Los datileros del jardín mecían sus palmas, como saludando alegre al viento, mientras que las flores del Aguacate del vecino caían, formando una alfombra amarillenta cerca del garaje. Entre tanto, más allá las guacharacas para hacerse notar, emitían trinos que desafinaban en el concierto que las paraulatas habían organizado en las ramas de una mata de mango.
El periodista Juancho Marcano, que había regresado del conuco, reposaba en la hamaca y al mismo tiempo que observaba el paisaje, disfrutaba de aquellos cantos que necesitaban un director de orquesta para que se oyeran mejor.
El perro Pipo que estaba echado cerca de las ixoras, aprovechando la fresca brisa, se acercó al reportero, que lucía despreocupado y disfrutando de aquel ambiente. Sin embargo, Pipo, no le importó eso y le lanzó una pregunta:
- ¿Juancho, por qué los hombres no quieren más a los perros?
Juancho Marcano, movió la cabeza de un lado a otro para salir de aquel disfrute y responderle al Perro: "Sucede, Pipo, que lo ideal es que nosotros entendiéramos que hay que querer a los perros y a todos los animales y a las plantas, pero no sucede así, y no me preguntes porqué".
El perro escuchó la respuesta del periodista y aunque no quedó muy convencido, no quiso seguir preguntando sobre el tema, sino que comentó: "Pero yo veo, o entiendo que si los hombres o la mayoría, se jacta de querer o de creer en Dios, lo más sensato es que quieran a los perros y a los animales y a las plantas, pues todos somos obra de Dios, de lo contrario, es mentira que los humanos creen en Dios.
EL periodista que reposaba tranquilamente y trataba de seguir haciéndolo, pues venía de realizar ciertas labores en el conuco, le puso la mano en la cabeza a Pipo, lo acarició y luego le manifestó: "Muy bien tu razonamiento, Pipo, pero si nos podemos a hablar de ese tema, no vamos a descansar, si no, más bien, nos vamos a cansar, y no llegaremos a nada. Vamos a conversar de eso otro día".
Pipo observó al reportero y como lo conocía muy bien, entendió la posición de Juancho y optó por echarse debajo de la hamaca, donde reposaba el periodista.