Un inmenso nido de víboras. Eso parece a la distancia la devastadora lucha interna en el seno del vetusto y corroído partido Acción Democrática. Una organización política caída a menos, mermada totalmente, producto de la corrupción y todos los desmanes ocurridos durante la Cuarta República en contra del pueblo venezolano. Este es un partido putrefacto, un cadáver insepulto, que ahora practica la bajeza política como medio de supervivencia en pleno siglo XXI.
Lo que se observa son toletes irreconciliablemente divididos, metiéndose zancadillas, copando cuanto espacio sea posible, ejecutando asaltos a sus oficinas o repartiendo cargos en las estructuras "vacantes" de las dos facciones existentes. Haciendo buena fama de su historial violento, han contado en algunos asaltos con los famosos cabilleros adecos, para dar trompadas, empujones y tiros cada vez que sea necesario. Las bandas armadas creadas por Rómulo Betancourt son la versión criolla de los temibles "Tonton Macoute", sanguinaria policía secreta y fuerza de choque del dictador haitiano François Duvalier (Papa Doc). Desde Betancourt, los adecos aprendieron a despachar (y desaparecer) a golpe limpio y plomo parejo a cualquier adversario, sea este dirigente estudiantil o líder sindical.
Aunque se presentan dividas, las víboras adecas tienen la mirada puesta en las elecciones regionales y locales del mes noviembre. Algunos grupos están abiertamente en campaña, otros tragan grueso y maquinan a la sombra pues no quieren dejar escapar las cuotas de poder representadas en alcaldías y gobernaciones.
La jugada ambiciosa de los distintos grupos se ha desatado. Han entrado en estado de Nirvana, rememorando con candidez sus glorias pasadas, el poder absoluto que ostentaron. Llenos de absoluta añoranza (por un pasado que más nunca volverá), algunas facciones expresan con ilusorio optimismo que "el partido se mantiene sólido y unificado en todas sus estructuras a lo largo de toda la geografía de nuestra querida Venezuela". Hasta han copiado descaradamente algunas formas organizativas del PSUV (como las UBCH y los jefes de calle), estableciendo asambleas vecinales que a lo interno llaman disimuladamente "comité locales" y "estructuras electorales". Se vale el plagio.
Los toletes más visibles están representados por la gente que apoya a Henry Ramos Allup, y en la otra esquina a su excompañerito Bernabé Gutiérrez. Ambos han desatado una guerra intestina que mantiene al partido divido y enfrentado de caras a las próximas elecciones.
El bando que apoya a Bernabé Gutiérrez está lanzado por el camino de la participación electoral y señala con total pompa que "Acción Democrática está en la calle y volveremos a gobernar". Llenos de los vistosos colores de las antiguas verbenas adecas, se observa a este sector de lo más animado recorriendo las calles de manera eufórica y desafiante. Sin respetar las normas de bioseguridad buscan recuperar el amor de su antigua militancia promoviendo con pompa el "Gran Abrazo Adeco".
Bernabé Gutiérrez no anda con cuentos. Anda desplegado por todos los municipios del país, levantando la mano y ungiendo a cuanto candidato a alcalde se le atraviesa. Afirma, sin pena alguna, en la indiscriminada repartición de candidaturas, que ellos "serán los mejores gerentes para esas entidades", asegura además que "aquí tenemos a la maquinaria bien aceitada" para "hacerle tragar al gobierno el polvo de derrota". Alucina con un optimismo desbordante. En noviembre se enfrentará a un baño de realidad cuando el pueblo nuevamente lo recompense con el más absoluto rechazo.
Del lado de Henry Ramos Allup sigue el duelo absoluto. Las almas van en pena luego de que el vetusto dirigente adeco se anotara a perdedor apoyando la agenda del golpismo impuesta desde Washington. Su rimbombante anuncio (en el año 2016 desde la presidencia de la Asamblea Nacional), de que iba a arrasar en seis meses con la Revolución Bolivariana y con todos los poderes públicos (el poder Ejecutivo, el Judicial y el Electoral) fue un rotundo fracaso. Luego de la ruina de este desatinado plan, Ramos Allup quedó disminuido, solapado y fue desplazado. Pero alerta. Este maquiavélico político sigue operando detrás de las sombras, apoyando al sector golpista de apátridas que han puesto en riesgo la soberanía y la paz del país, confabulándose abiertamente con los halcones del Pentágono.
El tolete antidemocrático y golpista afín a Ramos Allup insiste en su perorata de rechazar la vía electoral como mecanismo único de que el pueblo exprese su voluntad. Por eso insisten en señalar, que este sector de "Acción Democrática no tiene candidatos a alcaldías o gobernaciones hasta que haya condiciones". Imaginamos que esta facción adeca se quedó pegada en el fracasado mantra de Guaidó. Hay mucho dinero en juego. Sin embargo, el "activismo" político sigue presente en el grupo de Ramos Allup, desplegados en reuniones para no permitir que el sector que dirige Bernabé le siga robando espacios y adeptos. Tanto es así, que el mismísimo Carlos Prosperi (parece un candidato gallo tapado a la alcaldía Libertador, "vamos Caracas", es su eslogan) señala con vehemencia que "nos mantenemos en pie de lucha, recorriendo cada rincón de Venezuela pese a la pandemia".
Nadie entiende la locura adeca. Lo que está claro es que la ambición política de las víboras puede más que el regaño del Tío Sam.