Tomo nota de un comentario, de un par de ciudadanos, esperando turno en un hospital nacional o estatal. Que sirve de referencia para exponer algún sentido a las cuestiones electorales contemporáneas. Miremos:
_ ¿Qué decís de las elecciones?
_Yo voy a votar por…
_Pero ese es un loco derechista.
_Sí, ya lo sé; pero no es el mismo, es otro.
Cualquiera diría, que esta conversación es tan simplista y que las respuestas reflejan una clara manipulación de las opciones electorales.
Si fuera así, la ciudadanía fuera la campeona del pragmatismo. Pero, ahora, cómo explicar los cambios extraordinarios en El Salvador y Argentina.
Yo creo que, los pueblos miran las elecciones, como referendo. Como un procedimiento mediante el cual, el ciudadano expresa su decisión subjetiva de acuerdo o desacuerdo con las políticas de los gobernantes. Allí se muestran las opiniones diferentes y la toma de posición subjetiva de los ciudadanos, sobre los efectos, que sobre su vida ejercen las disposiciones estatales. Con ello también, ponen en prerrogativa, más bien a su merced, la duración formal del poder. Esa es la fuerza esencial de las masas; cuando a elecciones se refiere, es, a ese escrutinio popular, al que le temen los que se han portado mal con los pueblos.
De otra manera, solamente con maniobras pragmáticas electoreras, donación de la caja básica de alimentos, la divulgación constante de mentiras de progreso, represión, persecución y degradación pública de opositores; allí van incluidas las inhabilitaciones políticas de estos últimos, se puede forzar un triunfo electoral.
De acuerdo a los principales análisis de los chavistas radicales o auténticos continuadores de Chávez. Si Maduro participa en una contienda electoral, que respete la constitución y los derechos políticos de la ciudadanía, Maduro pierde.
Y el pueblo venezolano, sino hay alternativas chavistas auténticas, dejará que gane el otro, aunque sea un derechista loco. Pues como dije anteriormente, las masas tienen la patente del tiempo de duración del poder. En esas masas van incluidos, los que se mueven por principios y los que no. Y mientras, no sea el pueblo el que tenga el poder, no teme perder lo que no tiene, ni está obligado a defender lo que no es suyo.
Realizar esta dialéctica de líder, pueblo y partido, fue el milagro de continuidad y defensa del proyecto socialista que mantuvo Chávez hasta su muerte. ¿Quién lo renueva?