Los escritores siempre han estado fascinados por la forma como los espejos multiplican la realidad, la disimulan. Platón desconfiaba de la capacidad de aprehender al mundo real y nos habló de sombras en la pared de una cueva. Y así, entre sombras y espejos, el humano vive en un mundo imaginario del que sólo puede salir con el criterio de la práctica. Lo anterior es cierto en todos los ámbitos de la vida. En el arte se permite esta infidelidad en obsequio a la búsqueda de la belleza; en política es un pecado capital que trae consecuencias negativas, pero cuando esa falsificación llega al poder político, las sociedades, los sistemas, los gobiernos se acercan a su fin.
Aquí y ahora padecemos esta farsa, que trasvasa desde el poder político impregnando a todos los niveles de la nación. Los gobernantes construyen su espejo, su falsa realidad, con los espectáculos televisivos. Un puñado de gritones en un recinto sustituye a la realidad real, unos planes rimbombantes en el papel, unas giras internacionales inútiles, un ocultar datos y leyes, unido a la monserga de los programas de opinión en la televisión oficial y los jalones de los adulantes que rodean el poder, reflejan una norealidad que adormece a la masa y a los gobernantes con el canto de un país inexistente.
La oposición gringa construye su espejo con el ridículo artilugio de un gobierno de papel, con embajadores, encargados y hasta un presidente sin palacio y sin buró, su existencia ilustra claramente la epidemia de espejos que empaña la realidad, es un gobierno de papel, inexistente, y sin embargo está allí, se refleja cual espejo en la mente de sus funcionarios, de su presidente. Su impunidad es señal de la complicidad con ese mundo de fantasía que es Miraflores.
Tras estos dos espejos yace una realidad terrible, es el capitalismo más salvaje, de las leyes secretas, de las zonas especiales, el capitalismo sin ningún límite.
Al chavismo cándido es triste, el espejo le devuelve la imagen falseada, mutilada, de Chávez. Pero le oculta la gravedad de la realidad del país, le empaña su responsabilidad histórica con el Comandante Chávez, hoy secuestrado y con el país que padece el peor gobierno de la historia nuestra y quizá del continente. El espejo le remite al pasado, no le permite entender que Chávez murió y sólo puede vivir en la recuperación de su legado, en el seguir avanzando por la senda que él nos señaló. El chavismo auténtico construye un espejo de nostalgia paralizante, de recuerdos, y así confinado a su melancolía se anula para la vida política. Tras este espejo está la posibilidad de retomar el camino hacia la felicidad general, hacia el Socialismo.
El país humilde construye su espejo con la ilusión de un escape a otro país donde recuperará las buenas condiciones que dejó escapar sin un grito, sin una manifestación, sin un ataque a los traidores. Con esa ilusión atraviesa selvas, cruza fronteras, va caminando por el mundo con un esfuerzo que le negó al país, a la lucha por desalojar a los usurpadores y volver al sendero de construcción de la felicidad colectiva, del nuevo mundo y el nuevo hombre que se inició con Chávez.
Los espejos, espejos son, muestran la norealidad, confunden, pero se rompen, y cuando eso sucede el país entra en territorio de cambios, dirigirá el primero que supere a su espejo y sea capaz de entender la realidad. Ese es el reto del chavismo auténtico…
¡VOLVER A CHÁVEZ!