Rusia ha enseñado, que en guerra no hay diálogo incondicionado. A partir de allí, se entiende la visita clandestina de los norteamericanos a Venezuela. Para nadie es un misterio que la llagada de los gringos obedece a la maniobra de buscar aliados energéticos que le ayuden a la Casa Blanca a enfrentar el alza de los precios del petróleo, generado por el bloqueo mundial a Rusia, país que es uno de los principales vendedores del crudo y gas a Estados Unidos.
Los rusos anunciaron recientemente que el coste del petróleo, podría llegar a $ 300.00. el barril; sin embargo, Estados Unidos, quien es la vanguardia en la guerra de todos contra Rusia, ha comenzado a sentir que los estragos provocados por el bloqueo a Rusia, se están volviendo en contra de las economías de los bloqueadores.
La salvación, atraer a Maduro, quien en esa trampa gringa pierde margen de maniobra por dos razones, una porque vendería a buen precio el petróleo y segunda, porque lo pondrían a competir, en ese negocio del crudo, contra Rusia.
Si Maduro fuera Chávez, pondría condiciones a esos tratos desesperados de los gringos: Que le devuelvan Citgo y Monómeros, que le desbloqueen el oro retenido en Inglaterra, o como les gusta llamarse ellos: Reino Unido, que le devuelvan los $1,500 millones de dólares raptados por bancos portugueses, que suspendan el bloqueo y las amenazas de intervención militar a Venezuela, y al final meter preso a Guaidó; si no, no hay trato.
Sin embargo, Maduro no es Chávez, ni chavista y ya se le ve contento con esa visita de farsantes y estafadores (Juan Gonzáles, James Story, Roger Carsten); porque de seguro ya le ofrecieron retirarle los cargos de narcotraficante a Maduro y sus sobrinos e intercambiar los marines detenidos en Venezuela por Saabad.