En medio del vértigo que está viviendo la Dirección de Cultura, me siento a pensar sobre la intención última del proceso de desalojo a Fundadanza.
Intento precisar cual fue el gran objetivo estratégico de esta maldad.
Con tanta agua como ha pasado bajo los puentes de la cultura a lo largo del siglo XXI, creo que vale la pena preguntarse:
¿A qué tipo de sociedad aspiramos?
De modo que escribo esta nota para aclararme a mi mismo el sentido profundo de este efecto político que está ocurriendo en la Dirección de Cultura del Estado Sucre.
Espero que den fe de los valores que no quisiéramos que predominen en este gobierno regional como el de ningún otro.
Por lo que preguntaría, también:
¿Qué valores reclamamos como nuestros en esta algarabía política que estamos viviendo?...
Esta virtud extraordinaria que es la disposición y el atrevimiento a renovarse, a rehacerse, es en definitiva, la garantía de que todo va a salir bien.
Se trata de una esperanza muy concreta soportada sobre nuestras propias fuerzas, las fuerzas de la gente común.
Si Fundadanza hace contrapeso a la debilidad. Le lima las aristas al ejercicio del poder y a sus consecuencias.
Pero, cuidado, el poder tiene la característica de ser una virtud contagiosa. Una vez que se apodera de la escena, difícilmente puede ser expulsado.
Sin embargo, una Dirección de Cultura que incurra en errores del pasado, que no reconozca caminos ya andados y, sobre todo, que se despersonaliza de esa manera, debe pedir disculpas públicas a Fundadanza o renunciar por ser un valor más preciso y más contundente.