Docencia Amena

Arístides Bastidas y su ameno primer centenario

A mediados de los años 80 supimos de él por medio de una nota. Se trataba de un recorte de periódico en escala de gris con su retrato. Cuatro trozos de cinta adherente lo fijarían a la biblioteca de papá mirando sin pestañear todo acontecer diario. Él dijo se trataba de su primo, de nombre y apellidos Arístides Bastidas Gámez, periodista. Ese segundo apellido nos avisaba por dónde vendría el nexo familiar pues siendo más niño los abuelos nos contaban historias de tiempos pretéritos.

Las primeras veces que papá dio referencia sobre Bastidas, en cuanto a su personalidad, lo hacía con vehemente admiración y respeto, aunque, cosa curiosa, no señalaba el porqué. Aquello era comparable al momento de extraer de una revista Tricolor el retrato de cualquier prócer venezolano, habiéndolo hecho con el maestro de Bolívar, Andrés Bello, para transformarlo en cuadro de pared.

Pues, resulta, tras un viaje de Valencia a Caracas en la que se nos permitió conocer a familiares residenciados en sectores muy cercanos a la Universidad Central de Venezuela, entre varias conversas, con mayor integridad personal vamos a conocer un poco más de quién era este personaje de reconocida trayectoria académica, según ya se nos pregonaba.

Llegado el año 92, tiempo en el cual el país vivía tenso y convulsionado luego de los sucesos originados en Guatire, Miranda en 1989, lo sería aun más por la rebelión cívico militar de ese 4 de Febrero del citado lapso. De modo volveremos a saber de Arístides Bastidas en septiembre. Esta vez se trató de su fallecimiento.

De ahí entonces pasaremos por momentos referenciales esporádicos que alimenten sobre su trayectoria en este vasto mundo y es con la columna diaria de El Nacional, La Ciencia Amena que lo iremos asociando.

Siendo ya profesional y en ejercicio de la docencia pero sin alejarnos aún de actividades laborales dentro del periodismo impreso nos vamos a llevar la tremenda sorpresa de estar dentro de las instalaciones de un plantel con el epónimo de Arístides Bastidas, en el sector Capremco de Naguanagua.

Se trataba de una edificación de tres pisos compartida con otra institución educativa llamada José Félix Sosa. Una fotografía en blanco y negro gigante colgada en la pared de la oficina del director permitió ver con detalles el rostro redondo y enlentado de aquel hombre mencionado varias veces. En la oportunidad menos esperada pregunté al director de entonces, profesor Oswaldo Conde, conocidísimo de la familia Torrealba Monserrat, que me hablara sobre ese personaje.

El director, muy cortésmente explicó se trataba de un periodista científico nacido en el estado Yaracuy con sólida orientación de izquierda. Es decir, con doctrina vanguardista. Seguidamente añadió se trataba de un ser con alta vocación de servicio y poseedor de una llama muy flameante por el deseo de vivir. Además de ello poseedor de extraordinarios conocimientos científicos adquiridos para compartirlos con los más jóvenes pese a todas sus limitantes físicas. De por sí su vida terminaría postrada a raíz del entumecimiento de las articulaciones y también con pérdida de la visión. De este modo el profesor Conde nos complementaba parte del historial de Bastidas. Transcurría el año 2001.

Entre 2002 y 2007 todo tipo de encuentro político llamésmolo plenaria, congreso, asamblea; reuniones pequeñas o grandes, hasta las consuetudinarias marchas tendríamos toda ocasión se colara el nombre de Arístides Bastidas.

Para algunos militantes del chavismo Bastidas era familiar. Pero para la vieja militancia comunista desde luego su nombre era lapidario. Arístides Bastidas Gámez era sinónimo de constancia y tenacidad absoluta. Luchador, amante y protector de la vida en el planeta. Nuevamente surgía como el hombre valioso y consustanciado de la Ciencia Amena. En nuestro caso al no contar con responsabilidades en aula lo hicimos con una columna de aparición esporádica denominada Docencia Amena ya que nos pareció Bastidas no tenía un continuo legado. Posteriormente saldría al aire Docencia Amena en Stéreo bajo nuestra conducción, allí los temas a tratar serían educativos y de crecimiento personal.

Con próximas publicaciones personales formamos parte de la prensa alternativa a nivel nacional con suplementos humorísticos como La Morrocoya y El Calzón. Luego lanzaríamos El Clavo Rojo de contenido ideológico, considerando el oportuno análisis de la coyuntura política nacional e internacional teniendo como ingrediente el sarcasmo por medio de la palabra irreverente y la caricatura proveniente de varios colaboradores cercanos. Allí estuvimos a la cabeza con la columna Docencia Amena, la misma con la que colaboraríamos en el impreso El Medio del Pueblo y nos mantenemos hoy en el portal Aporrea.org

De nuevo con Arístides Bastidas, ya como personal del Ministerio de Educación camino al plantel del cual fuimos nómina en 2010, en el sector El Vigía, municipio Libertador, en una venta de garaje, me llamó la atención la memorable enciclopedia Barsa, de color vino tinto y letras doradas, conocida desde la infancia. Reviso algunos tomos sin dejar que los recuerdos de antaño me comprometan. La dejo en su sitio y paseo la mirada por otros visibles libros y es cuando me encuentro con el nombre de Arístides Bastidas. Lo extraigo y me quedo fijo viendo aquella portada amarilla pollito con un rostro a trazo. Entonces empiezo a hojearlo. Rápidamente me doy cuenta se trataba de un ejemplar sin mayor uso de lectura. Eso sí, el tiempo hacía su trabajo dándole el color a las páginas la tonalidad que los años pintan en el papel. El Anhelo Constante nos haría introducir la mano al bolsillo para llevarlo a casa.

De ese modo quedaríamos impregnados por el estilo de la prosa empleada en temas muy diversos pese no ser un exponente de las letras; la rica y profusa calidad humana transmitida en cada artículo suyo ya siendo una persona invidente; además de la exteriorización pura de su amor hacia la naturaleza convertido en un ser disminuido físicamente.

Total que Arístides Bastidas se inmortaliza y da su nombre al municipio donde un 12 de marzo de 1924 viera la luz por primera vez, en un pueblo llamado San Pablo. Allí mismo se ubica para honra de los sampableños de ayer, hoy y siempre, una plaza erigida en su memoria.

Pasado el año bicentenario de las batallas de Bárbula y Trincheras (2013) nos tocó asistir a los actos conmemorativos pero de 2022. En efecto, cuando fue el turno de recordar la heroicidad del neogranadino D’Eluyar y el ejército republicano en la segunda de las confrontaciones antes citada, como miembro del Comité Permanente de Formación para la Soberanía Nacional y de la distinguida Sociedad Bolivariana de Venezuela Carabobo se dio el cierre con los actos oficiales ante el monolito en la localidad homónima y fue entonces cuando llegamos a un plantel al que le cambiaron el nombre de Cayaurima por Unidad Educativa Arístides Bastidas.

De cierto modo aquello nos dejó pensativos por buen rato. En lo particular estaba el pleno desconocimiento de ese cambio de epónimo. ¿Las razones? Inimaginables. ¿El contexto de la realidad actual? Habría que informarse.

El asunto honorífico y el reconocimiento a la memoria de un hombre que sobresaltado por la llegada de la electricidad a un pueblo que no era el suyo, en este caso el de Guama, lo indujo a la curiosidad y buscar respuestas donde no las había con respecto a los fenómenos naturales y de allí que el amor espiritual nutrido por sentirse igual entre los hombres, un valor excepcional cultivado desde la infancia pero a la vez teniendo la decepcionante imagen por el doble raso de autoridades sin alma como fuera la ocasión de estando de monaguillo recibiera el manotazo de un sacerdote en plena misa, hicieron de Arístides Bastidas un ser de tamañas capacidades morales y talentosas de cómo poderse comunicar con todas y todos.

Arístides Bastidas es ejemplo de juventudes y de todo aquel se levanta por sí mismo frente a los desatinos de la naturaleza. No en balde jóvenes camino a la profesionalización en el ámbito científico reconocen en este insigne venezolano cada aporte, desde los más grandes hasta los más simples. La Unesco nos lo puso en la palestra mundial en el certamen Kalingo, del cual salió ganador. Hoy son numerosos los centros científicos, liceos, escuelas, salones, salas o laboratorios con su nombre. Son 100 años de su nacimiento y son para recodarlos con ameno merecimiento.



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Brígido Daniel Torrealba


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