Un mal gobierno hace mucho daño en el tiempo de su gestión, y ese mal deja secuelas, cicatrices que permanecen en el alma de la sociedad. El madurismo ha causado mucho daño a este país y al resto de la humanidad. Ya pocos lo defienden, pocos intentan ocultar el desastre, no hay excusa, no hay más explicación que la ineptitud y la maluqueza.
El daño económico está a la vista, lo padece la sociedad, el madurismo arrasó con todo, la moneda, el salario, la producción, el empleo, el comercio, todo. El daño económico alcanzó niveles de guerra civil. Somete a la población a extrema pobreza, de desnutrición, que asombran al planeta.
Sin embargo, este no es el mayor perjuicio que sufre esta generación, sin duda, el mayor descalabro ha sido en la moral, la ética, la base psicológica. Este daño se extenderá por años, será la puñalada que el madurismo deja en el alma de la sociedad.
El madurismo, en armonía con su esencia lumpen sindicalera, impuso en el país la moral del sálvese el que pueda, de la guerra de todos contra todos, del egoísmo llevado a niveles de insania mental. Es así, el egoísmo, el individualismo patológico, la simulación, la mentira que lo acompañan es la marca de estos tiempos. Este mal alcanza todos los niveles de la sociedad, desde las altas cúpulas hasta el último rincón. Son tiempos en que mona no carga a su hijo.
No hay más regla que el beneficio material individual; si de lucrar se trata, todo es válido, desde el arrebatón de una cartera en una esquina hasta una estafa a la Nación. La verdad está secuestrada, ocultada tras las mentiras, todos mienten, el gobierno, la oposición. El engaño es un nuevo valor, nadie da cuenta de nada. La realidad permanece enterrada tras las pantallas del televisor, la radio, crean una realidad paralela, una falsificación. Esta enajenación de la realidad real crea una patología social que es el egoísmo. La sociedad se fragmenta, es incapaz de acciones colectivas, deja de ser una sociedad y se transforma en un aglomerado, una masa amorfa, un coágulo. El humano pierde la relación sana con sus semejantes, es un solitario, un fragmento, víctima de la inmediatez.
Ahora todo se mide por el lucro, la vida se observa tras el cristal del dinero, ese es el máximo juez moral, si da lucro es legal. Toda actividad debe generar dividendos. Lo moral, los ideales, todo está en venta, si no se puede vender no existe. Así no se comprende que alguien escriba sin ser tarifado, no se acepta que alguien dé una opinión sin cobrar por ella.
Ahora, no se entiende la conducta de los grandes líderes, de los gigantes. Para los jóvenes cubiertos por este manto de egoísmo le es difícil entender que Bolívar se movía por valores morales, por ideales, poseía una de las mayores fortunas de la época y todo lo puso al servicio de la independencia, hasta su vida. De Chávez no comprenden que, siendo un militar de alto rango, con su vida asegurada, ¿por qué no se quedó quieto?, dejando que llegaran los ascensos, y hoy sería un general retirado, con hacienda en Sabaneta. No entienden que, al contrario, de la moral de hoy, llevado por sus ideales bolivarianos, se la jugara el 4 de febrero y hasta el día de su muerte por la felicidad de su Patria. Estos gestos de altruismo son los que rompen el cepo del egoísmo y fundan revoluciones.
En estos días difíciles, cuando la canalla ha destruido los referentes morales, el reto histórico de los líderes chavistas es sobreponerse a la campaña de descrédito construida desde el gobierno, rescatar, en primer lugar, los valores, la moral, los ideales que hicieron grande esta nación, el altruismo que llevó a batallar por la liberación del continente. La reconstrucción moral se antepone a la reconstrucción económica. Sólo un pueblo con pasión, con razones sagradas por la cuales luchar, puede realizar las tareas de recuperación que el momento exige…
¡CHÁVEZ, GIGANTE MORAL!