La nación venezolana nunca antes estuvo más unida en torno a un deseo como este de sacar al madurismo del poder. Pero la singularidad de esta ocasión se puede apreciar claramente en la comunión política a la que están llegando los empobrecidos y traicionados del chavismo y sus homólogos de clase; los empobrecidos y traicionados de la oposición. Es decir, los pobres, que son la inmensa mayoría de Venezuela. Ya que fueron hasta ayer convertidos, por todos los partidos del sistema, en bandos separados para actuar como enemigos irreconciliables y así ellos poder gobernar con más facilidad, es la vieja y conocida estrategia de: "Divide y venceras".
No obstante, los sectores con mayor educación política y más organizados del pueblo trabajador, han caido en cuenta, que en el campo de la política se le ha privado como a los huérfanos, de un instrumento, asimismo de un programa de autogobierno (El proyecto Nacional Simón Bolivar fue botado al pipote de la basura por el madurismo), con el cual poder guiarse con autonomía política hacia la construcción de un estado que responda a sus legítimos tereses. Mas por el contrario, entienden que hasta ahora que sólo han servido como conejillos de indias de la ingeniería social capitalista para ser divididos ideologicamente, para neutralizar su propio potencial revolucionario que portan como pueblo, y ser usados y manipulados como carne de cañon en las pugnas entre las clases capitalistas por el reparto del país.
De tal manera, para ambos sectores (los empobrecidos y traicionados del chavismo como sus homólogos de clase; los empobrecidos y traicionados de la oposición) la nueva realidad les deja suficientemente claro que sus roles e intereses sociales y económicos son los mismos, que sus prácticas sociales se rigen por los mismos lenguajes culturales, que sufren y sienten las mismas necesidades con igual intensidad, y se identifican con las mismas aspiraciones. Por lo tanto, empiezan a liberarse del sometimiento a las falsas contradicciones en la que los partidos capitalistas los envolvieron, sustituyéndolas, por la dialéctica del diálogo entre iguales y articular un discurso de donde se vean en relieve los anhelos y sueños comunitarios entre ellos mismos como pueblo.
Este aspecto emergente en la realidad política venezolana es sobre el cual debe concentrase toda la atención y las acciones de las fuerzas sociales revolucionarias. Aqui se abre un espacio de elaboración de un discurso absolutamente nuevo, estructurado a partir de categorías que tengan que ver con la realidad de pueblo venezolano, un lenguaje de reinvidicaciones sociales y nacionales, que tenga como centro el bienestar espiritual y material del pueblo venezolano.
Debe ser un discurso que anime a los sectores populares empobrecidos a reorganizarse como un solo pueblo, encontrándose y ponerse de acuerdo en tormo a un programa correcto y a un tipo de relaciones que generen mayor conciencia de clase para sí, y por consiguiente, vislumbrar la necesidad de construir un referente, una alternativa orgánica que reúna al conjunto de las diversas corrientes políticas transformadoras que deseen retomar el camino para construir una República en donde impere la justicia social y la libertad.
Ahora bien. Las revoluciones populares del pasado nos han enseñando que existen dos tipos de contradicciones, las contradicciones entre el pueblo y sus enemigos estratégicos, y están las contradicciones en el seno del pueblo mismo.
Las primeras, las del pueblo y sus enemigos estratégicos, estas, las fuerzas revolucionarias del pueblo debe llevarlas al extremo por que son esas contradicciones las que deben ser superadas y resueltas de manera radical para que de su solución definitiva surja el nuevo poder de todo el pueblo y la sociedad que se necesita y desea en la cual se eliminen las causas que producen la desigualdad, la pobreza y la opresión política.
La segunda, las contradicciones entre el pueblo mismo. Estás tienen el mismo peso de importancia de las primeras, sin embargo, hay que tratarlas de una manera distinta, porque no son contradicciones antagonicas de clase sino que van surgiendo en el proceso de la misma lucha política entre los mismos sectores y organizaciones del pueblo. Las más de las veces, se puede observar que son problemas de forma no de fondo, de método para abordar las tareas del movimiento y de cultura sectaria y dogmática.
Sin embargo, se debe tener mucha atención respecto a las contradicciones que se dan entre las fuerzas revolucionarias cuando estas las generan deformaciones como el oportunismo y las desviaciones ideológicas socialdemócratas (Vease burocracias sindicales del magisterio y el sector público o la Central bolivariana de trabajadores) la primera destruye la ética, la moral y la disciplina de la organización popular, y la segunda despoja a las fuerzas populares de todo su potencial revolucionario y patriótico debilitando su intención de cambios históricos. (véanse, el madurismo).
Si las fuerzas revolucionarias del pueblo logran en los próximos meses, en primer lugar juntarse en un gran frente amplio que entusuane a toda la nación y en segundo lugar, ser capaces de interpretar los nuevos signos que vienen apareciendo en el seno del pueblo, con total seguridad que cabría perfectamente la posibilidad que la República Bolivariana de Venezuela en el 2024 pueda lucir un gobierno decente, de respecto a su Constitución, y en donde la realización de cada uno de sus ciudadanos será la garantía de la realización de toda la sociedad.