El gobierno madurista ha dejado muchas enseñanzas políticas que son de provecho para la humanidad. La primera de ellas, y quizá la más importante, es la inoperatividad, el peligro máximo de la ideología marginal en funciones de gobierno.
La ideología marginal carece de estrategia. Esta falta de visión larga, de negación del futuro, este vivir al día, o como decía Eudomar Santos: "como venga viniendo vamos viendo", funciona muy bien en los límites de un pequeño entorno, en un sindicatillo de tercera, circunscrito a un pequeño barrio; no obstante, en funciones de gobierno nacional, se transforma en un peligro de vida o muerte para un país.
La experiencia del madurismo en funciones de gobierno será por muchos años objeto de estudio de los politólogos, es un clásico. Quizá por primera vez en el planeta se tiene la oportunidad de ver a la ideología marginal ejerciendo un gobierno y destruyendo un país. En ese estudio tendrán lugar destacado la destrucción del aparato económico, la persecución de los disidentes, el odio al talento, la ignorancia como mérito y el talento como delito, las excusas como evaluación de la gestión. Y sobre todo, el desmontaje de cualquier ley, la demolición de la ética de las instituciones judiciales, la concentración del poder en una cúpula.
Todo será ordenado en su importancia y su cronología, su fisiología; por ejemplo, se estudiará la evolución del respeto a las leyes: al principio existió un poco de disimulo, se convocó una constituyente, que en realidad era un tractor de destrucción de los vestigios del chavismo y de instauración del nuevo desorden. Se nombró un nuevo fiscal que avalara y perpetrara el desastre que venía, se hicieron "leyes" para sustentar las fechorías, en ese ambiente se destruyó a PDVSA, la roja rojita, la de los tres millones, en esa tónica, se acusó a los incómodos de cualquier barbaridad.
El ejercicio del poder sin ningún freno enferma a los gobernantes, y el madurismo involucionó a una especie de esquizofrenia en el poder: nada fuera de la voluntad de la cúpula existe, su voluntad es la realidad. De esta manera, condenan al koki a muerte, porque sí, porque lo dicen ellos, los gobernantes, sus palabras son juicio y sentencia. El conejo no es gente, no tiene derechos humanos, se persigue y se desprestigia públicamente.
Ahora bien, la joya de la corona de este estudio, es el lamentable diosdado. La historia le dio la oportunidad de ser recordado como un estadista, un revolucionario, un animal de galaxia, pero diosdado escogió el oficio de esbirro de causas ajenas. Muestra diosdado, que no tiene filtro, con claridad el pensamiento, la conducta, el verdadero carácter de la cúpula de los tres: ¡la ley es lo que le provoque al teniente! Declara, con terrible descaro, que "le está provocando ir contra la página web la patilla", en un alarde de la ¡ley soy yo!, lo que me provoque, esa es la nueva ley, por sobre las instituciones.
Esta conducta irresponsable, de gatillo alegre moral, es un peligro cuando ejerce funciones de altísimo gobierno. El presidente maduro, jefe de la Fuerza Armada, declara que el koki estaba preparando una base militar en Tejería para atacar Caracas, a la Autopista, acusación temeraria. Pero, cuando agrega que esa base militar para atacar a la capital era por ¡orden del presidente de Colombia duque! la acusación es una declaración de guerra. Dentro de su desenfreno irresponsable, maduro le ha declarado, en la práctica, la guerra a Colombia. La violencia, la partera de la historia, toca las puertas del país…