Cuento o razón

La sequía vino disparando balas en noviembre

Las plantas del conuco muestran las huellas de las balas que el ejército de la sequía ha lanzado contra ellas. Esta sequedad no se esperaba y ya casi va terminando el mes. En otros tiempos lo agricultores en la Tacarigua de Margarita ya habían sembrado, porque era casi una fija que en los días de los santos y de los muertos, la lluvia llegaba como para estar presente en esas fechas notorias. Pero ahora no, y los tiempos, como muchas cosas, han cambiado.

El periodista Juancho Marcano y su perro Pipo habían llegado temprano al sembradío para aprovechar lo fresco de la mañana y evitar que el látigo del sol les golpeara impíamente en sus cuerpos sudorosos por las labores propias del conuco. Por eso una vez terminadas las tareas, hombre y perro, se llegaron hasta la gran y fresca sombra de la mata de mango y ahí en unos troncos que sirven como sillas, se posaron y la mencionada mata comentó:

"Amigos en verdad el sol está inclemente y la sequía con sus garras espanta el chubasco que huye y se esconde y no aparece, mientras que nosotras, las diferentes plantas, sufrimos los rigores del sol y aquellas matas que no tienen capacidad de ahorro de agua o simplemente no tienen las raíces profundas, ven acercarse la muerte y esperando la medicina del aguacero para no dar su último aliento".

El periodista y el perro, escucharon en silencio el crudo comentario de la mata de mango, y después, Pipo, manifestó:

"Es triste tu señalamiento, amiga, pero tú más que nadie, debes saber que la historia de esta isla, según lo que me ha dicho Juancho, está escrita con el lápiz de la sequía y la sed, pues sucede que hasta el agua que le llega a nuestro amigo en su casa por tubería, tampoco lo hace y te podrás imaginar el doble sufrimiento de Juancho, tanto por las plantas del jardín como las del conuco, y de paso también se angustia para realizar las labores domésticas que requieren del agua".

Juancho Marcano, se quedó sorprendido escuchando a sus amigos con respecto a la sequedad, les dio la razón, y no quiso comentar más nada, sino que convidó a su perro para regresar a casa, pues ya era la hora del almuerzo.

 

 



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Emigdio Malaver

Margariteño. Economista y Comunicación Social. Ha colaborado con diferentes publicaciones venezolanas.

 emalaverg@gmail.com      @Malavermillo

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