E s tiempo de reflexionar sobre lo que sucedió hace cinco años. Importa hacerlo para no repetir errores, a partir de una toma de conciencia acerca de lo que pasó en ese mes que dejó profundas huellas en el alma del venezolano y en el historia nacional. No es fácil hacerlo. No ha transcurrido tiempo suficiente para aplacar pasiones.
Sobre todo cuando los factores antichavistas que escogieron el atajo de la aventura se niegan a aceptar los errores. Los ocultan con cinismo o, cada vez que pueden, reivindican la "legitimidad" de lo que hicieron. También conviene decir que en el chavismo hay quienes se resisten a aceptar que la situación del país es otra. Que una cosa es la justicia y otra la retaliación. Que recomponer el tejido humano y social de una nación pasa por reconocer que hay que hacer concesiones, claro está, sin mengua de los principios. Veamos: 1) El gobierno: El gobierno incurrió en un error (lo cometimos todos los que participábamos): subestimar al enemigo. No evaluar con claridad que un proceso revolucionario desata reacciones al margen de lo que suele ser la política convencional. A partir de la aprobación de las leyes habilitantes que marcaban el rumbo transformador del proceso, se soltaron los demonios. Mas no hubo alerta oportuna del dispositivo de seguridad e inteligencia. Ni voluntad de auscultar, a fondo, la situación en la Fuerza Armada, la correlación en la institución. Tampoco imperaba el ánimo para prever lo que se veía venir y conjurar la amenaza letal que empezaba a definirse, pese a que el golpe comenzó en diciembre de 2001. Todo esto explica la indefensión en que se manejó el gobierno en las fechas previas al 11A y con posterioridad. Tan es así que la oposición, derrotada política y militarmente reaccionó, como si nada hubiera pasado, con la intención de repetir la experiencia. Apuntando esta vez al corazón de la economía con el paro y el sabotaje petroleros.
2) La oposición: La oposición perdió el sentido de la responsabilidad democrática. Toda ella -ultra y sensata, democrática y antidemocrática- sucumbió al inmediatismo, al voluntarismo. Creyó llegado el momento de acabar con Chávez, la bestia negra, y de destruir la perspectiva de cambios sociales, en el fondo lo que más teme. Tal actitud la condujo a echar por la borda liderazgos políticos naturales y a declinarlos en empresarios y medios de comunicación.
La oposición quedó en manos de aventureros que la llevaron al acto demencial de lanzar sobre Miraflores una masa convocada para la protesta cívica. Propósito: asesinar al Presidente y a su entorno. Esa actitud nunca fue condenada.
Al contrario, es presentada como modelo. Por eso la invariable conducta sediciosa del liderazgo opositor. Su inadaptación a la nueva realidad y, por consiguiente, su aislamiento.
¿Adónde conduce este intento de reflexión? A erradicar los errores y aberraciones de abril de hace cinco años. A fortalecer la conciencia democrática, el respeto a la Constitución por chavistas y no chavistas, por gobierno y oposición. La aventura es un callejón sin salida y chavistas y antichavistas tienen que tomar conciencia de ello. Hay que desterrar el sectarismo y las visiones maniqueas; civilizar el debate y rescatar el diálogo. El gobierno está obligado a ser garante del Estado de derecho y a respetar el funcionamiento de las instituciones. La oposición igual.
Hay que enterrar los fantasmas de abril y recuperar dos nociones básicas de la democracia, compatibles con el cambio social e, incluso, con el socialismo: gobierno responsable y oposición responsable.
Ambos factores en función del objetivo común de impulsar el progreso con justicia.