El país vive la mayor crisis de toda la historia, con el agravante de la ausencia de salida, la pérdida de razones para vivir, la muerte de la Esperanza. No es necesario repetir el diagnóstico, es suficiente ojear un poco las noticias para percibir la disolución de la Patria. El madurismo ha fracasado, lo ha destruido todo, condujo al país a los bordes del abismo, lo sumerge cada día más en el caos; nada funciona, la sociedad estalla en mil fragmentos.
Hoy en Venezuela existen dos mundos bien marcados: uno, el mundo político, el del madurismo y el guaidosismo; y separado por una profunda fosa, encontramos el mundo de la triste realidad, el de la pobreza, el de los barrios con gobierno propio. Al mundo del privilegio pertenecen un 5% de la población, son los favorecidos con algún puesto en el gobierno o privado que les acerca a las reliquias de la renta petrolera; el resto de la población sufre en la más absurda miseria. Las remesas en dólares atenúan un poco este cuadro, aunque no lo cambian.
En situación de crisis, el capitalismo recurre a las elecciones burguesas como narcótico de los pueblos para evitar un posible estallido social, la masa es distraída con el circo electoral, que promete algún alivio individual a las penurias sociales, la crisis es paliada con la ilusión electoral. Este sistema le funciona muy bien, es la esencia de la democracia burguesa. Sin embargo, cuando la crisis es muy profunda, cuando el daño es mayor, las elecciones burguesas ya no tienen la influencia para anestesiar a la masa para impedir la explosión de la crisis.
En Venezuela la crisis es muy profunda, el mundo de la política dejó de controlar, dirigir, al mundo de la miseria. La sociedad está fragmentada, el mundo de la miseria, se rebela de forma anárquica, carece de visión política, sólo produce el caos, protesta, desconcertado como bien puede; unos salen a la calle y cierran vías, son los más avanzados, actúan con más organización que metas; otros protestan de manera individual, victimizan al prójimo, sobreviven como pueden.
La crisis profunda de gobernabilidad, el abandono por parte del Estado de grandes sectores de la población que permanecen al margen del mundo de los privilegiados, rechazados del sistema, genera pequeños poderes separados del mundo del 5%. Así se crean territorios independientes con leyes propias, y relaciones humanas que prometen la esperanza de sobrevivir la crisis. Estos territorios existen en el corazón mismo de la sociedad, en los barrios pobres de las grandes ciudades, de la capital. Allí no llega el Estado debilitado por el madurismo.
En estas circunstancias, las elecciones propuestas por el gobierno fracasado no pueden resolver la profunda crisis sistémica. El madurismo intentará crear una imagen de gobernabilidad, de elecciones exitosas, arreglarán los números. No obstante, inevitablemente la crisis, tal como emerge en todos los ámbitos de la sociedad, se presentará también en las elecciones. La crisis continuará, el país seguirá disolviéndose, al gobierno sólo le quedará como último recurso la represión, y entonces, el estallido que indique el final del mundo de los privilegiados es inevitable. Falta saber qué vendrá después, si una dictadura fascista, o si podremos regresar al punto donde extraviamos el camino, regresar a Chávez.
¡LA SOLUCIÓN ES CON CHÁVEZ!