El vicio de padres fumadores lo contamina

"La piel de mi niña

huele a caramelo

y al mango dulcito

que se da en mi pueblo"

Ali Primera

 

Las veces que voy a una venta de repuestos para automóviles, me encuentro a uno de los dueños fumando, como si se encontrara en una heladería saboreando uno de esos cremosos helados que le alborotan la tentación a chicos y grandes. En algunas ocasiones están presentes cuatro niños muy atentos e inundan el espacio y el instante con sonrisas tan agradables, como el fresco olor de los caramelos o del mango dulcito, del cual se refería el cantor del pueblo Ali Primera.

En esas visitas apresuradas, siempre saco tiempo para tratar de crearle consciencia a uno de los vendedores; un activo fumador, quien se sale del recinto para consumirse con tanta ansiedad un cigarrillo prácticamente en la calle, como si lo estuvieran apurando sabiendo de las molestias que causan los fumadores frente a las personas acompañantes no fumadoras y muchas veces se espantan, cuando vean a un tabaquero lanzando sus imprudencias en cada bocanada de humo por demás desagradable, que por momentos deja totalmente enrarecido el ambiente con un olor pestilente.

En la última visita habían serias amenazas de llovía y parece que, cuando el clima empieza a refrescar la nicotina se despierta en el subconsciente de la persona y los pitillos adquieren mayor sabor llevando al atrapado por el efecto aditivo a buscar el cigarro con tanta desesperación que, en cada fumada da muestras de estar en un momento de máximo placer y en la medida que se va consumiendo el chicote lo va midiendo, como si no quisiera verlo desaparecer aprisionando el "filtro" casi con las uñas y no sé sabe si es por odio o simplemente arrepentimiento por no poder zafarse de un terrible vicio.

La presencia de los niños en el negocio, es una muestra de la terquedad y debilidad del fumador frente al vicio. Apenas abro la conversación haciéndoles ver a los dueños y trabajadores sobre el grave problema para la salud, dos de los chiquillos intervienen con gestos aprobando el consejo, trasmitiéndole mirandas risueñas al progenitor, como queriéndole decirle ¡deja ese vicio tan desagradable y repugnante! Parece increíble, pero por momentos dejan ver, hasta qué punto han adquirido consciencia sobre el grave problema de su padre.

Uno de los trabajadores, consciente del cerco donde se encuentra metido, cada vez, que le hago llegar algún mensaje lo recibe con respeto y preocupación, sin dejar de autoengañarse al tratar de minimizar el hábito del consumo, cuando expresa de manera muy comedida con la voz muy apacible: "Solamente me fumo uno en la mañana y otro en la tarde" simplemente está utilizando una mentira para salir del paso. Este miércoles en la tarde le pedí el número telefónico para hacerle llegar un artículo de un amigo y tranquilamente me lo dictó. Uno de los niños le insinuó varias veces al papá para que también me lo hiciera llegar y este se negó con una sonrisa para disimular el rechazo. Al preguntarle ¿Tú quieres mal para tus hijos? Me respondió moviendo la cabeza de un lado a otro, sin pronunciar una palabra, lo que me permitió profundizar en la advertencia ¡El niño sabe del daño que, te estás haciendo, lamentablemente lo estás convirtiendo en un fumador pasivo y apenas está empezando la vida!



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Narciso Torrealba


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