Rapsodia apocalíptica y otros caos de Gabriel Jiménez Emán

La lectura de tres poemarios del poeta brasileño Ronaldo Cagiano (Cataguases, Minas Gerais, 1961), titulados Oservatório do caos (2017), Os ríos de mim (2018) y Cartografía do abismo (2020) me permitieron conocer y profundizar una de las temáticas que, al menos en lengua portuguesa, viene perfilando desde lejos los contornos o contextos de cierta filosofía el caos, del abismo y del laberinto que, en sentido figurado, se convierten en medular motivo para ciertos poetas que navegan las aguas de una mirada estremecida por lo cambiado, lo deformado, lo trasvertido en extrañeza y enajenación; no como pérdida de los objetos y la natura, sino como despertenencia agregadas a la cotidianidad para apartar al hombre de sí mismo; de su raigambre, de su identidad y de su ser; implicando todo esto, la gradual pérdida de su libertad, de su auto reconocimiento, de su inmediato goce del hábitat al que se debe y del que no debe sustraerse bajo ningún imperio. También por esta vía, el estremecimiento doloroso de la memoria y lo memorial. Procesos estos de raigal consecuencia dentro del acto poético.

Caben en este escenario algunos poemas de Fernando Pessoa (1888-1935), de Manuel Bandeira (1886-1968), Sentimento do mundo (1940) de Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), Hilda Hilst (1930-2004), Fernando Mendes Vianna (1933-2016) con textos de Marinheiro no Tempo e Construção no Caos (1958), Anderson Braga Horta (Carangola, Minas Gerais, 1934) y la "desesperada esperanza" de Incomunicação (1977) y Exercícios de Homem (1978); Murilo Mendes (1901-1975) y A poesia em pânico (1937); Ademir Assunção (1961), Everardo Norões (1944), Luís Quintais (1968), José Paulo Paes (Taquaritinga, São Paulo, 1926-1998) y A poesia está morta mas juro que não fui eu (1988); ciertos poemas de Iacyr Anderson Freitas (Minas Gerais-Brasil, 1963).

Aparece en el conjunto de estos autores, sin ir más allá y abrir el círculo hacia otras referencias igualmente válidas, mucha de la conmoción universal que produce, por ejemplo, la llamada crisis del hombre, de la humanidad, por la insensibilidad manifiesta en todo orden y lugar dentro de esta sociedad moderna diezmada por avatares imprevisibles, mecanismos de dominación cultural, política y económica; degradación de valores e identidades, pesadumbre y podredumbre de inocultable presencia global y local; vicios y manipulaciones, engaños y desamparos, soledades e impotencias, violencia y ambiciones, usura y despropósitos, hegemonías y crímenes de lesa humanidad, impunidad y dominación; desequilibrios medioambientales y sustracción de recursos naturales irreparables, enfermedades mampuestas y contaminación bélica, por decir lo menos. Hay por tanto un mundo en desorden, en caos, en vías de extinción.

A primera vista puede parecer un tema de interés filosófico o religioso. Una diatriba política o sociológica, pero no, resulta más complejo, y sin duda, más complicado. Científicos y académicos han expuestos ponencias de variadas proporciones, y políticos progresistas e intelectuales valientes han hecho sus conjeturas, sin que parezca mediar acuerdo alguno, conciencia real ni solución probable. El mundo acentúa su crisis, y dentro de ella, los poetas, los escritores —de estos tiempos y de otros— dejan en los vientos sus voces, sus inquietudes, sus preciadas metáforas para la reflexión y el sentir; sean Kafka, Tolstói o Maiakovski, Machado, Lorca o Rilke, Ginsberg, Pound o Faulkner; Pessoa, Drummond o Cagiano, Celan, Voltaire o Proust, T. S. Eliot, Edgar Alan Poe o Borges. Sin agregar más, porque toda lista puede resultar odiosa.

A los demonios interiores se suman sueños. Ante las injusticias y desigualdades se anteponen el ejercicio de la verdad y la defensa de las libertades humanas. La poesía permite confrontar la desfachatez y la insensibilidad. Por eso conmueve y estremece. De menudo orienta y encamina, aunque el escarnio le persiga y lo escabroso de la incomprensión intente sustraerla de su verdadero propósito. Por eso la poesía es también casa del hombre, tierra del hombre para crear y dejar obras, vencer sombras y crecer en el tiempo. Y es presencia sustancial en la historia de la humanidad.

Cuando en 2019 se le concede el Premio Nacional de Literatura de Venezuela al poeta, narrador, investigador, ensayista y músico Gabriel Jiménez Emán (Caracas, 1950), por el conjunto de su obra, se concretó un reconocimiento literario al ejercicio de un trabajo de creativo consumado sin pausas por este notable autor desde la infancia, o tal vez más allá, desde la propia niñez. Su padre y su familia toda es gente de arte, de humanismo del más alto quilate, y se corresponde su génesis con la huella de una profundad identidad del país, por sobre todo vaivén político y económico, con temple de serranía, con calor de médano, con horizonte de sabana y libertad de mares.

Desde los años ochenta encuentro la obra de Gabriel Jiménez Emán pulsando corrientes de vanguardia de todo orden, siguiendo escisiones entre tradición y ruptura dentro de las formas de creación literarias de Venezuela y los países hermanos; y estableciendo búsquedas formativas en Europa y Latinoamérica, principalmente en escenarios académicos y de encuentros claves con grandes autores como José Lezama Lima, Juan Rulfo, Julio Cortázar, Augusto Monterroso y Gabriel García Márquez. También Juan Carlos Onetti, Rafael Humberto Moreno Durán, Eduardo Galeano, y los escritores catalanes Carlos Barral, Carmen Riera, Miguel Riera y Javier García Sánchez, entre otros. Sus pasos de estudio y asistencia a diversos eventos literarios lo sitúan en Salamanca, Sevilla y Madrid (España), en Paris, Nueva York, Buenos Aires, Santiago de Chile, Quito, Santo Domingo, La Habana, Colombia, México, Ginebra o Italia, entre otros lugares.

Su más reciente poemario, Hominem 2100 (Caracas, Fondo Editorial del Sur, 2021) se suma a una vasta producción que abarca diversos géneros —todos perfectamente dominados por Jiménez Emán, mediante obras de gran reconocimiento por pate de la crítica y el público lector venezolano—, a saber. Poesía: Materias de sombra (1983), Narración del doble (1978), Baladas profanas (1993), Proso estos versos (1998), Historias de Nairamá (2007), Balada del bohemio místico. Obra poética 1973-2006 (2010), Solárium (2015) y Los versos de la silla rota (2018). Novela: La isla del otro (1979), Una fiesta memorable (1991), Mercurial (1991), Sueños y guerras del Mariscal (2001), Paisaje con ángel caído (2004), Averno (2007), Limbo (2017) y El último solo de Buddy Bolden (2016). Cuentos: Los dientes de Raquel (1973), Saltos sobre la soga (1975), Los 1001 cuentos de 1 línea (1980), Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (1990), Biografías grotescas (1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (2002), El hombre de los pies perdidos (2005), La taberna de Vermeer y otras ficciones (2005), Había una vez; 101 fábulas posmodernas (2009). Ensayo: Diálogos con la página (1984), Provincias de la palabra (1995), El espejo de tinta (2008), Una luz en el camino. Fundamentos de ética para adolescentes (2004), Espectros de cine (1998), El Contraescritor (2008), La palabra conjugada (2016), Mundo tórrido y caribe. Literatura y cultura de Venezuela (2019).

En Hominem 2100 (Caracas, 2021) el poeta Jiménez Emán establece un interloquio (aunque no en la medida de aquella patafísica de Alfred Jarry, en la que siloquios, superloquios, soliloquios e interloquios revelaban leyes universales de la absurdidad) con el mismo Padre de la Patria Simón Bolívar (¡Deliraste deliraste! me dijiste/ al tiempo que alisabas tu cama desdichada allá en San Pedro Alejandrino/ te paseabas por las salas y hasta tomaste un jugo de/ naranjas/ conmigo) [1] mediante un puente imaginario que lo sitúa en el teatro intemporal de la memoria histórica —estoica o existencialista, pura o impura—, para perfilar un sentimiento de identidad que expande hacia otros referentes geopolíticos y culturales.

San Juan ofuscado por junio venía a mí como un/ báquiro con alas

Como un buitre mamífero que cuela sus presas en el desaguadero del mar Todo metido en una gran trampa secular

Que acentúa los pecados y los convierte

En un árbol nunca germinado. [2]

Si antes conocí y referí en la obra de Ronaldo Cagiano, Cartografia do abismo (2020), [3] los efectos abrumadoramente terribles para la moral del mundo de la bomba de Hiroshima, los crímenes nazis de Auschwitz, los juicios de Nuremberg, las violaciones en África y Afganistán, la matanza ocurrida en el complejo de favelas de Alemão en Rio de Janeiro en 2014, la significación del discurso de Martin Luther King, el Apartheid y la emblemática figura de McDonalds; así como la guerra en Siria, la violencia asesina del Estado Islámico, la impunidad de los misiles de la OTAN, el uso de los Fake News, entre otros hechos crueles; para significar que bajo ninguna tutela de la derrota se debe perder el sentido de la utopía del sueño y la identidad de la memoria, vale esta visión para reseñar que en Hominem 2100 (2021) de Gabriel Jiménez Emán ocurre una narrativa poética que ante pone al desdén la defensa del bien, a la barbarie el valor, a la canalla la bravura: Allá lejos queda nuestro nombre en los alambres. [4]

Hominem 2100 se concibe como rapsodia apocalíptica pero desde la óptica de una evaluación del presente, que da paso a la interpretación del espíritu en sus búsquedas interiores más sublimes. No se sustenta tanto en la queja como en el reconocimiento de entornos, contornos y trastornos que se van cremando a medida que sus capítulos —16 en total— se estructuran como mazos de leña ardiendo en la fogata de un aventurero de desventuras: Cenizas mías cotidianas quemándose en la punta del cigarrillo/ Consumiéndose y volviendo a su encuentro con el atardecer. [5]

Gabriel Jiménez Emán desacraliza la realidad y la subsume en lo crematístico. Como lector de filosofía (¡Ah Schopenhauer!) conoce el peso de la nada en el ser, y viceversa. Su mayoría de edad le otorga un reloj de piedra y una espada de verbos, con los cuales puede tutear la otredad, sin cortapisas. Su diálogo es directo, no subliminal. Sentencia y cuestiona con la ética de su verdad.

puede usted adquirir cualquier objeto

y otorgarle un valor

vaya usted y elija un jugoso trozo de realidad

vaya usted y hártese de diamantes y relojes

vaya y libe y devore una suculenta hembra

y luego vomite exactamente la misma cantidad de lo

ingerido

en el jardín del vecino

para eso es el dinero hermano mío

para convertirlo y transmutarlo

en una gran plasta universal que finalmente

será engullida por el mar [6]

Al final del libro el poeta escribe lo que parece ser una sentencia, un acabose, un amén, ante todo: Y ahora estoy/ Felizmente/ Sin/ Nada. [7] Sin embargo, ese final rapsódico apocalíptico ha pasado por varias oberturas, diversos escenarios de lo caótico, por sinuosos estadios de lo surrealista o supra realista: A ensayar la comedia/ La parodia de las imposibles aventuras celestiales/ En donde cada sol lleva a cuestas todo al azar del día [8], Perro perro hueles mi sombra debajo de esta mata de cotoperí [9], Yo sacrifiqué aves para las ollas en grandes corrales/ que olían a sancochos celestes [10]. Por ello, el prologuista de Hominem 2100, poeta Luis Alberto Crespo juega a verbalizar en el mismo tono del autor, mediante un texto titulado "No es un poema", concebido como poema discursivo, también desafiante y paródico, del cual presento estos versos alusivos a la obra y su propósito: No es un apocalipsis/ Es una provocación contra la lírica/ No es una provocación/ Es un caos de motivos/ bien organizado/ No es un caos es una lógica/ de lo intempestivo/ No está escrito es un avío verbal/ Con todo un recado de géneros/adentro. [11]

Como conocedor y estudioso de literatura fantástica, minimalista, histórica, filosófica y musical, la obra de Gabriel Jiménez Emán da cuenta también del relato venezolano de los últimos cien años en antologías preparadas por él, así como del cuento breve en América, la poesía de Víctor Valera Mora y Luis Fernando Álvarez, José Lezama Lima y Vicente Huidobro; la música de John Lennon y Bob Dylan, y la obra de Baica Dávalos y Ludovico Silva, Adriano González León y Salvador Garmendia, entre otros numerosos estudios ensayísticos. Además, es traductor de poesía en lengua inglesa y editor independiente. Valga, pues, esta breve semblanza del autor venezolano y su más eciente poemario.

Pariaguán, 6 de septiembre de 2021

REFERENCIAS

[1] Gabriel Jiménez Emán, Hominem 2100, Caracas, Fondo Editorial del Sur, 2021; Pág. 54.

[2] Pág. 60.

[3]José Pérez, "Cartografías y abismos de Ronaldo Cagiano". En: https://athena.pt/2021/05/13/cartografías-y-abismos-de-ronaldo-cagiano-por-jose-perez/

[4] Pag. 63.

[5] Pág. 66.

[6] Pág. 21.

[7] Pág. 83.

[8] Pág. 73:

[9] Pág. 75:

[10] Pág. 80.

[11] Luis Alberto Crespo, "No es un poema", prólogo. En Gabriel Jiménez Emán, Hominem 2100, págs. 11-12.



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José Pérez

Profesor Universitario. Investigador, poeta y narrador. Licenciado en Letras. Doctor en Filología Hispánica. Columnista de opinión y articulista de prensa desde 1983. Autor de los libros Cosmovisión del somari, Pájaro de mar por tiera, Como ojo de pez, En canto de Guanipa, Páginas de abordo, Fombona rugido de tigre, entre otros. Galardonado en 14 certámenes literarios.

 elpoetajotape@gmail.com

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