Por supuesto que si hay que raspar a gobernadores y alcaldes se deben raspar. Lo contrario sería darle la espalda a esa gente que votó convencida del proceso revolucionario liderado por el presidente Hugo Chávez y esperanzada en que cuanto antes llegue con mayor rigor la justicia social a las comunidades más necesitadas.
Y es que no es ningún secreto que Chávez ganó holgadamente las elecciones en esas barriadas carentes de servicios públicos, asfalto, viviendas dignas, empleos, donde el alto índice delictivo es tan elevado que la vida de una personas vale la suerte de no cruzarse con un hampón en el camino.
En mi criterio, triunfó en los sectores donde se notan los esfuerzos del Gobierno nacional, mas no la gestión de alcaldes y gobernadores enmascarados que, como he dicho en escritos anteriores, se llenan la boca diciendo: “soy chavista”, como si de eso se tratara todo el proceso.
No se debe generalizar. Existen gobernantes de la mano con el pueblo, pero hay otros cuya forma de ser y proceder sigue anclada en el pasado. Al menos, eso es lo que demuestran en su gestión.
No le ponen empeño a los proyectos claves de las comunidades, mientras en los cinturones de miseria siguen esperando que se consoliden las acciones sociales. Hechos concretos, con mayor firmeza y se lo merecen. Siempre han demostrado que tienen alma revolucionaria y están dispuestos a dar la vida por Chávez.
Además hay que estar consciente de que esa gente es la verdadera revolucionaria y no lo expreso por capricho, indignación ni nada por el estilo.
Lo digo porque hay eventos que así lo manifiestan. Fíjense en este aspecto: Ya señalé que Chávez ganó sobrado en esos sectores y, como es de suponer, la mayoría ni llevaba sombrilla ni mucho menos dinero para comprar un cepillado, un helado o un refresco, a fin de poder amortiguar el calor, por lo menos aquí en Maracaibo, donde en condiciones normales la temperatura -entre las diez de la mañana y cuatro de la tarde- raya en los 40 grados centígrados.
Esa gente tuvo también que sortear otras adversidades que acarrea transitar por las calles de los barrios donde residen, para ir a cumplir con el sagrado deber del sufragio.
De tal forma, podría mencionar cualquier cantidad de sacrificios que han de hacer las personas humildes, para salir de sus casas ubicadas en esos temibles sectores, y que sin embargo, no son obstáculos para ellos, porque sin duda, creen en Chávez.
Pero veamos entonces la otra cara de este aspecto: Cuando Chávez habló del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), los líderes de algunas organizaciones políticas que, incluso, se mantienen en el ambiente solamente porque están asidos de la pretina de los pantalones del Presidente, pegaron el grito al cielo.
Al parecer ya todos están ganados a esa idea, pero por mucho que intentaron, algunos no pudieron torear la indignación dada la controversial propuesta.
Ahora, amigos lectores, ¿ustedes creen que si los líderes de esos partidos hubiesen tenido que tomar el bus de Cujicito, Chino Julio o los carritos de Integración Comunal, van a votar por Chávez? No lo creo, y no lo creo porque, insisto, hay dirigentes –entre ellos gobernadores y alcaldes- que aparentan ser revolucionarios, pero en el fondo tienen el corazoncito atrapado por el dulce embrujo del dinero, del placer, de la buena vida y no les importa el pueblo. Sino consulten a los habitantes de los barrios de su competencia. Lo que deben es quitarse la careta por el bien de esas personas.
Por eso, si hay que raspar a gobernadores y alcaldes, debe hacerse. Y es que el compromiso del Presidente no es con mandatario alguno, sino con ese pueblo que pese a los esfuerzos del Gobierno, sigue viviendo en condiciones infrahumanas.
Igualmente, pienso, que se debe ser cuidadoso con esa advertencia presidencial. Hay que hacer justicia, por cuanto sino se corre el riesgo de caer en la letra de esa canción ranchera que canta y tararea con frecuencia mi amigo Germán Hernández (Mancho) y que seguramente ha escuchado el comandante Chávez: “No me amenaces, no me amenaces”, del compositor mexicano José Alfredo Jiménez, porque sencillamente se dicen cosas y no pasa nada y eso es grave para los creyentes de este proceso.
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