Nuestro país es tan particular, tan lleno de sorpresas y sucesos inesperados, que pocas cosas nos agarran fuera de base. Hemos vivido un Golpe de Estado que en casi 48 horas se diluyó, no precisamente por mala leche de los golpistas. Creo que fue el único triunfo del chavismo donde no se le acusó de fraude. No sé si el sobresalto no les dio chance de armar una idea para gritar al mundo, prueba en manos, que el retorno a la democracia fue un fraude perpetrado por Fidel Castro desde Cuba.
Una cuestión es segura: nunca aceptarán que fue un acto legítimo del pueblo. Siguen negados a reconocer la fuerza del poder popular.
Hemos vivido la experiencia única de un tipo que se va a una plaza y se autoproclama Presidente ante un grupito de ciudadanos. Más de 60 países, incluyendo a los Estados Unidos y la Unión Europea, reyes y reinas, emperadores y similares le reconocieron, sin exigirle que al menos presentara un oficio membretado, con un cuñito, firmado aunque fuese por un guachiman de la Asamblea Nacional. Este mandatario nunca tuvo ni una oficinita, con una máquina de escribir de medio uso y un escritorio donado por un pulpero. Pero contó con Canciller, embajadores, una Fiscal General de la República que emitió varias órdenes de detención contra el señor Nicolás Maduro, pero no tuvo ni siquiera un Sargento García o un Cabo Reyes que acataran la orden y encanara al llamado Usurpador.
Se ha visto tanto en Venezuela que hoy parecemos imbuidos en una obra del Teatro del Absurdo como la famosa pieza «Esperando a Godot», del dramaturgo, escritor y poeta irlandes Samuel Beckett, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1969.
Muchos directores han montado a su parecer esta obra.
Por supuesto nuestra oposición, tan culta y talentosa, a quien le gusta ostentar su sabiduría para minimizar el ingenio popular, tan llena de lecturas, tiene su versión de la obra maestra del Teatro del Absurdo, a la que bien pudieran titular «Esperando a Edmundo».
Como la versión original de Beckett, el drama cuenta con situaciones disparatadas, vistas en los auto atentados y autosecuestros que requieren de una voz melodramatica, a veces sobreactuada, en especial del personaje femenino, de voz sonora cuando afirma tajante: «Maduro se acabó». Tan convincente como Carla Angola cuando afirma que el Fiscal de la Corte Penal Internacional viene a ponerle los ganchos al compa Maduro.
La soledad y el desamparo, las acciones incongruentes, la confusión, van de la mano del personaje masculino que lleva el peso de la trama, quien se enreda en sus ilusiones de entrar a Venezuela como un héroe.
Confusos, los personajes secundarios, merodeando la pendejada, esperan a quien no saben cuándo ni por dónde llegará. Entre las posibles vías podría ser camuflado entre los emigrantes enviados por el ogro Trump y recibidos dentro del programa «Vuelta a la Patria».
«Esperando a Edmundo» es una absurda versión del Absurdo.