Es un hecho histórico: toda revolución fracasada, primero fue derrotada en la lucha interna. Y es así, la lucha en sus entrañas decide el destino de la Revolución. Paradójicamente, las características de la confrontación interna son poco tratadas en la revolución, es tabú, está allí, sucede, aunque pocos la nombren y muchos la ignoren.
La lucha interna, escenario decisivo de la batalla entre la Revolución y la contrarrevolución, se evade por la interpretación manualezca de la lucha de clases. Siguiendo esos ladrillos del dogma soviético, se malentiende que la batalla es entre los proletarios y los burgueses, cuando en realidad es entre la ideología proletaria -revolucionaria- y la ideología burguesa -capitalista-. Ignorando este inmenso detalle, la lucha deriva fácilmente hacia el economicismo, hacia la reivindicación material, y evita el cumplimiento del papel histórico de la revolución, la construcción del socialismo. Este error teórico impide la comprensión de la lucha interna más allá de la mera disputa de posiciones de poder, la reduce a las apetencias personales, oscurece la profundidad de la lucha interna.
La verdadera lucha interna, dijimos, es la pugna entre las ideologías revolucionaria y contrarrevolucionaria. Entonces, ¿cuáles son estas ideologías, cuál su esencia? La esencia de la ideología contrarrevolucionaria es el egoísmo, el bien individual por sobre el bien social, la competencia entre los componentes del todo social, el lucro material individual. La esencia de la ideología revolucionaria es la fraternidad, la cooperación social, considera que el bien, la suerte del individuo depende del bien, de la suerte del todo social, y el bien del todo depende de la suerte de los individuos.
En la sociedad capitalista las clases son poseídas por la ideología de la clase dominante, y tienen, sólo como posibilidad, la ideología que se desprende de su existencia. Esa contradicción interna de las clases es también una tensión dentro de los individuos, y entenderla es fundamental para el éxito revolucionario.
Dentro de las filas revolucionarias se descuida este aspecto fundamental de la lucha interna, el comportamiento de los individuos se mide con la óptica capitalista, la ideología dominante: los enfrentamientos tienen el tinte individual, grupal, se desconoce el bien del todo, del país, de la humanidad. De esta forma, la acción revolucionaria adquiere un carácter grupal, egoísta, es decir, teñida de la esencia capitalista. Y así la revolución es atrapada por la lógica del capital… es derrotada.
Bolívar fue derrotado por la ideología contrarrevolucionaria enquistada en el interior de la guerra de independencia, esos grupos fragmentaron la Gran Colombia y se repartieron sus tierras. La Revolución Soviética fue derrotada de la misma forma, esos grupos internos se repartieron, privatizaron, la riqueza social. La Revolución de Mao padeció similar destino. Putin, Gorbachov, Yeltsin fueron quistes capitalistas dentro del campo revolucionario, semejantes a los líderes chinos, madres de ese monstruo bíblico es la China de hoy.
Aquí, entre nosotros, tenemos un ejemplo de lo anterior. Mientras Chávez dio su vida luchando por el común social, otros estaban -guiados por la ideología contrarrevolucionaria- formando grupos, ocupando posiciones, luchando por el bien grupal, mezquino. El resultado es este genocidio nacional que hoy vivimos: venta de pdvsa a los capitalistas, nacimiento de una neoburguesía enchufada, mortificación económica y espiritual de toda la sociedad. Perdimos la lucha interna, no supimos entender su esencia, no pudimos derrotar la ideología capitalista. Nos queda el consuelo de que esta revolución se pierde al igual que las grandes revoluciones. Y nos queda el reto pendiente de retomar el camino y no cometer los mismos errores.
¡CHÁVEZ REVOLUCIONARIO!