El video viral de la compatriota lanzándole un golpe volado (¿o fue un jab?) a Capriles, me disparó el recuerdo del verso sensible de César Vallejo que aludía a los golpes en la vida tan duros, yo no sé, como de la ira de Dios. Inmediatamente, mi inconsciente me llevó a tantas determinantes señoras dirigentes de calle o de sector del barrio de cuando AD y ahora el PSUV, y me hizo pensar en el matriarcado predominante de este país y, por asociación libre de ideas, evoqué las barreras de chicas policías que han acompañado con gesto adusto las marchas de maestros (la mayoría mujeres también) y jubilados, como para contener las consignas y la protesta al límite de la acera y los bonos con que Maduro ha aniquilado los salarios. Muchachas en actitud fiera y represiva que despertó los comentarios de los viejitos protestantes, quienes compararon las rubias mujeres policías de las series gringas, con estas lindas chicas trigueñas y temibles que perturban como las imágenes del video del jab y la patada. Por eso, debo hacer un esfuerzo para poner en orden este artículo.
Betancourt proyectó desde siempre, y lo logró cuando llegó el poder (en el 1945 y en 1959), instalar un comité de base de AD hasta en el rincón más recóndito y humilde del país. Tal parece que el PSUV lo ha logrado también y usando, sin recato, los recursos del poder estatal, expresado en el reparto de las bolsas CLAP y otros detalles del "trabajo político popular" consistente en ofrecer y dar algunos favores, establecer el orden en el barrio con frases categóricas (o sea, mandar), organizar lo del gas, llevar y traer recados, informar de las actividades de los opositores del sector y ascender en el pedigrí político hasta poder, eventualmente, aspirar a candidata para algún cargo, si es que algún consentido de los hombres del poder no se le atraviesa y las jode cortándoles todo acceso.
Como los adecos, los organizadores del PSUV se han conseguido con que las principales lideresas a nivel de calle, de sector, de barrio, son mujeres, doñas, señoras de carácter, que igual te amenazan, te tratan con cariño, te alimentan, te abrazan, te insultan, te vuelven ñoña o te arrullan ofreciendo soluciones a tus graves problemas de supervivencia diaria. Los hombres muchas veces no están en casa por muchas razones: porque están trabajando o simplemente porque se fueron dejándolas a cargo de los muchachos, porque los hombres son figuras completamente prescindibles, casi inútiles, en este potente matriarcado popular venezolano que ninguna Judith Buttler podría comprender.
Ahí nos perdemos en la casuística. Conocí una señora que iba a todas las reuniones de la Misión Sucre (quería ser abogada) con su esposo que sufría de Alzheimer, a quien dejaba sentadito a un lado, y planteaba una agresiva estrategia para joder a los del Consejo Comunal que se habían pasado a los "escuálidos" (las otras amigas me aclararon que eso no era cierto; lo que pasaba era que no se dejaban "mangonear"). La doña supo que en ese momento de mi vida, yo sobrevivía como taxista y me ofreció un carro, demostrando así su poder. No hace falta ser Nietzsche para saber que sentirse poderoso es uno de los estados emocionales más satisfactorios. Una compensación existencial extraordinaria.
Ser mujer en una sociedad machista es casi ser un paria. En eso estamos de acuerdo. El machismo es un sistema de dominación y explotación de la mujer que culmina en el femicidio. Pero, al mismo tiempo, en una dualidad propia de nuestra esquizofrenia cultural, nuestra sociedad es predominantemente matriarcal, porque aquí es estadísticamente raro el modelo de familia nuclear (ya sabes: padre, madre e hijos; el primero, proveedor y cabeza del hogar). Por eso, cuando una de estas doñas de carácter accede a ese rol de jefe o líder (no es lo mismo; pero es igual), puede desarrollar una malicia y una agresividad, más propia de los patanes como Diosdado o el Carreño, con quienes se ha identificado (yo soy como él) y proyectado (él es como yo quisiera ser). Su delicadeza y ternura (atributos que no son exclusivamente femeninos, ojo) aparecen, solo de muy cerca, porque, hacia afuera y de lejos, se revisten de esa violencia propia de los burócratas que patean para abajo y halan hacia arriba.
Es muy probable que la señora que practicó su jab o su golpe volado con Capriles, sea celebrada y aplaudida en la reunión de su UBCH. Hasta es posible que Diosdado la presente en su programa como ejemplo. Y luego de dos o tres días, volverá a su olvido, a su ilusión de poder en su calle; seguirá la miseria.
La siembra de odio se cosecha, lo mismo en el PSUV, que en esos muchachos que en la pseudo insurrección de los años 14, 15, 16, 17, etc., iban jubilosos poniendo "miguelitos" o talando árboles y quemando cauchos en las guarimbas, lanzando unos cohetones que, según ellos, hacían temer a los GN, con la misma ingenuidad de los encapuchados de los ochenta en las afueras de las universidades. No habrá ningún dirigente de los suyos que le explique que se supone que en una democracia hay libertad de expresión, de asociación y movilización, que ningún organismo de base de ningún partido debe apoderarse de zonas enteras a punto a violencia, que esas prácticas se parecen demasiado a las de las bandas armadas de AD cuando la cuarta República o, peor, a las escuadras de choque del Partido Nazi, las SA, en la Alemania de Hitler. Solo le dirán en sus cinco minutos de fama: "¡bien hecho! Ellos son los culpables de la miseria tan terrible que sufre el pueblo. La próxima vez hay que darle más duro". En fin, el mismo discurso de odio que promueve guerras civiles y genocidio en otros países, y aquí sólo llega a negar una democracia que todos dicen que aspiran.
Pueden explicar que hay varios tipos de golpes en el boxeo: el "cross" o cruzado de derecha o golpe directo es el más fuerte. El Jab es un golpe recto al oponente con la mano proyectada a la altura del mentón, el "uppercut" o gancho es ascendente vertical y puede destrozar la columna vertebral a la altura de las cervicales. El "crochet" es un puñetazo lateral dirigido a la cabeza del oponente (derecha o izquierda; también pueden lanzarlo a las costillas). El swing es un golpe lateral largo con puño rotado. El "hook" o gancho puede ser el más doloroso si se dirige al hígado. El volado es un golpe de largo alcance, lanzado con el codo arriba y con la mayor amplitud del cuerpo, con el objetivo de pegar en cualquier parte de la cabeza. Finalmente, las patadas son más lentas, pero son más fuertes. Todos esos golpes los ha recibido Venezuela por todos lados con la corrupción, las pésimas políticas económicas y sociales, y la destrucción de las instituciones. Pero, señora amiga mía (como decía Renny Ottolina), así no se hace un país.
"Golpea, pero escucha", como decía aquel antiguo estoico.