Hoy, la batalla principal sucede en la espiritualidad, en la idealidad, es allí donde se decide el futuro. El capitalismo, al implantarse en la economía, también instala en la mente social, en el inconsciente colectivo la espiritualidad, los valores, el sentido que le son propios. De esa manera, captura a la mayoría de la población para su causa, los transforma en sus propios verdugos, en defensores del sistema, los esclaviza. Sin esa adhesión el sistema no se sostiene.
Esta espiritualidad del dominante, que se derrama sobre toda la sociedad, sobre los dominados, es la garantía de la permanencia, de la defensa y perpetuación del sistema capitalista. Ha demostrado a través de la historia su fortaleza. Es difícil remover de la psiquis social. Cuando un intento revolucionario parece que triunfa, toma el poder, hace cambios importantes en las relaciones económicas y sociales, surge la espiritualidad capitalista desde las entrañas del inconsciente y liquida el intento emancipador. Los cambios revolucionarios se instalan en la psiquis lentamente y el regreso al pasado sucede con celeridad.
El cambio revolucionario en un inicio es minoría en la lucha por fundar un mundo diferente, en el cual el humano deje de ser una mercancía, y tenga posibilidades de expresar todas sus potencialidades. En algún momento consigue una fuerza, capaz de iniciar el cambio.
Esta fuerza no es numérica, viene dada por el establecimiento de una conexión directa de los militantes del cambio con el inconsciente colectivo, es un relámpago, una acción que establece el enlace entre los revolucionarios y el inconsciente colectivo. La acción, paradojas de la política, es primero detectada por los dominantes, que enfilan toda su artillería militar y espiritual contra ella. Sólo después las masas se identifican, se mueven por esta conexión.
Entonces, se produce la toma del poder y se agudiza la lucha real, importante: La batalla por la conciencia colectiva, contra los valores dominantes. Esta sucede principalmente en el inconsciente. Cuando el ensayo revolucionario es derrotado, la reacción de los capitalistas es feroz, necesitan a sangre y fuego borrar todo recuerdo agradable del experimento, recrudece la aniquilación de los nuevos valores.
Luego de la derrota del intento viene un periodo de persecución física y espiritual de los revolucionarios, se miente sobre ellos, se les construye una imagen que sea de fácil asimilación por el inconsciente de las masas. De Bolívar se dijo que quería ser emperador, de Cristo que quería ser Rey, a Trotsky hasta unos juicios, los juicios de Moscú, se escenificaron contra él, y se liquidó físicamente a sus partidarios, a Fabricio lo ahorcaron, a Chávez lo intentan borrar. La sociedad entra en un marasmo, una especie de sopor que la anestesia, que impide cualquier nuevo conato de rompimiento de lo establecido.
Así comienza la danza de los tontos, las elecciones burguesas, donde todo es permitido menos cuestionar al capitalismo, son el opio de los pueblos. En esa danza se simulan peleas, diferencias que no llegan a mayores, todos están de acuerdo con las bases del sistema capitalista. Se baila la música del capitalismo, el gobierno y la masa son parte de esta danza que distrae y narcotiza. Es lo que hace el madurismo con desfachatez, otros lo hacen con más disimulo.
Esta historia la estamos viviendo, el opio de la socialdemocracia se cierne sobre la sociedad. Hay esperanzas, hay resistencias a la infamia que deben ser apoyadas
¡CHÁVEZ, CONCIENCIA!