada, de lo contrario no tendrían prisioneros, ni serían capaces de mandar videos con los muchachos rozagantes. Todo indica que cuando la jefatura militar pide a esa imprecisa fuerza beligerante que libere a los prisioneros, es el reconocimiento de la tremenda torta desde el punto de vista militar, político y social de la ofensiva que comenzó con unos bombardeos que demuestran ser inocuos en este tipo de guerra.
Esta “guerra” de esta jefatura pasará a los anales bélicos mundiales como la única donde no se conoce al enemigo; será estudiada en las Universidades Militares del mundo como la mejor manera de ser derrotado. Sin conocer al enemigo no se sabe por qué se pelea, y sin saber por qué y contra quién se pelea no hay apresto espiritual para el combate, no hay moral de combate posible. Será la demostración que la guerra es la continuación de la política por otros medios. Y la política pragmática, oportunista, sin estrategia y sin principios, cuando dirige una guerra, fracasa. En resumen, con esta jefatura política, y parafraseando al Arzobispo de Mérida: “ni la guerra ni la paz prosperan”, “ni el mal, ni el bien prosperan”. Todo saldrá mal, todo empeorará.
Sabemos que este gobierno sólo es gallo frente a los que no pueden darle respuesta, a los que no pueden defenderse, pero frente a los respondones retrocede presto, así por allí anda guaidó el emisario del Comando Sur, mientras a los débiles los espera la operación tun tun.
¡CHÁVEZ LOS JUZGARÁ!
