En México se reúnen los representantes del capitalismo: la derecha gringa y la derecha madurista. Procuran reeditar un pacto de convivencia dentro de la democracia burguesa, están de acuerdo en lo principal: en el capitalismo, en la forma económica, difieren en los aspectos políticos. En México hay dos niveles de negociación, uno público, que es el de las payasadas de los cartones; el otro cerrado, que produce la participación desesperada de la oposición gringa en las elecciones de noviembre. También, en México desembocan varias tendencias: una de la derecha gringa, la de fedecámaras, la que le tendió la mano a la vicepresidenta; la otra, la que pidió pena para los culpables de los últimos años. En el madurismo también existen tendencias, una la que todavía suspira con el pasado, conserva cierta compostura, cita a Chávez, disimula la traición; la otra, descarada hacia el capitalismo, privatiza hasta el aire, ubican a sus miembros en la nueva burguesía que nace a la sombra de los negocios con chinos, turcos, rusos.
La lucha de estas tendencias produce los baches en esas reuniones, ninguna de las tendencias quiere meterse para lo hondo, buscan mantener viva a la gallina de los huevos de oro: la renta, la rebatiña de los bienes nacionales. Todas las tendencias carecen de políticas serias, de proyectos presentables, no tienen nada que mostrar al país, a la gente, pretenden revivir un cadáver que es la democracia burguesa agotada, superada el 4 de febrero, y por eso se condenan al fracaso.
Allí en México puede suceder lo de siempre, que alguien tumbe la mesa como ha ocurrido antes, puede ser que lleguen a un acuerdo de revivir el muerto de punto fijo, puede ser que México se convierta en una dolencia crónica. No obstante, con cualquier resultado, el complejo gobernante, cualquiera que sea, se tendrá que enfrentar a la realidad del país, con más de 95% de pobreza y sin solución a la vista.
Esta situación producirá, ya está produciendo, disgustos masivos, ya la población le perdió el respeto al virus, las semanas radicales o flexibles son iguales: la gente en la calle buscando la vida, sólo la mascarilla queda como recuerdo de una cuarentena absurda. Con la masa sin el freno del virus, y en medio de la brutal pobreza, con el país destartalado donde nada funciona y las excusas se agotaron, no es necesario ser adivino para pronosticar una ola fuerte de protestas.
Lo que venga después de México tendrá que reprimir con fuerza a las masas en rebeldía. Sea el madurismo agotado, sea un nuevo pacto, sea una salida diferente, un golpe de palacio, un golpe clásico, lo que aparezca, tenga el signo que tenga tendrá que reprimir. Ese es el futuro del país. No son tiempos de democracia burguesa, las elecciones burguesas, que en situación normal funcionan como opio de los pueblos, en esta situación tan grave de carencias de todo tipo, no tienen esa fuerza, de esta manera la democracia burguesa se queda sin instrumentos de dominación, de engaño a la masa, carece de fuerza.
Por supuesto que en este análisis falta el "factor 4 de febrero", el que hace estallar todos los estudios y los pronósticos. Cuando todos piensan que ya no hay lugar para lo imprevisto, para la esperanza, cuando se piensa que todo se acabó, que el decoro está arrinconado, surgen los jóvenes una madrugada y le responden ¡presente! a la Patria. Siempre hay Esperanzas…
¡CHÁVEZ ESPERANZA!