A menudo pensamos en la inteligencia como un escudo contra la toma de decisiones tontas. Después de todo, se supone que las personas inteligentes tienen la sabiduría y el discernimiento para afrontar los desafíos de la vida con facilidad. Sin embargo, la realidad es mucho más compleja. En esta publicación de blog, exploraremos el fenómeno de las personas inteligentes que hacen cosas estúpidas, particularmente cuando están impulsadas por el odio.
La inteligencia es un don extraordinario. Nos permite resolver problemas complejos, pensar críticamente y tomar decisiones informadas. Las personas inteligentes a menudo sobresalen en sus carreras, relaciones y objetivos personales. Sin embargo, la inteligencia por sí sola no garantiza un juicio perfecto. De hecho, a veces puede desviar a las personas inteligentes, especialmente cuando entran en juego emociones como el odio.
El lado oscuro del odio:
El odio es una emoción poderosa que puede nublar nuestro juicio y distorsionar nuestras percepciones. Cuando están impulsados por el odio, incluso las personas más inteligentes pueden perder de vista la razón y actuar impulsivamente. Esto puede manifestarse de diversas maneras, desde hacer comentarios hirientes hasta adoptar comportamientos destructivos. El odio nos ciega ante las consecuencias de nuestras acciones, llevándonos por un camino de arrepentimiento y vergüenza.
Consideremos algunos ejemplos de personas inteligentes que sucumben al odio y cometen estupideces. Tomemos el caso de un director ejecutivo exitoso que, impulsado por la envidia, sabotea el negocio de un rival. O el brillante científico que, consumido por los prejuicios, difunde información falsa para desacreditar a un colega. O el político cuyas diferencias ideológicas con su adversario lo lleva a cometer los más innombrables actos en nombre de su ideología que de seguro proclamará con la "apropiada".
Estos individuos pueden tener un coeficiente intelectual alto y logros impresionantes, pero sus acciones revelan un lado más oscuro de su inteligencia. La sobrestimación de su propia inteligencia lo lleva a menospreciar la inteligencia de su contraparte. Y si a esa inteligencia que piensa tiene, le sumamos su origen de raza o estrato social, esa inteligencia se convierte en "supremacía" llevándolo incluso a lugares aun más obscuros de su psique.
El supremacista, va a un paso más lejano, se asume como poseedor de la verdad, y se siente con el derecho de arremeter contra aquello que contraríe su lógica.
El supremacismo europeo en 1800 los llevó a colonizar África.
El supremacismo de los Estados Unidos en esos años también, los llevó a "conquistar" el oeste (así lo llamaron).
El supremacismo Alemán ya sabemos lo que hizo.
En Venezuela el supremacismo no ha triunfado, pero ya le hemos visto los dientes varias veces.
Lo maquiavélico de estos supremacistas criollos es incluso enfermizo. Desean crear un colapso total del estado, aunque fabriquen artificialmente una hambruna, para poder usarla como "activo" político, ya lo hicieron en 2014 y 15 con la escasez y la especulación y las largas colas para comprar; que los llevó a ganar la Asamblea Nacional. ¿Para qué? Para poder dar un golpe de estado "parlamentario".
En conclusión, el fenómeno de las personas inteligentes que hacen cosas estúpidas es un recordatorio aleccionador de la complejidad de la naturaleza humana. Si bien la inteligencia es un activo valioso, no es inmune a los efectos corrosivos del odio. Al reconocer el poder de emociones como el odio y tomar medidas para cultivar la inteligencia emocional, incluso los más inteligentes entre nosotros pueden evitar caer en la trampa de decisiones tontas. Esforcémonos por aprovechar todo el potencial de nuestra inteligencia, no sólo en nuestros logros, sino en nuestra capacidad de compasión y comprensión.