Las recientes y justas protestas por el salarios desembocaron en resignación, en calma paralizante, en desánimo, en aceptación del desastre. ¿Por qué la masa sufriente no es un protagonista político?
La respuesta es directa: fallaron las vanguardias, los dirigentes, no entendieron el momento histórico. Actuaron como si de los mejores días de la cuarta república se tratase. Fueron economicistas, y de esa manera frustraron la lucha; al privarla de objetivo estratégico, convirtieron aquellas batallas en apoyo al patrón que reconocían como dueño de dar o de quitar, se limitaron a pedir que las cadenas fueran un poco más livianas. De esta manera pudo triunfar el madurismo y su amo, fedecámaras.
Se debe aprender de los errores. Hoy se debe perfilar mejor al enemigo: el madurismo ha sido un instrumento muy eficaz para la restauración del capitalismo, es una herramienta política de la burguesía tradicional y de la neoburguesía, de la cual, también, forma parte. Y desarrolla un gobierno despótico, arbitrario, que no tiene más ley que su beneficio. Pero además es un gobierno que emerge de las entrañas de la dirigencia sindicalera, los conoce, sabe cómo neutralizarlos, a quién confundir, a quién comprar, a quién amenazar.
Se deben revisar las metas de las batallas por el salario, preñadas de tactisismo, castradas de estrategia. Esa falta de relación entre la táctica y la estrategia produjo un tapón que, al confinar las protestas a lo puramente económico, las apagó.
Ahora se debe situar la batalla en su correcta dimensión. Lo primero es entender, que el madurismo no es chavismo, es un gobierno enemigo del país y de los desposeídos. Entrega el país a los capitalistas, y también les entrega a los obreros amarrados de manos y pies. Derrocar al madurismo es un objetivo estratégico. Las acciones deben conducir a la concreción de ese objetivo estratégico.
Segundo, entender que en este país los trabajadores, los sectores intelectuales de avanzada, los campesinos, las masas marginalizadas, dirigidas por el chavismo auténtico, avanzaron en la construcción de una sociedad del futuro, hacia el Socialismo. Y la confrontación fue, y no ha dejado de ser, entre el Socialismo y el capitalismo. Y la defensa del Socialismo es, tiene que ser, la bandera estratégica de los desposeídos, es la única manera de tener Patria soberana.
Los capitalistas, y debemos decirlo con tristeza, han conseguido llevar al país a terrenos de aceptación del capitalismo, de su economía, de su cultura, de su espiritualidad, de su opio político, las elecciones. Ya el país se está olvidando de que una vez, no hace mucho tiempo, aquí se construía un nuevo mundo, viable, una sociedad con la mayor suma de felicidad, de justicia posible. Ahora, sumiso, se resigna al maltrato del gobierno, las mentiras del madurismo, su desfachatez en la traición al legado de Chávez. Y va a unas elecciones que son una operación de olvido del Socialismo y de Chávez. Y la solución que le ofrece el sistema es la oposición gringa, que es más de lo mismo, y quizá peor. Así todo quedará en el capitalismo; y Chávez, el Socialismo, olvidado.
La estrategia es volver a Chávez, denunciar la traición: Este maduro de hoy no es el que Chávez quiso dejarnos. Chávez dejó instrucciones muy claras, un Plan de la Patria, contra la lógica del capital, unas advertencias. Este maduro de hoy no es chavista, es todo su contrario. La estrategia es volver a Chávez, y salir de maduro. De esa manera la lucha no cesará hasta lograr el objetivo, no habrá resignación.
¡CHÁVEZ VOLVERÁ!