El ejercicio de la política se degradó tanto en Venezuela que la palabra debate se volvió sospechosa.
Cada vez que se habla de debatir enseguida saltan los oxidados resortes cuartarepublicanos para bloquear la posibilidad de que los venezolanos asuman, en el marco de la polémica pública, temas de importancia. La banalidad acabó con el debate y terminó imponiéndose.
Confrontar ideas, proyectos e iniciativas trascendentes, cedió el puesto al lugar común.
La calidad quedó por el suelo y la charca se entronizó.
Esto lo escribo ante el panorama desolador que se observa.
Cada vez que alguien sugiere revalorizar el debate, o no es tomado en cuenta o se le descalifica. El debate -los debates- sistemáticamente es rehuido. Uno lo comprueba, por ejemplo, con las propuestas de Chávez, con su constante reclamo para debatir materias importantes.
No pretendo exaltar al Jefe de Estado, pero lo cierto es que los grandes temas son promocionados por él, mientras que la oposición los rehúye o, simplemente, los sataniza.
¿Por qué no ingresar a ese espacio, reivindicando las bondades de la discusión abierta, y tratar de buscar, a través de ella, incidir sobre la colectividad? No termino de entender que temas como el Socialismo del Siglo XXI, en torno al cual Chávez persevera con voluntad de predicador al colocarlo en el centro de su discurso, sea despachado con increíble frivolidad. Lo mismo que la Reforma Constitucional, rechazada con alegatos de carácter procedimental y subjetivos, sin ir al fondo de la materia, que no es otro que en tiempos de cambios sociales, políticos, económicos y culturales, una Carta Magna requiere reajustes para conectarse a la realidad. ¿Qué impide racionalizar el debate sobre la educación que queremos? ¿Acaso es más importante descalificar el planteamiento invocando fantasmas como la ideologización, la estatización, la eliminación de la enseñanza privada? ¿No conviene abrir las puertas a un debate sobre la corrupción y la inseguridad, sin manipulaciones politiqueras? Estoy convencido de que los venezolanos aguardan con ansiedad dilucidar temas de verdadero interés nacional, que saquen la política del campo minado de los antivalores sobre el cual actualmente se desplaza.
Chávez ha dado aportes en esa dirección. Es tiempo de que la oposición haga lo mismo.
PARA MUESTRA UN BOTÓN
Un caso ilustrativo. En artículo en El Nacional ("Jesucristo y el hombre nuevo": 29-03-07) el sacerdote jesuita Luis Ugalde planteó: "Hay el peligro de que ciertos clérigos, por sus inclinaciones hacia el poder, aterricen tarde y mal en el debate sobre el "socialismo" y no hagan justicia, ni a la identidad del cristianismo, ni a las dificultades y posibilidades de las construcciones socialistas y la competencia económica". ¿Es ésta la manera de asumir un debate sobre el tipo de socialismo para Venezuela? Una pregunta: Ugalde descalifica lo que él llama "ciertos clérigos". Dejemos de lado el tono despectivo que emplea con sus compañeros religiosos, aún cuando conviene aclarar quiénes son.
¿Acaso Monseñor Moronta? Otra pregunta: ¿En qué consisten las "inclinaciones hacia el poder" de esos clérigos a que alude el rector de la Ucab? ¿Hacia el poder chavista, o hacia el poder económico, el poder oligárquico, el poder de los latifundistas, el poder imperial y otros poderes de carácter fáctico? Decepciona que quien pudiera hacer aportes a un debate esclarecedor actúe de esta manera.
jvrangelv@yahoo.es