Mientras el objetivo no sea el poder

El salario seguirá siendo el detonante principal de la lucha de los trabajadores

Se sostiene en este artículo que la lucha por la indexación salarial en Venezuela seguirá siendo, en la actual coyuntura que se perfila larga, el detonante que comprime todas la razones que hoy impulsa las luchas de la clase trabajadora venezolana, hasta tanto, en el plano de la conciencia, de esta última, se desarrolle un salto cualitativo que la haga persuadirse, por sí misma, mediante su propia experiencia en la lucha, que el objetivo estratégico que da sentido histórico a sus luchas, el cual es alcanzar su propia liberación de la civilización del capital.

Si quieren dejar de ser una fuerza esclava colonizadas por el capital, las clases trabajadoras deben dejar de limitar sus luchas a conseguir las precarias metas economicistas, y en la coyuntura actual agotarlas en la conquista de la indexación salarial, sino ampliarlas hasta la comprensión de que lo es realmente estratégico como clase trabajadora; es hacerse con el poder político, destruir el aparato del estado burgués; luego, la construcción de un estado nuevo, el de todos los trabajadores, que asumiría una vía de desarrollo distinta, donde se acabe con las condiciones del trabajo asalariado y las relaciones de dominación, lo que comenzaría por poner fin a la explotación, la alienación y la desigualdad social. Y en las actuales condiciones no es ningún error o ilusión asegurar que esta utopía ya es perfectamente realizable en Venezuela, los únicos requisitos que hacen falta son querer soñar un mundo mejor, conciencia de clase social para sí, unidad orgánica y un plan estratégico de lucha.

Hay un párrafo de un estudio de Federico Engels sobre el significado del salario en su época, que lo define así: "el salario justo es la suma precisa para asegurar al obrero los medios de subsistencia necesarios, de conformidad con el nivel de vida dentro de su situación y la del país, para conservar su capacidad de trabajo y para propagar su especie". Sin embargo, en Venezuela ni siquiera se cumple con esa clásica visión capitalista esclavista del salario, porque ni para mantener la condición de servidumbre sirve, el salario en Venezuela desapareció, no existe. Y esa evidencia se hace más dramática cuando un trabajador le toca ir a un hospital público -porque ni hablar de una clínica privada- o tratar de darle educación y alimentar a su familia.

El mejor argumento que tienen los representantes del madurismo para justificar la caída del poder adquisitivo del venezolano es esgrimir las sanciones norteamericanas, por supuesto que no vamos a negar que tales sanciones existen, pero nuestra postura es, que el empobrecimiento del pueblo venezolano tiene sus orígenes en dos causas que se interrelacionan estrechamente, una es, el desastre que se produce cuando el madurismo decidió traicionar a la revolución bolivariana, la que el pueblo mismo se había dado en el 1998, escamoteo que provocó el descarrilamiento del destino del país hacia un catastrófico modelo de capitalismo dependiente y subdesarrollado que haya podido existir, y la otra causa, tiene que ver con la histórica conducta de salvajismo y depredación que siempre ha caracterizado al imperialismo norteamericano y al otrora imperio de marras, la unión europea en su afán de someter a todos los pueblos del planeta a sus designios.

Estas dos, sostenemos, son las causas principales, profundas y combinadas que han destrozado la existencia del pueblo venezolano. Es allí donde hay que buscar, y no en otro lugar, las razones más incontestables a través de las cuales se haya impedido al pueblo venezolano dar un paso más hacia la construcción de una sociedad más justa, democrática y libre de las desigualdades y abierta a la diversidad de la vida.

Es tal el empobrecimiento que ha causado en la vida del pueblo venezolano el paquetazo neoliberal, que la misma lucha por el aumento del salario, anclado a la canasta básica, ha adquirido centralidad en el escenario de la agudización de la lucha de clases en Venezuela, a pesar de que todavía el desarrollo de este tipo de lucha no ha superado y se encuentre detenida en los límites de las demandas economicistas que nunca se plantean trascender el sistema capitalista.

Los trabajadores venezolanos, por supuesto, no deben cesar en exigirle al gobierno madurista-fedecámaras-oposición de derecha que cumplan con el art.91 de la Constitución, que habla del deber que tiene el estado de garantizar a los trabajadores públicos y privados un salario digno que permita alimentar a la familia.

No obstante el predominio que ejerce esta visión economicista, los trabajadores están obligados a romper con ella y dejar de prestar oído a las consejas de los ideólogos de la burguesía que la promueven, porque de lo contrario toda su lucha será engullida por el reformismo encubridor de las relaciones de explotación a la que están sometidas todas las clases trabajadoras en Venezuela.

El reformismo es una rama de la ideología burguesa (falsa conciencia diría Ludovico Silva) que funciona exclusivamente con la misión de convencer a las clases trabajadoras de que dentro del sistema capitalista hay posibilidades de ir consiguiendo paulatinamente mejoras en las condiciones generales de vida sin necesidad de "sobresaltos revolucionarios". Y una prueba de que tales posibilidades no pueden realizarse en el capitalismo lo demuestran los informes de la OXFAM, una prestigiosa institución de estudio e investigación sobre el estado de la humanidad, que está lejos de ser sospechosa de ser comunista, pero que sus informes le producen a quien sea escalofríos cuando describen el cuadro de empobrecimiento en el que está sumergido el planeta entero como consecuencia de las lógicas del sistema internacional capitalista.

Sin embargo, y volviendo al daño que causa el reformismo en las luchas de la clase trabajadora, hay que dejar subrayar con claridad que este precisamente ha sido y es el papel de las viejas burocracias sindicales que hoy se agrupan o hacen el coro al capital en la fulana tripartita. Estas burocracias periclitadas y vendidas a la patronal, apéndices del madurismo-fedecámaras-oposición de derecha, lo que buscan es impedir a toda costa que las clases trabajadoras desarrollen un pensamiento descolonizado, crítico y emancipador, que se desenvuelvan como una clase social para sí, que construyan su propia organización política y luchen con la suficiente autonomía por el poder político. Las burocracias sindicaleras cumplen a perfección con su papel de traidores a los intereses de las clases trabajadoras y ayudar a someterlas a los grillos del capital, ese y no otro es su papel, por eso los trabajadores deben expulsarlos de sus filas y mantenerlos vigilados.

Pero, ¿cómo conseguir dar ese salto cualitativo de conciencia y que las clases trabajadoras se transformen en la clase dirigente del nuevo estado y de la nueva sociedad? Pues bien, en lo que resta de este artículo, Intentaremos arriesgar una respuesta, siempre con la intención y la esperanza de que pueda incitar la aparición de otras apreciaciones de un tema que tiene una importancia cardinal para la liberación de los propios trabajadores, porque así ellos mismos podrán construir una estrategia colectiva, un programa de liberación elaborado entre todos, que sirva como guía y plan de acción.

Efectivamente, consideramos que el salto cualitativo de la conciencia, la unidad orgánica y la puesta en práctica de un plan estratégico de lucha los entendemos como momentos que van tomando cuerpo, simultáneamente, en la conformación de una clase trabajadora para sí. Y que aquí sólo los separamos simplemente por razones pedagógicas.

Lo que se llama tomar conciencia de clase social para sí, se entiende aquí concretamente como ese proceso dialectico entre formación intelectual más la experiencia de lucha de la clase trabajadora contra la opresión capitalista proceso a través del cual se va forjando el conocimiento y la subjetividad que les informa cuál es la relación que guardan como clase social con respecto a la propiedad de los medios de producción y de qué manera esa relación de propiedad determina el sitio que les corresponde, si de asalariados o trabajadores libres. Por consiguiente, esta determinación al fin y al cabo termina definiendo, políticamente, su lugar de clase en la esfera del poder de una sociedad concreta.

A causa de lo que antes se ha dicho, la clase trabajadora pasa de ser una clase en sí y se transforma en una clase para sí, a partir del momento en que se vuelve consciente e inconforme y asume que está obligada, si quiere liberarse de su situación de esclavitud moderna, a nadar contra corriente, que debe dejar de ser un rebaño dócil políticamente, dirigido por la clase capitalista y sus lumpenpolíticos corruptos, y comience a hacer adulta para dirigirse ella misma, con sus propias dirigentes y con un programa científico propio surgido de su propio cerebro, de su propios anhelos y deseos conducido hacia su autoliberación.

A lo dicho anteriormente se le debe adicionar por consiguiente el problema de la unificaciónón de las fuerzas en torno a un partido del trabajo, es decir, un instrumento creado por las mismas clases trabajadoras y que lo dirijan ellas mismas de acuerdo a sus intereses de clase. Deberá ser una organización en la cual se junten todas las energías de la clase trabajadora venezolana evitando así la dispersión de la voluntad de poder. La creación de un partido de la clase para sí es sumamente necesario porque es concentrando toda la energía de la clase trabajadora que podrá cambiarse la correlación de fuerzas a su favor.

En resumen, mientras las clases trabajadoras forjan su propia conciencia de clase para sí, las luchas por la indexaciónón salarial deberán de intensificarse y transformarse en una escuela de formación, estudio e investigación de una conciencia y una espiritualidad para transformarnos y transformarlo todo en función de la felicidad y el bienestar social que solo será posible conquistar con una revolución de los propios trabajadores.



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Arnaldo Aguilar Dorta


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