La organización es el preludio de la Revolución, de su calidad depende la calidad de la Revolución, su posibilidad. No es sólo una agrupación política, prefigura en su acción, en la relación entre sus miembros y de estos con la sociedad, al nuevo mundo y al hombre nuevo que está por nacer.
En la organización confluyen, se materializan, la teoría y la acción, los tres ejes revolucionarios se influyen, se alimentan mutuamente. La organización revolucionaria es un territorio, quizá el principal de la confrontación entre el capitalismo y el socialismo, sus valores, su ética. De esa batalla interna dependerá el futuro de la organización y de todo el proceso.
Si los valores capitalistas triunfan, entonces la organización se transforma en una pieza más de la politiquería burguesa, deja de ser vitrina de la sociedad futura. Si se trata de un proceso triunfante, cobra más importancia esta lucha interna, allí comienza y concluye el ensayo socialista.
Los capitalistas conocen la importancia vital de la organización revolucionaria, es una de las etapas finales del avance socialista, y contra ella confabulan todas sus fuerzas, el combate lo plantean en todos los ámbitos, desde perseguir, asesinar a los posibles líderes de la organización, hasta sembrar la confusión teórica con tesis satanizando a la organización con mil sahumerios.
La Revolución Chavista intentó una organización política soporte del proceso socialista; su nombre, PSUV, resume la intención. Lamentablemente, luego de la desaparición del Comandante, se hizo evidente el triunfo de las corrientes antisocialistas en el seno del partido. La organización se convirtió en una pieza de las elecciones burguesas, las disputas internas perdieron calidad ideológica, son pugnas por posiciones que favorezcan intereses personales y grupales.
Hoy, después de la traición al pensamiento y el legado de Chávez, la sociedad carece de referencia organizativa revolucionaria. Existe el ejemplo que emana del gobierno de Chávez, existe la teoría revolucionaria, existen los líderes chavistas, aunque perseguidos, exiliados, encarcelados, sometidos a una inmensa operación de descrédito, existe una larga tradición histórica de luchas revolucionarias que viene desde la fundación misma de la nacionalidad. No obstante, los chavistas auténticos, los líderes, no han podido reponerse del duro golpe del asesinato del líder.
Es hora de superar el duelo por Chávez, transformarlo en fuerza revolucionaria. No conformarse con el "aquí no se habla mal de Chávez", darle otro contenido, dotarlo de energía revolucionaria, despojarlo de la carga de hipocresía del madurismo traidor. Las consignas del momento deben ser: Aquí no se habla mal de Chávez, pero tampoco se desmantela su legado material y espiritual, no se regala lo que él socializó; no se habla mal, pero no se entrega al Sambil ni las demás propiedades, subastadas en secreto por el gobierno; no se habla mal de Chávez, tampoco del Socialismo, de la propiedad social de los medios de producción, no se entrega el país a los capitalistas, no se persigue a los chavistas auténticos. Así se tendría coherencia, se superaría la falsedad del madurismo.
Es hora de la unión de los chavistas auténticos, de los socialistas. Los dirigentes deben convocar a una reunión de refundación del Partido de Chávez, que sirva de referencia a la retoma del camino hacia el Socialismo, que organice la batalla contra el madurismo y la derecha gringa. La Patria dolida llama a sus mejores hijos.
¡CHÁVEZ, SOCIALISMO!